La fe de los conversos
El film de Michanie echa luz sobre un asunto infrecuente, desconocido para muchos, y expone una rica polifonía, que no requiere estar de acuerdo con todo lo que se dice.
En un episodio de Seinfeld había un dentista, cuya razón para haberse convertido al judaísmo era poder hacer chistes de judíos sin ser acusado de antisemita. Nadie de quienes desfilan por Judíos por elección lo hizo por ese motivo o alguno parecido. Sin embargo, más de uno no tiene muy claras las razones que lo llevaron a hacerlo. Lo que sí está bien claro es la férrea voluntad de ser judío que muestran todos ellos. Tan férrea como para afrontar las duras pruebas de iniciación, que van desde la circuncisión y cambio de identidad hasta, en ocasiones, el cumplimiento de las obligaciones que atañen al judío observante. Incluidas las 613 leyes sagradas y las 39 proscripciones del shabat. Todo eso, previa comparencia ante el Tribunal Rabínico que evaluará sinceridad, condiciones y aptitud del postulante. Siempre y cuando éste no se emperre en hacerlo de acuerdo con el ritual ortodoxo: en Argentina, la conversión está oficialmente prohibida desde hace casi un siglo y “por toda la eternidad”. Aunque logren pasar aquí todas las pruebas, en Israel los conversos difícilmente sean aceptados como “socios plenos” de ese club. Aún así, los obstinados existen. Judíos por elección presenta a cerca de una decena de ellos, la enorme mayoría de ellos argentinos.
Está el estudiante de derecho, amante de los idiomas, que le entró al judaísmo a partir de su fascinación por la tipografía hebrea. El que abandonó todo –país, profesión, familia– para terminar construyendo un techo santificado, de acuerdo con el ritual prescripto por la Torá. Los que se convirtieron, en cambio, junto con toda la familia: allí está el ex carnicero del Gran Buenos Aires, escuchando de boca del médico, junto al hijo mayor, cómo es eso del corte de prepucio. La chica que tuvo que mentirle al padre, diciendo que se iba a estudiar Ciencias de la Comunicación a Haifa, y allí se convirtió y se casó. El señor peruano que quiso hacerlo en tiempos de Sendero Luminoso, cuando los templos estaban cerrados en Lima. El que, no pudiendo convertirse de acuerdo con el rito ortodoxo, lo hizo a través de una corriente algo más liberal (paradójicamente llamada “conservadora”), para adoptar luego, por cuenta propia, el dogma jasídico. El que, siendo católico, cada vez que pasaba frente al templo de Córdoba y Libertad sentía “una vibración en todo el cuerpo”. La que nunca supo bien por qué, pero siempre se sintió atraída por todo lo que fuera judío. El que, habiendo conocido a un hombre que lo ayudó y resultó ser judío, se propuso serlo él también.
Algo limitado quizá por su predominancia de “cabezas parlantes”, el primer mérito del documental de Matilde Michanie –filmado en Argentina e Israel– es el de echar luz sobre un asunto infrecuente, desconocido para muchos. Asunto que requiere además protagonistas interesantes, por sus inusuales dosis de determinación, fe (no sólo en sentido religioso), perseverancia y convicción. Si, tal como alguna vez observó el escritor humorístico Sholem Aleijem, ser judío no es cosa fácil, el documental de Michanie (realizadora de Licencia número uno, sobre la Tigresa Acuña) demuestra que volverse judío es aun más difícil. Algún rabino ortodoxo explica por qué el judaísmo no es para cualquiera, algún otro algo menos ortodoxo informa bajo qué condiciones eso es posible y está el rabino progre, que cuestiona y rebate la prohibición de conversión que rige en el país, instituida en los años ’20 del siglo pasado para evitar “infiltraciones”. El segundo mérito de Michanie es el de dejar hablar sin meterse o intervenir desde el off. De resultas de ello, Judíos por elección expone una polifonía que no requiere estar de acuerdo con todo lo que se dice, como cuando uno de los rabinos ortodoxos afirma que, de acuerdo con el mito, sólo el pueblo judío respondió al llamado de Dios.
Tampoco hace falta estar de acuerdo con todo lo que se ve: la voz cantante tienden a llevarla aquí los hombres, con las mujeres escuchando casi siempre en silencio o sin salir de la cocina. Ahí puede pensarse, perfectamente, qué sentido tiene abrazar una religión que reserva ese lugar para la mujer. Judíos por elección permite hacerlo: no es una película que ejerza ningún proselitismo (como afirma un cartel inicial, en referencia al propio judaísmo), exponiendo, en lugar de ello, un mundo que está dentro de éste y se conoce poco y mal.