Centro geográfico, frontera mítica. La Plaza Congreso como centro geográfico, frontera mítica y punto nodal histórico y político de la ciudad y, tal vez, de la Nación toda, al menos en su carácter de representación. Esa es la hipótesis que el realizador Mario Levin persigue en Km 0, ficciones urbanas, su regreso al cine tras la lejana Sottovoce (1996) y la jamás estrenada Sola, como en silencio (2004). Más que de hipótesis, concepto que hace pensar en un desarrollo posterior sistemático, cuasi científico, convendría hablar de quimera, término cuya resonancia mítica parece sentarle mejor no sólo a la clase de referencias a las que en muchos casos recurre Levin sino también al estilo libre, sin ataduras, como de quien va hilando pensamientos en voz alta, cercando aquellas ideas. “Buscar ideas, pero partir de una sola: la Plaza Congreso como Km 0”, sostiene la narración en off, a cargo del periodista especializado en policiales Ricardo Ragendorfer. ¿La Historia argentina como relato policial? Es una hipótesis tentadora, pero la voz de Ragendorfer no está por eso, sino porque sí. Collage de imágenes e ideas, montaje de choque de matriz eisensteiniana, relaciones entre cine y política, asociaciones inesperadas, carteles como consignas: ya desde los primeros planos de Km 0, ficciones urbanas queda bien clara la marca a fuego de Jean-Luc Godard. El Godard de Historia(s) del cine, más precisamente. A escala, desde ya: hay menos juegos con el montaje, menos ambición, menos maximalismo, menos loops visuales. Una hora y un minuto contra las dos horas y media de la serie televisada de Godard. Dedicado a la memoria del realizador Sergio Bellotti, el film-ensayo de Levin –que a pesar de lo que sugiere su subtítulo no trata de ficciones– discurre en todas direcciones, siguiendo el hilo del discurso del realizador, verbalizado por Ragendorfer. El artista plástico Daniel Santoro, vecino de la zona, ve en la Plaza de los Dos Congresos el límite entre el Norte civilizado y el Sur imaginariamente bárbaro de la ciudad, antes de presentar su proyecto de duplicar el Pasaje Barolo, uniendo ambos con un puente que atraviese la Avenida de Mayo. El arquitecto Julio Colotti hace ricas asociaciones entre el Sur, los proscriptos y la indiada del siglo XIX, recordando cierto refrán que sostiene que el Congreso y la Avenida de Mayo fueron pensados por argentinos, copiados de los franceses, construidos por italianos y habitados por españoles. La narración, rapsódica, evoca escenas literarias de la avenida Rivadavia, imaginadas por Borges y Onetti. Y sin embargo, de pronto se sigue un hilo histórico que nace en el 1900 y recorre la historia de la inmigración europea, las luchas sociales, la represión del 1º de mayo de 1909 en Plaza Lorea (vecina a la de los dos Congresos), el atentado de Simón Radowitzky a Ramón Falcón, el apoyo de Salvadora Onrubia a Radowitzky, una impresionante carta abierta de ésta al general Uriburu… Más tarde sobrevienen imágenes de los bombardeos del 55 (que fueron en Plaza de Mayo), de los desaparecidos, las marchas por ellos, las del Orgullo Gay… El collage deviene línea, las imágenes dudan entre el documento naturalista y la intervención modernista. A Km 0 parece faltarle la necesaria cuota de orden secreto que requiere toda obra de estructura libre.
Espacio interior Mario Levín (Sotto Voce) realiza un postulado introspectivo acerca de la Plaza Congreso, en un film que va desde la catarsis hasta la reflexión antropológica de un barrio y su historia. La plaza congreso está ubicada en el km 0 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Son tres plazas, menciona el locutor, y no dos como se cree. Del lado norte, la parte linda de la ciudad, del sur, la parte ocultada, más pobre, más olvidada. Punto de partida para hablar de la historia, su población, su transformación, en un profundo ensayo sobre el destino de un país con sus limitaciones geográficas e ideológicas. Mario Levín realiza un film ensayo como si se tratase de Alexander Sokurov en Francofonia (2015), sin la majestuosidad estética y artística de aquella. El mismo hombre relata su propio documental con reflexiones asociadas a su biografía personal. Pero también utiliza efectistas carteles para reafirmar su discurso, al estilo de La hora de los hornos (1966-68) plagados de verborragia e impresiones sobre el destino de los habitantes del lugar observados desde afuera, como Travis Bickle desde su auto en Taxi Driver (1976). KM 0 Ficciones Urbanas (2015) es un collage de imágenes y sonidos que impactan por su mutación, su transformación casi experimental, con un trabajo del espacio a través de sobreimpresiones, inserts de escenas de películas clásicas y los mencionados carteles. Todo se funde y relaciona con la historia argentina –imágenes de archivo que acompañan el relato verbal- sobre el lugar geográfico, en una propuesta arriesgada y valiente. Quizás el principal punto a discutir de la película sea el tono -entre pesimista, nostálgico y soberbio- desde donde se narra y describe el destino del barrio de Congreso y con él, el origen de la Argentina. El tono solemne construido es fascinante en un comienzo pero es difícil de sostener en el desarrollo del metraje. Sin embargo, reiteramos, la apuesta discursiva y personal tiene un valor agregado en cuanto a su explícita declaración de principios. KM 0 Ficciones Urbanas es el pensamiento de su autor, sin nunca negarlo ni ocultarlo. El hombre se hace cargo de su visión, la fundamenta y expone de manera directa. Le guste a quién le guste.
UN PUNTO DEL MUNDO, MUCHOS PUNTOS DE VISTA Hay películas que, desde el comienzo, hacen sentir que no bastará con verla una vez para entender muchas de las cuestiones que trabaja. KM 0, ficciones urbanas no deja solamente esa sensación, sino que genera una necesidad de volver a recorrerla para apreciar cada uno de los rincones de sentido que quedan desplegados. Porque el director Mario Levín explora, desde el diálogo con diferentes artes y expresiones, el punto cero de la Argentina y aquello que lo rodea y perdura en ese sitio. Desde un punto pequeño de la Argentina, KM 0, ficciones urbanas trabaja diferentes temas que tuvieron su huella histórica o simbólica en ese lugar pero que muchas de ella abarcaron decisiones y concepciones para todos los argentinos. Ese mundo de relatos de diferentes artes que Levin recolecta forma un tramado histórico de disímil perspectivas que rodearon al lugar. Se trabaja desde la historia de su arquitectura heterogénea, que puede funcionar como analogía de los habitantes de la Argentina, tan dispares en nacionalidad y procedencia, hasta las marchas de protestas que aparecen como habitantes turistas que, aun con estadía corta, parecen caminar eternamente, en los que fueron, en los que están y los que vendrán. Muchas son las tramas que el film lanza al juego, da posibilidades de diferentes caminos y amerita un rol activo del espectador, dispuesto a recordar una frase y encontrar que es parte de un poema. El modo de construcción se lleva a cabo por la acumulación de información. Aunque la música y los tiempos no sean rápidos, el contenido de cada uno de los elementos hace que haya muchas ideas en juego. Se ponen al tablero diferentes expresiones artísticas como fotografía, pintura, escultura, arquitectura y literatura, que funcionando en simultáneo parecen ser difícilmente observables sin perder detalles y significaciones. Al mismo tiempo que cada una de las obras posiblemente despertará diferentes puertas de significación según los conocimientos y experiencias de cada uno. Pensado desde la acumulación de conocimientos del arte, se puede creer que el film es un desfile de pedantería y puro despliegue de conocimientos sin una intención más que la exclusión de quienes no los conocen. Sin embargo, aquí la puesta en escena funciona como un puente hacia distintas expresiones del arte. Se abren muchas puertas diferentes y, aún con todas ellas, también se construye esta misma película y la historia de un punto de la Argentina, que metafóricamente es el corazón del país.
En los minutos iniciales de la película, una leyenda impresa sobre las imágenes nos orienta: “Cuando hay censura, es en las calles y en la arquitectura -el rostro de la ciudad- donde el pueblo escribe su historia y sus protestas”. El ensayo fílmico de Mario Levin girará entonces en torno a los acontecimientos -muchos de ellos reclamos por hechos de injusticia social- en que la elegida parte de la arquitectura porteña (el kilómetro cero, sus palacios, sus plazas, sus calles) es sede y, muchas veces, responsable. El documental traza una línea libre y sin orden cronológico de la historia nacional, siempre con el barrio del Congreso como eje, y con cierto godardismo como guía formal. La presencia del artista plástico Santoro y su sensibilidad peronista es otra pista en esta poesía caótica y pesimista, que sólo asume el partidismo artístico pero con la potencia del discurso crítico como timón y premio. El cero es aquí un punto de partida hacia el abismo; es representación del vacío de las decisiones voraces de unos pocos; un kilómetro cero que dividió y divide a la ciudad en dos suertes. La música de Marcos Franciosi por momentos se acerca a un drone ambient oscuro que encaja a la perfección con la rasposa y lúgubre voz en off de Ricardo Ragendorfer, así como con la mirada tan realista como lapidaria que imprime Levin en esta breve ficción urbana de nuestra historia, articulada desde la no-ficción de una mayoría de hechos tremendos. Aunque también hay en estos 62 minutos de libertad artística algunos atisbos de optimismo que quedan demostrados en las comparaciones que hace Levin del progreso social que se dio entre los años 2003 y 2014; imágenes de manifestantes de derechos humanos -junto a las Madres de Plaza de Mayo pidiendo la nulidad de las leyes de punto final y obediencia debida- que llevan sobreimpresa una leyenda que toma una postura más clara: “antes eran pocos, ahora son muchos”. Estas imágenes de las Madres se unen a otras manifestaciones icónicas del Congreso como, por ejemplo, la marcha del orgullo gay. Levin baja línea desde la poética, tanto desde los textos leídos como desde los planos, generando un extraño documental con el bello embrujo de la deformidad.
Escrita y dirigida por Mario Levín, KM 0 Ficciones Urbanas es un documental poético sobre la Plaza de Congreso y todo lo que ella abarca y vivió. A través de diferentes recursos tales como una narración en off, unos pocos testimonios, leyendas incrustadas en colores y enormes sobre ciertas imágenes, material de archivo y original… se va construyendo el símbolo que es la Plaza. La fotografía recorre a la Plaza desde cada ángulo, cada rincón, de día, de noche, en la cotidianeidad y en momentos emblemáticos, esa Plaza que supo ser y es terreno de luchas, desencuentros personales, marchas por la memoria y reivindicaciones sexuales. La describe desde los contextos sociales, la arquitectura y la gente que vive y trabaja allí. Dividido especialmente en el Norte y el Sur, la película también apuesta a la memoria del cine. No es casual que este ensayo poético se expresara a través del él. Extraña y fascinante al mismo tiempo, KM 0 Ficciones Urbanas es una especie de collage audiovisual. No encuentro mejor forma de describirla ya que en apenas una hora de duración intercala imágenes fijas, en movimiento, de archivo, actuales, obras pictóricas, leyendas enormes y en colores con frases que terminan de cerrar ideas, las diferentes narraciones en voz, la del narrador principal y la femenina que lee una carta nunca recibida… Las intercala y a veces las superpone, logrando interesantes juegos visuales. El cine independiente argentino está plagado de películas que intentan construir nuestra historia, desde una mirada cada vez más personal, y hay un intento en cada uno de ellos por diferenciarse del resto, mostrar algo de un modo que nadie más, contar algo de otra manera. KM 0 Ficciones Urbanas hace lo propio y es así que logra un producto interesante desde su contenido y aún más desde su forma. Chiquita y poética, sin pretensiones pero con las ambiciones necesarias.
Un documental muy personal que toma como referencia a la Plaza del Congreso desde sus orígenes a nuestros días, con sus monumentos, leyendas., el monolito del kilómetro cero, y una sucesión de hechos históricos hilvanados con ese escenario común. Desde quienes la proyectaron en la generación del ochenta, hasta el velatorio de Eva Perón, o los sucesos y protestas anarquistas, las cartas de amor a Mariano Moreno cuando el ya estaba muerto, los significados sociológicos y arquitectónicos. Mario Levin realiza este trabajo como un ensayo personal sobre nuestro pasado, presente y futuro. Una propuesta arriesgada que puede ser discutible, pero que tiene la apuesta de una visión sobre lo que marco a nuestro país. Para provocar o pensar, arbitraria y subjetiva.