No hay nada que hacerle. Cuando algo sale redondito, bien hecho y sin melodramatizar la inteligencia de nadie; hay que admitirlo. Esto es lo que sucede con Justicia final. El director y actor Tony Goldwyn (recuerde el villano de Ghost: la sombra del amor) saca adelante una película que desde el primer segundo se centra en la pista para no desviarse ni un milímetro del relato clásico hollywoodense, ni de la estructura narrativa convencional.
A veces es mejor empezar así. Yendo a lo seguro. ¿Quiere una prueba? La sala se oscurece y después de los logos Ud leerá: Basada en una historia real. Obviamente con esto no alcanza para hacer buen cine, pero convengamos algo: con el famoso cartelito es difícil discutir los hechos que se cuentan, ¿no? Por eso da bronca la traducción al español. El título original es Conviction (condena) Acá le pusieron Justica final. Los que salían del cine contando el final de la película (chiste que ha caído en desuso) eran individuos merecedores de ser corridos por toda la cuadra pero, ¿Se puede ser tan perverso de contar un final desde el título en el afiche?
En fin… Las primeras imágenes son varios paneos cortos de una típica casa de clase media baja bastante alejada de los suburbios. Todo parece estar bien, excepto por manchas de sangre y un cuerpo tirado al lado de la cama. Si señor, acertó. Alguien mató brutalmente a una persona. Kenneth (Sam Rockwell) nunca tuvo fama de santo en el pueblo. Cada vez que había alguna barahúnda la policía lo iba a buscar a él, imagínese con esto que pasó. Parece que por fin los uniformados lo van a poder guardar para siempre. Para colmo, su mujer y alguna amante declaran en su contra. No lo salva nadie. Sin embargo, fíjese que Betty Anne (Hilary Swank) está convencida de la inocencia de su hermano al cual se siente naturalmente unida porque desde la infancia, ambos aguantan de todo y más de una vez se han mandado alguna que otra travesura de la cual han reído juntos. Acá los flashbacks están correctamente utilizados. Ninguno entrega información de más ni efectista. Construyen la relación entre hermanos y de hecho, esta base solidifica la postura de la Betty Ann adulta. Ante el fracaso de la defensa, decide sacar a su hermano por todas las vías legales posibles. Incluso si eso significa ponerse a terminar el colegio y estudiar abogacía. “Los hermanos sean unidos…” El director no debe haber leído el Martín Fierro pero que aplica la “ley primera”, la aplica.
Yo no le voy a contar como termina, de eso se encargan los distribuidores con el poster. Sí le digo que las actuaciones tanto de Rockwell como de Swank son de colección, sobre todo cuando comparten encuadres. Lo mismo se corresponde con Bailee Madison y Tobias Campbell, los chicos que personifican a Betty Ann y Kenny cuando eran chicos. Un ejemplo de buena dirección de actores.
El relato casi no tiene subtramas, se nutre así mismo de la investigación que realiza la hermana y de personajes ocasionales que aportan al tiempo en que se desarrolla el guión como el de Minnie Driver, compañera de estudios y futura amiga de Betty Ann. Una película realizada con mucho oficio (frase hecha, ya sé; pero le juro que esta vez aplica) y especialmente sin otra pretensión que la de ser una historia bien contada y que no subestima a nadie.
Olvídese de comparar esto con películas como Silkwood, Norma Rae o Erin Brockovich. Justicia final no es la lucha de una mujer contra el sistema porque salvo un par de guiños arbitrarios, nadie le niega apelaciones u otras acciones. Betty Ann lucha contra sus propias limitaciones ante la impotencia que le causa desconocimiento. En todo caso hubo dos ejemplos este año en la cartelera local si queremos buscar historias simples, lineales y entretenidas (sean verídicas o no): Poder que mata y La verdad oculta (Esto me hace acordar a cuando trabajaba en el video club), vaya a verla. Es probable que se lleve algo más que entretenimiento.