Una experiencia hidroespacial Este documental dirigido por Gabriel Saie viene a hacer justicia sobre la figura de Gyula Kosice, artista fundamental argentino indispensable para comprender el arte contemporáneo. El genio del arte cinético a sus 91 años narra su visión del arte, su obra, su no reconocimiento de parte de la crítica argentina y sus intenciones de exponer en el Centro Pompidou de París. Creador absoluto de un estilo inusual que fusiona el agua y la luz como elementos fundamentales de su obra “elementos imposibles de manipular”, comenta uno de sus discípulos, el hombre abre las puertas de su taller para encontrarnos con su idea de arte y su espacio de creación. Pero también el documental nos acerca a él mediante su familia, sus colaboradores habituales y el recorrido histórico para marcar su influencia y legado en la historia del arte. Fundador del Grupo Madí, Kosice es también un artista a la vanguardia en el arte cinético y óptico, pionero en nuestro país en fusionar el arte a la industria, y además escribió poesía siendo un precursor a nivel mundial con su trabajo. Hoy en día sus obras son reconocidas, y trascienden a nivel sensorial la mera experiencia contemplativa. El documental hace foco en el proyecto de Kosice de crear una ciudad hidroespacial, la cual fusionaría elementos naturales como el agua con elementos industriales que posibilitarían habitar el espacio. Lejos de ser meramente una propuesta estética Gyla lo plantea como un modo de vida realizable donde el arte sea motor de un cambio ecológicamente sustentable. Al introducir al espectador en la oscuridad de su taller iluminado por su obra, la película nos adentra en su mente. Kosice hidroespacial (2016) no es sólo un trabajo cinematográfico acerca de un artista proveniente de otra esfera artística: plantea un recorrido sobre su obra y su importancia estética. De esta manera, la representación de Gabriel Saie dialoga con la labor de Kosice mientras le brinda un respetuoso homenaje. Una experiencia hidroespacial en todos los sentidos.
Muy buen documental homenaje a Kosice Hijo de húngaros nacido en un pueblito de Eslovaquia, del que tomó su nombre, Gyula Kosice se crió entre nosotros y se convirtió en uno de los artistas más singulares que hayamos tenido, un hombre que supo relacionar industria y escultura, movimiento y firmeza, teoría y poesía, vanguardia y popularidad. El documental que ahora vemos nos permite apreciar mejor su vida, sus creaciones, y ese sueño suyo de la ciudad hidroespacial, posible inspiración de nuevas generaciones. A la hora del registro, él tenía 91 años, seguía trabajando, y todavía se sentía nuevo. El autor del documental es Gabriel Saie, que ha hecho un seguimiento muy bueno y muy oportuno, con abundantes aportes y sorpresas. Kosice alcanzó a verlo, y a recibir los merecidos aplausos junto a la exposición homenaje que le organizó el Bafici en abril último. Ahora se estrena en un ámbito especial: el Cultural San Martín, acompañando a la Bienal Kosice. Según se anuncia, las funciones de viernes y sábados serán enriquecidas por charlas del director con diversos conocedores, como Max Pérez Fallik, el nieto a cargo del museo-taller que el artista tenía en Humahuaca al 4600, y Rodrigo Alonso, curador de la retrospectiva Gyula Kosice 1924-2016 abierta hasta fines de diciembre en el Museo Nacional de Bellas Artes. Es lo que corresponde.
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Dirigido por Gabriel Saie, el retrato audiovisual sobre la vida y obra de Gyula Kosice, vuelve al Gaumont después de presentarse en el BAFICI 2016, este jueves 26 de abril, coincidente al aniversario de su nacimiento. El documental indaga y reconstruye los pasos del artista húngaro-argentino, desde su salida de la ciudad que le da su apellido artístico, hasta apenas un par de meses antes de su muerte, en mayo del 2016. Combinando elementos ficcionados sobre su niñez y adolescencia, además de los testimonios de sus hijas, amigos, discípulos, críticos de arte y su propia persona, el film recorre tanto su vida personal como su extensa trayectoria en las distintas artes que practicó. Los relatos protagonizados por sus cercanos son intercalados con la atractiva luz que destellan sus obras y la sinuosidad de las burbujas que el aire esculpe en el agua. El sonido, excelentemente logrado en estos momentos de observación pura, resalta al elemento agua como eje descriptor, consiguiendo un suave difuminado entre lo que se ve y lo que se escucha, sobre todo cuando el cambio nos devuelve al testimonio. Sin embargo, este constante vaivén entre la imagen de archivo y el azul neón de las obras de Kosice, puede por instantes ser perjudicial al dinamismo buscado por el director, y aunque los pasajes ficcionados refresquen en algo el relato, no alcanzan a poner a la historia en el siguiente peldaño narrativo que, en términos generales, solo poseen los entrevistados. En cierta medida es como si la figura de Kosice desbordara el documental, como si saliera a pasear por las alturas de su Ciudad Hidroespacial sin preocuparse por lo que acurre bajo sus pies. En un pasaje, el principal precursor del Arte Madí, desde su merecido podio hidrocinético, nos interpela con razón: “…estamos hechos de tiempo. Hay que apurarse a hacer cosas”. Máxima que recuerda a “el tiempo es invención o no es nada en absoluto” de Bergson, y que conforma el néctar que mueve la obra de Kosice: de la idea a las manos, sin descanso. Toda una vida creativa para olvidar la melancolía, no es poco. En síntesis, el documental cumple su cometido, en tanto archivo testimonial y difusor de su obra, pero en términos de forma, se empantana justo en medio de las intenciones que se propone. Es decir, el director no aventura una visión personal fuerte y concordante con la mirada Kosiceana y, en su intento por hacerlo, termina por cobijar su propuesta a la sombra segura que le da el peso de su personaje. Algo que al momento de ver los créditos no parece incorrecto, pero que en caso de haberlo encarado con mayor riesgo, podría haberle aportado mucho más al resultado final. Kosice se fue de este mundo investido como ciudadano hidroespacial, repartiendo profecías y alquimias llenas de porvenirismo: que nuestras almas no tendrán final terrestre, que las nubes serán ineludiblemente nuestra nueva tierra, y que, en esa nueva casa, podremos oír la palpitación del universo, el sonido de un nuevo lenguaje; como si aire y arte fueran por fin, uno solo.