La mejor crisis infinita
Kryptonita supera con creces lo que se esperaba de ella. Es la personificación exacta de esos héroes que vemos en producciones estadounidense pero como si hubiesen nacido aquí, en este costado del planeta, en un mundo tercermundista. Es la película de la Liga de la Justicia del Conurbano, del Oeste, de la calle y el barrio argento.
Nicanor Loreti, a quie n ya vimos detrás de cámara en Diablo (2013), nos traslada desde su óptima al hospital Paroissien junto a El Tordo (Diego Velázquez), el médico “nochero” que será quién reciba a la banda del Nafta Super (Juan Palomino) en una noche totalmente diferente a cualquiera en esos terrenos bonaerenses. Loreti utiliza y juega con el Tordo, mostrando las grandes contradicciones morales y éticas con las que conviven gran parte de los argentinos en cada uno de sus trabajos. En este caso, un doctor que debe ir en contra de su código profesional y ético para cumplir con un pedido corrupto de la policía. A modo de detalle, se le agregó un propósito moral a esta Liga del Oeste, a diferencia de la novela homónima de Leonardo Oyola, libro en el que el film se basa.
Por otra parte, éstos son héroes de carne y hueso, con problemas y falencias reales. La caracterización de cada uno de ellos es ejemplar, además el espíritu narrativo aparece desde el comienzo en los diálogos de Ráfaga (Diego Cremonesi), Lady Di (Lautaro Delgado) y el Faisán (Nicolás Vázquez), utilizando un humor negro, bizarro y actual. Pablo Rago cumple con una gran interpretación del Caballero de la Noche, mientras que Diego Capusotto actúa de manera similar con su némesis, Corona. Delgado toma gran parte de la pantalla gracias a su carácter y esmero en personificar a la mujer maravilla de La Matanza de manera ejemplar y contundente. Cada uno de ellos, hasta el músico Carca haciendo el papel de Juan Raro, cumple con el rol expuesto en las líneas de Oyola y llevadas a la pantalla de manera gratificante por Loreti y Camilo de Cabo. Un gran acierto por parte de la dirección del film fue invitar al rodaje al autor del libro, para consensuar y debatir ciertos aspectos narrativos y argumentales.
Tal vez, lo más flojo de la película recae en el guión, que no avanza y a veces cae después del envión elemental que generó la primera aparición de toda la banda, con Nafta Súper a cuestas. Sin embargo, es un detalle menor gracias a la gran ambientación que generó todo el aparato artístico y de producción. El manejo técnico que empleó el director aparece de una manera muy lograda en el aspecto caricaturesco de sus matices, fondos y contrastes, un argumento similar al trato que utilizó el referente comiquero Frank Miller en Sin City (2005).
La dirección de arte comandada por Catalina Oliva como así también el trabajo realizado por Dario Georges en la música, conviven y nutren al film en un escenario único y especial. Kryptonita tiene su propia esencia gracias a la combinación entre ellos, además de la fotografía (a cargo de Mariano Suárez), el gran matiz actoral y la mirada del director. Se puede hacer referencia en cierto aspecto del montaje, pero vale recordar lo complicado de realizar una película nacional de este género, comparado a los miles de millones de dólares de presupuesto que se utilizan en las producciones norteamericanas.
Por su lenguaje burdo, coloquial, popular y de barrio, Kryptonita es una película para un público más adulto-adolescente que creció imaginando como imposible a un Superman de La Tablada y demás. Un mimo al alma a todos los fanáticos que hoy se regocijan con los trailers de Batman vs Superman y Capitan America: Civil War, pero que tomarán a Kriptonita como un clásico de culto en esta nueva cultura pop.