Todo por un sueño
Basada en una historia real (ergo: con los inevitables cartelitos al final que nos dirán qué fue de la vida de cada uno de los personajes) y la participación de grandes intérpretes que aportan "a la causa", Justicia final es una de esas películas "importantes" (porque denuncian las grietas del sistema), aleccionadoras (trata sobre gente que se sacrifica hasta límites insospechados con tal de conseguir un noble objetivo en la vida) y, en el fondo, intrascendentes (porque los recursos que utiliza para "decir" las cosas, para exponer su moraleja, terminan anulando su capacidad emotiva y degradando la inteligencia del propio espectador). Swank es una mujer que descuida hasta su rol de madre con tal de recibirse de abogada y luchar por la libertad de su hermano (Rockwell), injustamente condenado a cadena perpetua por un aberrante crimen que -nos dicen- no cometió. El director Goldwyn -cual telefilm de la semana- reconstruye el caso policial y la odisea judicial hasta demostrar lo que ya todos intuíamos: que Swank encarna a una heroína "del pueblo" capaz de vencer a la corrupción, a la desidia, a la burocracia y al derrotismo generalizados (en este sentido, me quedo con Julia Roberts en Erin Brockovich). Un mediocre tearjerker con música que nos "obliga" a llorar. No cuenten conmigo.