Mara (Lourdes Mansilla) vive con sus padres y su hermana quinceañera Sofía, pero no quiere ni siquiera celebrar con ellos su cumpleaños número 18. Rebelde, irritable, impulsiva, ella cambia a toda velocidad de novios (el último se llama Marcos) y vive prácticamente encerrada en su micromundo de videojuegos. Una noche alguien le deja un paquete en la puerta de su casa que ella en principio no podrá abrir hasta que una gota de su sangre cae de manera accidental sobre el artefacto y así ella descubre en el interior una especie de casco de realidad virtual con el que será transportada hacia una nueva dimensión de tiempo y lugar. Ese simulador la llevará a través de un portal que la hará viajar a un pasado en el que tres maestros la entrenarán en las artes ocultas para enfrentar y matar al mismísimo demonio. Si esta suerte de sinopsis les suena algo trillada es porque Juego de brujas resulta desde el guion, pero también desde su construcción narrativa, una acumulación de lugares comunes y clichés del género: la iniciación, los crecientes poderes sobrenaturales y los efectos incontenibles y trágicos que los mismos pueden generar en distintos universos (o multiversos, ahora que el término está de moda). Forte tiene buen pulso para la dirección y la combinación entre el diseño de arte, el maquillaje y los efectos visuales permiten ingresar en un mundo ominoso y surreal bastante atractivo, pero el problema es que el relato casi nunca sorprende, fascina ni tampoco asusta demasiado. Es un aceptable ejercicio de estilo, pero a esta altura se le exige más que destellos o profesionalismo a un cine de terror argentino que necesita de historias más potentes, creativas y estimulantes para seducir a la masiva legión de cultores del género que hay en nuestro país y que por el momento prioriza producciones llegadas de otra latitudes.
Se estrena este filme de terror del director Fabian Forte, bastante prolífico, por cierto. Esta primera frase aunque cierta, parece media confusa, aclarando digamos, que esta producción intenta alinearse dentro del genero del terror. La mayor parte del texto fílmico circula por un entorno agobiante y sofocante establecido a partir de un buen trabajo en la dirección de arte. Esto incluye, claro, escenografía y vestuario, pero principalmente la dirección de fotografía, el trabajo con la luz y el manejo del color, es muy bueno. Es interesante el tratamiento que realiza de los pocos espacios en que se desarrolla el filme, establecido a partir de un buen montaje. Pero queda claro que, sin un sustento desde el guión, el filme resulta relegado a una mínima expresión. Desde este lugar es que el acelerado intento de instalar el verosímil no se logra, para luego caer en repetición de diálogos de manera indiscriminada que solo logran acentuar la previsibilidad del relato. Otras cuestiones
"Juego de brujas": magia y combates con demonios El director afianza la historia, de su propia autoría, en cierto cine popular en los años 80, cruzando la aventura con el relato de crecimiento, y el terror con la fantasía esotérica. Hasta los minutos finales, cuando una vuelta de tuerca revela que no todo lo visto hasta ese momento permitía una lectura unívoca, Juego de brujas no es tanto una película de terrores demoníacos como una versión adolescente y femenina de Harry Potter. El planteo del nuevo largometraje de Fabián Forte, cuya prolífica obra incluye las comedias Socios por accidente y Cantantes en guerra y el reciente film de horror Legiones, es derivativo pero intrigante. Mara, una chica de diecisiete años con actitudes arquetípicas de una chica de diecisiete años (Lourdes Mansilla), excepto tal vez por su afición a la brujería y las ciencias ocultas, recibe en la puerta de casa un extraño recipiente cuyo contenido es lo más parecido a la Caja de Pandora. Amante de los videojuegos, la protagonista no duda un instante en abrir la tapa del inesperado obsequio, descubriendo en su interior unos anteojos similares a los que son capaces de generar realidades virtuales. La trama ya está en marcha: conjugando dos placeres personales, Mara ingresa en un universo gamer de magia, poderes especiales y combates con demonios. Absorta en esa nueva realidad paralela, al menos hasta que el padre comienza a golpear la puerta del dormitorio, Mara cumple la mayoría de edad en busca de nuevos conocimientos y conjuros, escudada por tres grandes hechiceros que aparecen para ayudarla en una versión alterada de su propia casa de dos plantas. El plan es entrenarla para el enfrentamiento final contra el mismísimo Lucifer, quien se tomó la libertad de secuestrar a su hermana menor y llevarla consigo al inframundo. O algo por el estilo. Así dadas las cosas, Juego de brujas transcurre totalmente en interiores, bajo un esquema de intercambios de diálogos televisivo y un tono en el cual las actuaciones ligeramente desaforadas –y un diseño de vestuario de guardarropía teatral– marcan el tono de lo que vendrá. La música incidental, en tanto, parece por momentos tomada de otro largometraje más potente y aterrador, usurpando el espacio sonoro, ocupando el espacio de aquello que las imágenes no logran transmitir. a {color:#000000}body {line-height:0;margin:0;background:transparent;}#google_image_div {overflow: hidden;position: absolute;}body{visibility:hidden} " id="google_ads_iframe_3" style="position: absolute; border: 0px !important; margin: auto; padding: 0px !important; display: block; height: 250px; max-height: 100%; max-width: 100%; min-height: 0px; min-width: 0px; width: 300px; inset: 0px;"> Resulta claro que Forte afianza la historia, de su propia autoría, en cierto cine popular en los años 80, cruzando la aventura con el relato de crecimiento, y el terror con la fantasía esotérica. Los resultados, sin embargo, resultan artificiosos en el mal sentido de la palabra, y la puesta en escena se impone como una simple transposición de las directivas del guion. La gran excepción es el cierre, el regreso a la realidad (o, al menos, a aquello que solemos llamar realidad), cuando la película logra finalmente generar un clima perturbador. Pero ya es demasiado tarde y la magia, como sucede en los mejores cuento de hadas tradicionales, nunca llegó a ocurrir.
Una película del experimentado Fabián Forte que une la rebeldía de una adolescente a punto de ingresar legalmente a la mayoría de edad, que entre insatisfacciones y un juego en apariencia inofensivo entra en un curioso ritual. El filme que se que se inicia de esta manera y parece avanzar hacia un grotesco logra a paso firme adquirir una tensión, un despliegue de elementos y un clima que se acerca inevitablemente al terror y la sangre. La historia también ideada por el director incluye a tres personajes, una suerte de instructores, que quieren lograr que la iniciadora del juego se convierta en una bruja del clan, aunque un demonio poderoso ronda la casa y quiere hacer fallar todos los planes. Los rubros técnicos, vestuario, dirección de arte y fotografía están a disposición del director con logros llamativos y lujosos que ayudan a crear la tensión necesaria en el género. Para los que gustan de este estilo de films encontraran una rara mezcla de magia lujosa salpicada de sangre, apuñalada sin compasión.
Buenas intenciones en una propuesta trillada que recae en lugares comunes y estereotipos y pierde una identidad local en pos de conseguir abrirse paso en mercados internacionales.
Las brujas son tan oscuras como fascinantes, y el cine nunca dejó de presentar esa dualidad. Aparecen en producciones de todos los géneros, aunque nunca se lucen tanto como por el lado del terror. Argentina también cuenta con exponentes, entre los que se cuenta Bruja, protagonizada por Érica Rivas, y la reciente Juego de brujas. Mara (Lourdes Mansilla), una adolescente rebelde, se la pasa encerrada con sus videojuegos. Suele escaparse con algún muchacho, pero prefiere evadirse mediante los mundos virtuales. No le interesan ni de dónde puedan provenir los juegos. Como sucede una noche, cuando una joven extraña deja en la puerta de su casa un caja que contiene unos anteojos de realidad virtual. Mara descubre que le permite jugar a ser una hechicera capaz de combatir demonios dentro de los pasillos de una mansión. Pero el juego deja de ser tal cuando cumple 18 años y Sofía, su hermana menor, es secuestrada por un poderoso demonio. Mara será preparada por tres hechiceros que, sin que ella se percatara, la habían estado supervisando durante cada una de sus proezas como gamer. Deberá abandonar su carácter indomable para rescatar a Sofía y combatir al monstruo. El director Fabián Forte es uno de los nombres fuertes del cine fantástico y de terror nacional. Venía de meterse con brujos y demonios gracias a Legiones, su película anterior. En aquella oportunidad, el tono era más adulto y predominaba el humor, parte del sello de Forte. En cambio, Juego de brujas funciona como un thriller fantástico juvenil y, sobre todo, un coming of age. Se acerca a la impronta de La chica más rara del mundo, de Mariano Cattaneo, aunque con un poco más de rudeza. Más allá del enfoque, el realizador continúa demostrando su devoción por el género y su pericia a la hora de plasmar situaciones tenebrosas. Juego de brujas propone magia y amenazas del inframundo para hablar de una peripecia igual de compleja: el camino a la madurez. Además, confirma la versatilidad de Forte, incluso dentro del terror.