En el horno
Michael King pierde a su mujer en un accidente, quiere contactarla en el más allá, prueba con satanistas y hubiera preferido haber muerto. Ese es, en síntesis, el argumento de The Possession of Michael King, título original de esta película trillada de arquetipos. Pero en la forma, al menos durante su primer cuarto de hora, el horror se maneja con poco recriminable inventiva. Aunque coquetea con el formato point of view, aquel del protagonista filmado en primera persona, el director David Jung muestra el experimento de Michael siendo registrado por un amigo, como si este fuera su movilero. Las primeras imágenes son un video casero de Samantha en una suerte de picnic familiar; luego King muestra un inverosímil deseo de comunicarse con su mujer muerta y recurre, con excesiva ironía (el clásico no creyente que va a parar al asador), a un puñado de magos y tahúres con línea directa a Satán. Después pasa lo habitual: Michael King entiende que jugar con magia negra no es broma cuando ya es demasiado tarde (y cuando el movilero, de buen tino, puso pies en polvorosa). Trillada y agónica, no obstante, hay que ser corajudo para ver a King hablando en lenguas. Una buena peli de terror, casi.