Million Dollar Sister
Por lo general me predisponen mal las películas que llegan precedidas por el fatídico cartelito: “Basado en hechos reales”. Es como si la aclaración pretendiera legitimar de alguna forma la historia que se cuenta. Más allá de su origen las propuestas son interesantes per se y no me importa en absoluto lo que está en la periferia o totalmente fuera del universo desarrollado en el film. De todos los argumentos posibles aquellos que narran procesos judiciales son material propicio para la manipulación emocional más flagrante. En ese sentido Tierra fría (North Country, 2005) es un paradigma perfecto de mi aserto: no carece de ciertos valores fílmicos pero se lo siente especulativo y poco honesto para con el público. Dentro del género en el que se mueve nadie puede negar que el filme dramáticamente funciona. Y sin embargo al mismo tiempo genera dudas por la intencionalidad que abrigan sus creadores. Para contar lo que cuentan, ¿era en verdad necesario hacerlo tal y como lo hacen? Sostengo que no…
Por eso celebro que un caso análogo aplicable como Justicia final venga a corregir los defectos aludidos. Si bien el tufillo a telefilme de la semana ronda continuamente durante la proyección hay aquí una sensibilidad en la dirección de Tony Goldwyn que evita el regodeo en el sensacionalismo y logra extraer maravillosas actuaciones de sus actores, en especial de sus protagonistas excluyentes: Hilary Swank y Sam Rockwell. La primera mitad de la película juega con los tiempos cinematográficos mezclando pasado y presente para introducirnos en la vida de los hermanos de baja extracción social Kenny y Betty Anne Waters que crecen en un hogar partido (la madre tuvo siete hijos, todos de distinto padre) para luego ser cedidos a sendas familias adoptivas en aras del supuesto bienestar de los menores. La violenta escena en la que se les “comunica” la irrevocable decisión de separarlos me trajo reminiscencias de Un largo camino a casa (A Long Way Home, 1981), excepcional largometraje televisivo de Robert Markowicz que en la Argentina se estrenó en salas de cine en junio de 1986. Justicia final es uno de esos raros dramas en donde hasta el último secundario luce creíble. Y los niños Bailee Madison y Tobias Campbell en los roles de Betty Anne y Kenny no son la excepción. La segunda parte, seguramente la más convencional, se concentra en la valiente iniciativa de Betty Anne por recibirse de abogada para intentar reabrir el caso de su hermano y probar su inocencia del asesinato por el que fue condenado en 1983 (y del que se declaró siempre inocente).
La larga serie de obstáculos que debe sortear Betty Anne para alcanzar su objetivo han sido encomiablemente dramatizados por la guionista Pamela Gray (en su segunda colaboración con Goldwyn luego de A Walk in The Moon) sin descuidar el desarrollo de los personajes y esa humanidad que los convierte en personas cercanas a nosotros en sus errores y virtudes. Gray ha realizado un trabajo de equilibrio muy certero en su guión sin salirse de cauce ni perder de vista que detrás de la gesta personal de Betty Anne existe una crítica demoledora al sistema judicial de los Estados Unidos.
Muchos han comparado Justicia final con Erin Brockovich, una mujer audaz (Erin Brockovich, 2000) pero más allá de sus semejanzas temáticas creo que se trata de dos películas con distintos propósitos: el filme de Steven Soderbergh tiene su razón de ser en la presencia exhibicionista de una Julia Roberts desesperada por ganar el Oscar con una caracterización impactante y de la mano de un director de prestigio. Y vaya si lo logró. La primera, en cambio, sólo apunta a narrar los sucesos tal como ocurrieron y con una interpretación anti diva de una Hilary Swank que cuando acierta con los proyectos demuestra poseer un talento considerable. Su Betty Anne no requiere de tics oscarizables para emocionar con esa hermana tan leal como para sobreponerse a un divorcio, criar a dos hijos y sobrevivir como camarera mientras estudia leyes en la Roger Williams University. Sin pretender ser un modelo de nada Betty Anne se constituye en una heroína imprescindible para los tiempos que corren.
Como la amiga y compañera de Betty Anne Minnie Driver se complementa muy bien con Swank. De un reparto numeroso también se destacan Peter Gallagher, Loren Dean y la sensacional Melissa Leo que con apenas tres o cuatro escenas ratifica una vez más porqué es una de las mejores actrices de la actualidad. ¡Cómo se nota que Tony Goldwyn posee una formación y experiencia como actor!
Con sus limitaciones, Justicia final levanta el nivel de otros dramas judiciales recientes y entrega una lección de amor fraterno francamente conmovedora. Es imposible no identificarse con sus personajes o gustar de esta realmente recomendable película que a punto estuvo de no estrenarse comercialmente en pantalla grande. Una de las escasas sorpresas de la temporada.
Spoiler: Por una de esas ironías de la vida (ya se sabe que Dios tiene un torcido sentido del humor) Kenny Waters murió en un accidente ridículo seis meses después de ser liberado. Después de las casi dos décadas de sacrificios que pasó la hermana para que le revoquen la sentencia es casi un chiste malo que el tipo se parta la cabeza en la vía pública de la manera más idiota. Claro, eso no podría estar nunca en la película. ¡Si parece una escena extraída de alguna de las tantas Scary Movie!