La cámara que no asusta
En Invocando al demonio (The possession of Michael King, 2014), dirigida por David Jung, todo se desencadena cuando a Mike (Shane Johnson) se le muere su esposa en un accidente y de manera sorpresiva. Nada hace suponer que terminaría involucrándose en una serie de acontecimientos que incluyen al mismísimo Diablo en la historia.
Acongojado, deprimido y con ganas de saber a donde fue su mujer, Samantha (Cara Pifko), el protagonista decide embarcarse en una investigación personal para desentrañar el sentido de la muerte en algunas tendencias esotéricas que aseguran tener la verdad para poder comunicarse con el más allá. En su desesperado intento por saber, además, decide registrar toda su "investigación" colocando cámaras en cada uno de los ambientes de su casa y en compañía de un camarógrafo que poco cree en el proceso de Michael. Dejando a su pequeña hija a cargo de su hermana, se transforma en su máxima obsesión descubrir las "trampas" en los procesos que buscan comunicarse con espíritus, tentando al demonio en cada visita a especialistas y exponiéndose en cada prueba.
Pero claro está que en un momento del film de David Jung, algo se transforma en Michael y aquello que anhelaba saber con profunda y desmedida pasión, se le vuelve en contra y el proceso ahora será inverso: desandar su camino anterior para revertir el fenómeno que se manifiesta en su interior.
Invocando al demonio apela una vez más a la simulación del registro en cámara de las imágenes, con el adicional que en aquellas escenas que se desarrollan en la vivienda de Michael, la posición de las cámaras emulan a los encuadres de los reality shows que intentan trasmitir "la vida en directo". Michael es expuesto en el 99 por ciento de las escenas y hay un esfuerzo por impregnar las mismas de una cierta verosimilitud, que en esta especie de "video diario" van de la mirada y confesión a cámara a la sucesión de eventos con el intercalado de "interferencias" para generar un realismo y dinamismo al relato. Pero justamente es en estas escenas en las que nada fluye, por la sobreactuación de su protagonista, y la hiperbolización de todos los lugares comunes de los relatos de terror (principalmente de aquellos que se narran desde la cámara directa en movimiento), termina apropiándose de su identidad sin una resignificación.
Invocando al demonio comienza riéndose de los films de terror, con esa posición enunciativa cuestionadora, pero en el propio camino que transita decide elegir la seriedad y volverse seria cuando justamente lo contrario hubiese salvado su propuesta.