Kryptonita

Crítica de Mariano Rizza - Malditos Nerds - Vorterix

Finalmente llegó ese día que muchos siquiera sabían que estaba por llegar y Kryptonita, la novela del autor argentino Leonardo Oyola, se hizo película. Bajo el mando y la imaginación de alguien diestro con la fantasía y evidentemente conocedor de DC Comics, esta historia elegida como una de las mejores publicaciones literarias de 2011, narra un “elseworld” o mundo paralelo, donde los integrantes de la Liga de la Justicia son en realidad criminales que, parapetandose en la guardia de un hospital de Isidro Casanova, toman de rehén a un médico en el peor momento de su carrera, para que salve la vida de su moribundo líder: Nafta Super. Sin perder nunca de vista la cultura local, Oyola supo adoptar a los dioses norteamericanos modernos para un relato sin desperdicios.

El traspaso a la pantalla grande no era tanto una obviedad, sino más un deseo del nicho nerd local. Siempre esperamos nuestra propia película de super héroes y sabiendo que El Eternauta nunca llegará, esta era definitivamente la mejor alternativa. La que no era un premio consuelo. La que queríamos ver. Nicanor Loreti, en un merecido paralelismo con Dos Caras, dirigió ambas entregas de Socios por Accidente, argumentando que las mismas eran un gran ejercicio para el plan que tenía para con Kryptonita. Y como suele pasar, algunos planes fallan.

Sin embargo los errores no son por ineficacia o falta de talento. Muchos de los actores se destacan, muchas ideas visuales están realmente bien aplicadas y, sinceramente, el trabajo de decidir que quedaba fuera de la adaptación y que no, se realizó con una precisión quirúrgica. Lamentablemente parecería que en algún momento el entusiasmo de un proyecto que despertó tanto interés en el público, hizo que se pasaran por alto varios inconvenientes que no arruinan, pero definitivamente no ayudan a la película. Principalmente, la misma está enfocada como si fuera una obra de teatro. Cada vez que nos presentan una nueva situación, vemos un plano general con todos los actores en medio y a medida que avanza la historia, no vemos otro enfoque ni ángulo de cámara, siempre estamos omnipresentes ante los largos monólogos de cada personaje, en el cual el empeño por ser fiel al traspaso del libro, impidió el buen tino de elaborar mejor los diálogos, para que no siempre sea una persona la que habla y la otra sólo arroja monosílabos para dar tiempo al orador de turno a tomar aire y tragar saliva.

En un segundo lugar, son los mismos actores quien no terminaron de llenar los enormes zapatos propuestos. Mientras que Pablo Rago y por sobre todos, Diego Cremonesi, se llevan el colectivo de los aplausos, Diego Velázquez y Nicolas Vázquez opacan el trabajo de todos. No necesariamente por ser malos actores, sino porque resulta imposible creerles. O peor aún, se les cree que sean super héroes, pero no que sean gente de calle y eso termina echando por tierra a sus personajes. Sin embargo, la tercer columna inestable de esta película es uno de los mayores problemas del cine nacional, el cual en la gran mayoría de sus películas, no logra definir diálogos que parezcan ser llevados a cabo por personas reales. Tan pintoresco y alabado como bastardeado es nuestro idioma, nuestro tono, nuestro lunfardo y sin embargo, en ninguna película se escriben diálogos que sean verosímiles a personas reales. En la novela, el lenguaje del medio es distinto pero en la pantalla, en la carne y audio, todos los díalogos parecen de dibujo animado doblado de los ochenta y mientras que la temática no cae tan lejos de esta exageración, aún hace daño al producto final.

Los pifies de Kryptonita duelen más por las ganas del público de que no existan, que por lo que realmente afectan al largometraje. Fuera de los aspectos criticados, las elecciones de colores y musicalización son soberbias, como inspiradas en juegos como Hotline Miami o cortos como Kung Fury, pero con identidad propia. Las escenas en cromas fijos ayudan al juego planteado de si realmente estos seres tiene poderes o simplemente es nuestra imaginación al escuchar sus relatos y los cameos, aunque algo duros en sus apenas segundos en pantalla, ayudan a la mística fantasiosa Pop de todo el relato.

Kryptonita es una gran historia, pero en ningún momento esto aseguraba que también sería una gran película. Como ya lo hizo en Socios por Accidente, Loreti maneja bastante mal los ritmos de las situaciones y las transiciones temporales, confundiendo a veces al espectador y desinteresandolo de la película. De todos modos, si existen los premios consuelos en los análisis cinematográficos, se nota que todo el mundo, tanto los buenos y los malos, detrás y delante de cámara, realizaron un aplaudible esfuerzo por hacer de la historia una realidad. Con intenciones no hacemos nada, pero con experimentos y ejercicios como estos, el cine de nicho sigue cobrando protagonismo.