Betty Anne Waters (Hilary Swank) trabaja como moza en un bar mientras cría sola a sus dos hijos. Su dura vida cambia de modo radical cuando condenan injustamente a cadena perpetua a su hermano Kenny (Sam Rockwell). El hombre es un alocado y díscolo personaje de vida rumbosa. Ese perfil desordenado lo coloca en una situación comprometida y termina acusado de un brutal crimen. Desesperada por la injusticia e impulsada por su incontenible amor filial, la mujer busca una solución por sus propios medios iniciando la carrera de leyes para defender a su hermano. Si el filme no estuviera basado en una historia real, seguramente resultaría poco creíble que alguien pensara en una solución tan remota. Pero el director Tony Goldwyn explota a fondo el talento de Hilary Swank, quien consigue meterse bajo la piel de una hermana tan sobreprotectora como tenaz, y transmite en forma convincente la impotencia que siente una mujer sola frente al mundo, ante la titánica tarea de terminar una carrera universitaria para buscar la liberación de su hermano. Sam Rockwell, correcto en su papel de chivo expiatorio de un delito ajeno, colabora para que el filme gane en nervio y tensión dramática. Desnudando las marañas leales que suelen entrampar en sus redes a los menos avisados, el director se empeña en mostrar a una luchadora solitaria que desafía a un sistema legal que se encuentra muy lejos de la perfección. Una propuesta que revaloriza el esfuerzo humano.