Subvertir la historia
Adaptación del libro de Leonardo Oyola, aquí se respeta, y también se potencia, el desenfado del autor.
Quizá Kryptonita no sea una gran película bajo los cánones que definen qué es una gran película, pero su texto brillante, su historia arriesgada desafían esos cánones y muchos más. Adptación del libro homónimo de Leonardo Oyola, el filme de Nicanor Loreti respeta y potencia el desenfado del autor. Y arriesga con personajes únicos una lectura sui generis del superhéroe, construido culturalmente desde acá, desde la idiosincracia conurbana, un mundo en el que “la justicia la liga” y no al revés.
Después de todo, ¿qué es un súper héroe? Acá es un cómic real, surgido del barro, de la montonera, de la lucha de clases leída sin postulados ideológicos si es que eso existe. Mérito compartido entre Oyola y Loreti, que entendió rápido de qué se trataba y reivindicó el riesgo junto a su elenco.
Un médico, un nochero del hospital Paroissien, interpretado por Diego Velázquez, sucumbe frente a un sistema que deja morir a los pobres. Empastillado, sobrelleva la guardia cuando en la larga noche en la que transcurrirá el filme irrumpe la banda del Nafta Súper (Palomino), que trae a su jefe gravemente herido y le exige al tordo que lo salve a punta de pistola. Curiosa y fugaz se despliega una galería de personajes conurbanos, una pandilla que copa la guardia y rodea al médico y a la enfermera Nilda (Susana Varela).
Lo crudo, violento y realista del trasfondo, compite con esos trajes vistosos, con los efectos especiales. Es una larga noche de charla, recuerdos y acción con la travesti Lady Di, el Faisán (Nicolás Vázquez), el sórdido Ráfaga, y Federico, un ex poli reconvertido en hampón. Linda bandita.
Van contando anécdotas, amores, un costumbrismo al revés tejido con los ojos de la calle mientras se preparan para enfrentar a la policía. Aparece el mediador Corona, Capusotto lookeado de Guasón, o el Cabeza de Tortuga (Pablo Pinto), el rival eterno del Nafta Súper.
Libro y filme que subvierten conceptos en un entramado fantástico, profundo y a la vez desopilante de un mundo que hay que contar.