Una de terror que es más de lo mismo.
Este debut del guionista y director David Jung es un ejemplo perfecto de la crisis que atraviesa el cine de terror. Ante la falta de ideas medianamente originales, quienes incursionan en el género apuestan a filmar con mínimos presupuestos y tratar de enganchar aunque sea a una mínima porción de la legión de fieles seguidores que este tipo de historias suele tener. En el caso de Invocando al demonio, Jung recurre a la fórmula del falso documental y el found-footage a la que ya apelaron con más rigor y creatividad las primeras entregas de sagas como Actividad paranormal o la española [REC].
En la primera escena vemos a Michael King (Shane Johnson) filmando un video casero sobre su familia feliz (esposa, hija, perro) en un parque. Pero en la siguiente nos enteramos de que su mujer ha muerto. Para salir de su estado depresivo, el protagonista, un hombre escéptico y cínico, se plantea realizar un documental para cuestionar cualquier tipo de creencia en lo sobrenatural y, más precisamente, en lo diabólico. Comenzará, así, una serie de entrevistas con nigromantes, exorcistas y demonólogos, y hasta ofrecerá su propio cuerpo como campo de experimentación en diversos rituales con consecuencias físicas y mentales cada vez más devastadoras para él y los suyos.
Podrá imaginar (y hace bien) el lector una larga acumulación de encuentros con el Diablo, sadismo y castigos autoinfligidos, todo filmado de manera sumamente explícita con una cámara en mano prolijamente desprolija para darle a la narración una sensación de urgencia, con profusos agregados de efectos digitales que quitan más de lo que agregan. Más (en verdad menos) de lo mismo.