EL CIELO RESPLANDECE Dragon Ball demuestra que no necesita las esferas del dragón para revivir la franquicia. ¿Qué tiene Goku?¿Por qué nos pasa lo que nos pasa cuando vemos a Goku?¿Es su humildad y su inocencia?¿Es la naturalidad con la que le salen las cosas?¿Es por ser la prueba que aún en el peor de los contextos, llevando el mal en el código genético y siendo un ejemplar magistral de una especie depredadora, logra ser también una prueba de que el humano puede ser un ser de bien? No lo se. Probablemente el lomo esculpido con precisión japonesa, la melena radioactiva de león extraterrestre y tirar rayos de las manos también tenga algo que ver. En todo caso, esos principios básicos no dejan de ser el ABC de la creación de Akira Toriyama y Dragon Ball Super: Broly los homenajea en cada cuadro de animación durante la extensión de la película. Personalmente, abandoné Dragon Ball sin terminar de ver GT. Sin hacer un juicio de su calidad, simplemente mis intereses fueron variando a determinada edad y por más que todavía podía reflejar mi fantasía de poder en Kakaroto, no me sentía identificado en su inocencia. Para cuando llegaron las películas modernas y Super, todo tipo de empatía hacia el producto se había disuelto. Pero tenía que aparecer Broly. No se si tengo la capacidad, pero si tengo la paciencia como para sostener que Broly es el mejor personaje de este universo. Más allá de que es aún otro robo de Toriyama a Superman - literalmente Broly es a Goku lo que Doomsday a Superman... y las fechas cierran - todo lo chato y cabeza que es, resulta una contraposición perfecta a los tropos del Shonen convencional. Broly no tiene una sed de aventura, un ego sobredimensionado o una misión en la vida. Broly es una máquina de matar. No tiene una personalidad que lo defina, no tiene momentos de alivio cómico y en una suerte de conciencia meta, no tiene intención alguna de tener más protagonismo en la historia. Es un asesino por naturaleza o, por definición, el Saiyajin perfecto. Incluyendo la vibra políticamente negativa que siempre giró alrededor de ese concepto. Yendo ahora de fondo a esta nueva película - gracias por bancarse el preámbulo - todo esto comienza a cambiar esta vez, pero en una dirección más que interesante. Dragon Ball Super: Broly comienza unos 40 años atrás, antes de la llegada de Goku a la Tierra, recordándonos que el extraterrestre tiene más de 40 pirulos. Teniendo como setting el planeta natal de esta raza colonizadora, se nos pone en un contexto político donde los Saiyajins viven sometidos al yugo de Freezer, al tiempo que son maltratados por sus propios monarcas, quienes explotan a su pueblo desviando su impotencia. En dicho contexto social poco explorado para este anime de peleas, vemos la historia de Broly desde su nacimiento hasta el cruel destino que le espera y acto seguido, recordamos sin mucha pompa la historia de origen de Kakaroto, hasta el momento que es enviado a nuestro planeta. Bardock. Mi único héroe en este lio. De vuelta en el presente y sacándose de encima la mayor cantidad de chistes posibles durante una sesión de sparring entre Gokú y Vegeta, vemos a los personajes que más amamos conversar de trivialidades, haciendo tiempo hasta que se desate el conflicto. Y de ahí en más, el todo y la nada. Tomándose libertades que ni Michael Bay se atrevería con la peor de las Transformers, el resto de la película es una pelea constante en la que los actores de voz se llevaron un cheque por gritar vocales en distintos tonos durante cincuenta minutos. Y antes de que dejen la nota acá para ir a insultarme por Twitter, déjenme decirles que no creo que haya nada malo en esto. La animación es uno de los puntos fuertes de esta película pero ni aún sabiéndolo podría haberme adelantado a que todo el largometraje es un deleite de experiencias audiovisuales. Las coreografías de las peleas son armoniosas, ingeniosas y violentas. La mezcla de animación tradicional y moderna contrasta positivamente en su gran mayoría y la vibrante musicalización original complementa todo, haciendo sudar energía a la pantalla y dando la sensación de que la película se quiere adueñar del espíritu de los videos .flv de Dragon Ball Z. Por momentos las proporciones de los combates se vuelven tan ridículas que todo toma dimensiones bíblicas y ahí, en ese momento, algo hace click dentro tuyo y te das cuenta que Dragon Ball nunca se vio así, pero siempre se sintió como lo estás viendo ahora. El resto es subirse a esta montaña rusa y aplaudir fuerte al final. El Principe y el mendigo. Ahora bien, que haya disfrutado su exacerbada propuesta y su bienintencionada ridiculez, no evita que la juzgue formalmente como película. La decisión de mostrar otro génesis luego del primero en lugar de tratarlos en paralelo, hace que uno como espectador sienta que lo hicieron retroceder un casillero, teniendo que ver la película empezar de vuelta. Personajes como Bulma o Bills solo están para cumplir con el fan, sin tener ningún tipo de función particular en la historia, arruinando un relato muy prolijo en su minimalismo. Gran parte del planeta se destruye y ni siquiera pudieron tener la cortesía de que algún personaje rellenara vagamente el agujero en la trama diciendo “Todo bien, después le pedimos a Shenlong que lo arregle”. Pero mientras todas estas cosas son detalles, el verdadero y único pecado de esta película es que nunca se plantea que algo esté en juego. La pelea de los protagonistas no es a muerte. Nadie está buscando activamente conquistar el planeta. No hay cuentas regresivas, promesas ocultas o vueltas de tuerca inesperadas. Estos dos dioses guerreros se trenzan en combate durante el sesenta por ciento del film sin ninguna dirección aparente. Nadie jamás está ni a punto de perder ni ganar y, sabiendo ya desde hace años que estas personas se arrojan supernovas en la cara diariamente porque lo consideran divertido, este combate no deja de sentirse como tan solo un día más en la vida de Goku y sus amigos. El verdadero Saiyajin legendario. Por su propio bien, esto no termina de hundir a la película. Todo lo bueno de su arte, su humor, su acción y su musicalización, termina demostrando que desde un principio esto siempre buscó ser un espectáculo más sensorial que narrativo. El guión no es más que una excusa y mal que nos pese, a veces las excusas son muy buenas y no se les puede discutir. Dragon Ball Super: Broly es una peli para todo fan de la saga. Tiene la suficiente cantidad de elementos nostálgicos y modernos, conoce sus fuertes, sabe lo que el público quiere y por encima de todas las cosas, se anima a seducirnos con aires de cambios, al canonizar al personaje que le da nombre a la película. Diría, de todos modos, que lo que más me gusto fue como este personaje cuyos valores eran un conjunto de falencias, pudo tomar todo otro color al ser dotado de humanidad. Hasta me animé a ver en los ojos de Goku el momento donde lo reconoce como un digno sucesor. No soy tan inocente como pensar que eso podría pasar, pero hace años que Dragon Ball no me hacía plantearme teorías conspirativas como si habláramos de Westworld o de Game of Thrones. Y si eso no es volver a enamorarse de una ficción, yo no se que es.
Llegó la nueva película de X-Men y la pone bajo la lupa un fanático de la competencia. X-Men: Apocalipsis es sin lugar a dudas la adaptación más fiel de una historieta al cine que ví en mi vida.. Habiendo esclarecido eso, no se si alguna vez tuvieron oportunidad de leer los comic de X-Men de los años ochenta, pero eran realmente malos. ¡A no confundir! Son emblemáticos, precursores en su propio género y crearon historias que al día de hoy se recuerdan como mitología Pop contemporánea, lo que no significa que hayan sobrevivido bien al paso del tiempo. Vayan a cualquier kiosco de revistas y compren “Days of Future Past” o la saga de “Dark Phoenix” y se van a encontrar con paredes de texto densas como libro de Ciencias Sociales de séptimo grado y la particularidad de personajes anunciando sus acciones, por más que las estamos viendo dibujadas. Esto último es comprensible en un radioteatro tal vez e inclusive aceptable hace 30 años en un medio que se estaba inventando a sí mismo, pero trasladar todo esto a la pantalla grande es el último clavo de adamantium en el mutante ataúd cinematográfico de Bryan Singer. Apocalipsis es, irónicamente, un nombre muy apropiado para un película que sólo puede ser contada a través del caos. La narrativa tiene la estructura de un Palo Borracho, la continuidad con el resto de las películas es inexistente y el casting es un experimento fallido de llevar nuevas caras bonitas a la pantalla grande. La idea de la película es situar a los espectadores delante de toda esta masa amorfa de CGI y darles dos horas y media para que intenten desenredar los cambios de guión, las escenas agregadas y los cameos injustificados, intentando encontrar una película en algún lugar. Y nadie puede negar que hice el esfuerzo. Dentro de toda esta construcción que parece el hijo malforme de equipos de guionistas rotativos, productores ejecutivos caprichosos y un director que se esfuerza demasiado, existen destellos de colores en forma de fan service que hacen las veces de bálsamo sobre la herida abierta. Lamentablemente, el colmo de esta situación es que la mayoría de estos guiños aparecieron en los trailers y hasta algunos nos mintieron, mostrándonos personajes que en el corte final, apenas aparecen caminando por el fondo de alguna toma de exposición innecesaria. Porque si hay algo que define a X-Men Apocalipsis es el término “innecesario”. Todos los personajes y sus motivaciones son un cuento de la Buena Pipa que nunca llega a ningún lado a pesar de que el interminable proceso que arrancaron hacia una dirección, se terminaba con un solo paso en la dirección opuesta. Apocalipsis quiere destruir el mundo, por lo cual su primer paso es destruir todas las armas de destrucción masiva del planeta, para que el daño venga de los poderes de sus cuatro jinetes, los cuales aún potenciados, destruyen todo a la velocidad de una conexión Dial Up. Quick Silver quiere decirle a Magneto que es su hijo, pero en las tres oportunidades que están frente a frente y dice la oración “Yo soy tu...” termina arrepintiéndose. Todo este baile de novela adolescente estirada, termina llevando a que las dos horas y media parezcan prolongarse sin fin aparente, donde como si fuéramos Alex en “La Naranja Mecánica” tenemos que atestiguar con nuestros propios ojos como, al no saber cómo explicar todo lo que pasa en pantalla, los personajes repiten las frases de sus interlocutores para dejarlas en claro. Esto es peor aún, cuando anuncian sus propios sentimientos o poderes, antes de ejecutarlos, como si no hubieran gastado el capital de algún pequeño país tercermundista en realizarlos con animación computarizada. En resumidas cuentas, es una película que se esfuerza demasiado por ser espectacular y, al margen de no lograrlo, resigna argumento y actuaciones en el proceso. La gente muere por situaciones dignas de segmentos de Benny Hill, ninguno de los cuatro jinetes tiene motivo alguno como para sumarse a Apocalipsis y por alguna razón que jamás me enteré en todos mis años de leer X-Men, las corrientes eléctricas interrumpen los poderes mutantes. Para cerrar con el mismo argumento que inicie este análisis y con el fin de justificar el único punto que le concedo al film, si en algo se parece este producto a las historietas de los ochenta, es a la espectacularidad de las escenas. En esa época, los mutantes eran algo más que un super héroe, eran personajes un poco más reales con habilidades increíbles y da gusto verlos ejecutarlas en pantalla, por más que las peleas carezcan de coreografías y se reduzcan a los actores parados en el set con sus manos estiradas para que luego los artistas incluyen los efectos especiales chocando en medio. Golosinas para los ojos, demasiado tarde y en muy poca cantidad. X-Men Apocalipsis es una canchereada de un director muy seguro de su producto. Puedo honrar y comprender que esté enamorado de su visión y su ideal, pero es hora de que alguien le avise que no funciona. En una escena ideal para levantarse e ir al baño en medio de la película, los miembros más jóvenes del equipo salen del cine luego de ver “El Regreso del Jedi” y discutiendo las pelis de Star Wars argumentan que las terceras partes son las peores. Quien escribió esta línea debe estar muy orgulloso del palo autoimpuesto a X3, pero no se dio cuenta que Apocalipsis también es la tercera parte de esta segunda trilogía y tal vez se merezca la dilapidante clasificación, aún más que su predecesora de 2006. El desfile de personajes que se turnan para tener sus veinte segundos en pantalla con excusas irrisorias aún para una historia de personas con super poderes, no terminan de justificar el precio de la entrada. Llamen a Ryan Reynolds o bajen el telón de Fox.
Nuestro fanático residente de DC Comics analiza el estreno desde su perspectiva. NOTA: este análisis puede tener algún spoiler. De todos modos, son situaciones específicas y no revelaciones argumentales. Si sabes que Spider-Man aparece y que su traje es rojo, o que los villanos hacen cosas malas, mucho más no te vas a enterar. Aún así, sin son Spoilerfóbicos, dense por advertidos. Capitán América 3: Civil War, es una de las películas nerds más esperadas del año, por no decir de la existencia. Hubiera preferido iniciar el texto con una oración más fuerte, más cautivadora, pero hay una realidad en la misma: en esta cultura que profesamos, todo se mueve en magnitudes que escalan. Civil War no puede ser simplemente una de las películas de super héroes del año, sino la más esperada, por lo cual su resultado tiene que estar a la altura de las expectativas conjuntas de todos los fanáticos que vienen invirtiendo su tiempo, pasión y dinero en los últimos 8 años. Entonces ¿lo hace? Tal vez lo que más vaya a sorprender a los fanáticos es cuánto se aleja esta película del común denominador de los largometrajes marvelitas. La temática que engloba la historia, el comic que busca adaptar y las situaciones que plantea no dejan lugar al festival de chistes dignos de dibujo animado de Disney XD como lo fue Age of Ultron, sino que todo se entrelaza en una trama densa y turbia. A no confundir, de todos modos, estos adjetivos como algo negativo. Civil War simplemente se toma un poco más en serio a sí misma y esto es algo que a la larga, en el plan mayor, le queda bien a la película. Todo es acerca de un plan bien trazado. Mientras que en desastres anteriores, como la invasión alienígena a Manhattan o el ataque de las inteligencias artificiales asesinas en Sokovia, la amenaza sólo cumplia la función de antagonistas de turno, en esta oportunidad existe un conflicto real que no se puede resolver como “los buenos contra los malos” porque realmente nadie cabe en uno sólo de esos dos casilleros. Entonces vos vas a estar sentado en tu butaca, esperando que las luces bajen y todo se convierta en un festival de luces, rayos láser, humo de colores y remates de chistes escritos con precisión quirúrgica. Quien se haya limitado a las películas en estos ocho años, puede que no se encuentre cómodo con lo que ve en pantalla en un principio - a no desesperar, esta sigue siendo una película de Marvel - pero quién viene leyendo historietas desde hace un tiempo, sin importar la editorial que las publique, va a encontrar otro tipo de narrativa. La principal diferencia entre ambos medios es que mientras una película debe resolver una historia en dos horas, los comics tienen semanas, meses y hasta años para preparar los terrenos. Por eso en Amazing Spider-Man 2 jamás logramos sentir la química entre Gwen Stacy y Peter Parker o en Batman V Superman no terminamos de entender la bronca infantil de Bruno Díaz. En Civil War no hay acción y consecuencia inmediata sino un caldo de cultivo bien preparado desde hace ocho años, que quizá no sea la receta para la película perfecta, pero si para una muy buena historia. Al conocer a los personajes, sus motivaciones, sus deseos, sus pasiones y sus miedos, esta peli no tiene que sobre explicar nada, utilizando ese tiempo para plantear otras situaciones. Todo en Civil War es una reacción química, donde los factores se van agregando lentamente, anticipando el punto de ebullición. Tony Stark no puede con el peso de la culpa de todos sus errores pasados, desde su adolescencia rebelde hasta su carrera como fabricante de armas, el Capitán América no puede terminar de comprender cómo adaptarse a un mundo 70 años más jóven que el. Todos tienen un peso, una culpa, un problema demasiado personal como para funcionar en equipo y esto lleva a la ruptura de los Avengers y sus relaciones personales. Esto también lleva a una película mucho más charlada con diálogos orgánicos, conversaciones que parece suceder entre personas reales, a diferencia de las payadas y los duelos de chistes y one-liners de pelis anteriores. Todo siempre funcionando en pos de cerrar el trabajo de casi una década de películas. Si llegaron leyendo a este punto, lo que realmente todos quieren saber es ¿qué onda con Spider-Man? Paciencia, tengo ganas de jugar con ustedes un poco más. Una de las mejores características de Civil War es que a diferencia de Age of Ultron, la pelí no se mueve por turnos con cada personaje como para darle sus 15 minutos de fama a cada uno, sino que logra entrelazarlos para hacerlos funcionar. Todos tienen su latiguillo efectivo y su super poder especial en algún momento u otro, pero la peli no es una conjunción de distintos videos de YouTube unipersonales puestos uno al lado del otro, sino que funciona de manera progresiva sin sobresaltos. Hay algunos personajes que están de más y hay algunos actores que están de más, pero cuando la acción está sucediendo, se puede ver el plan bien trazado que había detras. En este momento todos deben estar pensado “¡Ja! Justamente todo lo que hizo mal Batman V Superman” y yo no puedo evitar responder con otro “¡Ja!” ya que es increíble lo parecida que son ambas películas. Ambos enfrentamientos se reducen a ideologías contrapuestas que en algún momento se dan vuelta, demostrando que ninguno es el bueno o el malo; ambas broncas están alimentadas por frustraciones acumuladas desde hace años, empezando en dilemas familiares y todo concluye en que el verdadero enfrentamiento se lleva a cabo por un plan bien orquestado por un inteligente villano que los manipuló durante toda la película para que se mataran entre ellos. Fin. Corte a logo de DC Comics… ¡Ah no! ¡Perdón! Por más que yo siga defendiendo la película de DC y por más que ambas son básicamente la misma película, la diferencia clave ya fue mencionada, Civil War es una pelí que nos podemos sentar a ver, porque ya conocemos a todos los involucrados. Civil War triunfa en ser una película que lo único que demanda de nosotros es que la disfrutemos. ¿Y quién puede negarse a semejante oferta? "A diferencia de Age of Ultron, la pelí no se mueve por turnos con cada personaje" Entonces si hablamos de diversión, este es el pie para el vecino amistoso que todos esperaban en el barrio. La llegada de Spider-Man es muy bien recibida, al punto que durante una hora de película - o un poco más - no hay un sólo chiste, agradeciendo finalmente su salida en escena. Tom Holland es un don nadie a quien es difícil no mirar desde arriba por su edad, pero realmente se pone el traje del arácnido favorito de todos y le queda como un guante. Mientras que Tobey Maguire nunca estuvo mal y Andrew Garfield subo imprimir juventud al personaje, Holland llega y es Spider-Man de entrada, no hay vuelta que darle. Mientras que es una realidad que su existencia en la película es una mera excusa en respuesta al hype de los fanáticos - hagan el ejercicio mental de retirarlo de la misma luego de verla y van a notar que su aparición no afecta en nada al resultado final - su trabajo está bien realizado. Toda la situación de reclutamiento es demasiado tirada de los pelos y queda fuera de tono con el resto de la película, pero a su vez esto es lo que la hace ser bien recibida, ya que es el primer recreo y punto de relajación que nos da el largometraje. Este efecto dominó de risas y acción termina de reflejarse en la ansiada escena del aeropuerto. Spider-Man y Ant-Man juntos en escena son una delicia que logra hacernos olvidar por momentos que en realidad ninguno está en pantalla y simplemente estamos viendo una escena cinemática de un videojuego de alto presupuesto. La facilidad de los hermanos Russo para las escenas de acción es bastante desaprovechada en estos maremotos de animación computarizada y lo que tenía pinta de ser el clímax de la película, no es más que una sucesión de escenas que sólo parecen existir como para responder “qué pasaría si este personaje le hace esto a otro”, para luego terminar sin penas ni gloria debido a un gran miedo por tomar decisiones importantes. El principal problema de todas las peleas de está película, es que nadie pierde ni gana. No hay consecuencias, no hay problemas. La leve excusa de gran evento es cuando War Machine es incapacitado por fuego amigo y parece que queda paralítico, pero tranquilos, se cura al final de la película. La pregunta ahora es ¿a quien carajo le importa War Machine? Don Cheadle tiene literalmente tres líneas en las dos horas y media de película y, de alguna manera, tenemos que considerar grave el hecho de que “casi” le pase algo. ¡Peor aún! Tenemos que tolerar que brevemente esto sea el detonador de la última de las broncas, cuando ni Robert Downey Jr. puede fingir interés por el amigo que se olvide de poner en las últimas películas. Todas estas situaciones desbalanceadas pero muy bien condimentadas para esconder los pifies, llevan a un desenlace que debería haber ocurrido mucho antes en la película. La pelea final, el enfrentamiento por el título. Tal vez el momento que más referencias se hace a la historieta homónima y donde se termina de develar el plan maestro de un tibio Barón Zemo - que podría haberse llamado Roberto Lopéz y la historia no cambiaba en lo absoluto - es la pelea entre el Capi y Iron Man. El momento donde los hermanos Russo realmente se lucen y vemos en pantalla, no a dos héroes peleandose, sino a dos personas enojadas agarrándose a trompadas. La tensión, la culpa, el enojo, todo lleva a este punto, donde por un breve momento todo parece importante de verdad. Una escena que es golosina para los ojos. Sin embargo, una vez más, todo queda libre de consecuencias. Nadie gana, nadie pierde, nadie sufre. No pasó nada. Capitán América 3: Civil War puede llegar a parecer una Watchmen moderna por momentos, siendo este el mayor halago que se me puede ocurrir. Sin embargo, la diferencia clave está que luego de las dos horas y media que experimentamos, salimos impolutos del cine, ya que nada cambió. Por más entretenida que sea, ya que la disfruté y la volveré a ver, desperdicia oportunidades claras y peor aún, no lo disimula. La peli falla al marcar el futuro de la franquicia, cerrando las fases anteriores más que abriendo una nueva y ni siquiera responde las más básica de las preguntas comiqueras en estos tipos de escenarios: ¿Quién le gana a quien? Por momentos Civil War parece esos recitales de bandas legendarias que salen a tocar de memoria. La prolijidad termina perjudicando más de lo que aporta. El insulto final, termina llegando cuando la escena post-créditos muestra una situación que si pasaba al principio de la película, todo quedaba solucionado. Corte a, esta vez, los créditos finales reales. Me encantaría decir, desde un punto de vista DC que la película está mal, pero realmente es satisfactoria. Se disfruta como un mega-evento a los cuales tan acostumbrados estamos en el mundo de los comics. Aún así, mi recomendación es que pongan el foco en los puntos buenos de la película y no en su propio fanatismo. La aparición de Black Panther no sólo opaca a Spider-Man sino que hasta a varios de los demás personajes de reparto y por más que suene a una oportunidad desaprovechada, Civil War es más una peli de desarrollo de personajes que de piñas y rayos lasers. A la altura del estándar de calidad, pero tal vez no de las expectativas de todos, aunque no podemos culpar a nadie más que a nosotros mismos por el hype. En definitiva, Marvel lo hizo de nuevo.
Finalmente llegó el día. El Hombre contra el Dios. El día contra la noche. Mientras que sobra lugar para todos los personajes de historietas, la escala con la cual el fanatismo suele medirse es en números de butacas ocupadas y esto, deriva en una cuantificación del éxito. Bajo estos parametros, es imposible negar el suceso que las películas de Disney/Marvel significan para el subgénero de la ciencia ficción, que son los films de super héroes. Y claro, demás está decir que dichas victorias no fueron casualidad, sino parte de un plan bien construido que salvaguarda hasta aquellas pelis que realmente ni siquiera están tan buenas, por más que al público le cueste admitirlo. Sin embargo, cabe destacar que toda esta fiebre empezó con un sólo personaje, allá en 1938, donde el pedido de todos los jefes editoriales era un sólo: “Inventen al próximo Superman”. Esta anécdota sirve para ilustrar la paradoja donde, finalmente Superman tuvo que terminar reinventándose a sí mismo, luego de una fallida experiencia en 2013, para intentar colocar una vez más a las propiedades de DC Comics como los líderes del universo superheróico. Claramente, semejante tarea herculeana, precisaba de otros pesos pesados en el equipo y allí fue donde entraron Batman y la Mujer Maravilla en la ecuación. Ahora, la pregunta ante esta estrategia es ¿funciona? Batman V Superman: Dawn of Justice, es uno de los estrenos más anticipados del año. Los continuos avances, anuncios, imágenes y pseudo-filtraciones, consiguieron que la espera se convierta en una vorágine de ansiedad, hasta para quienes no comulgan el fanatismo por estos personajes de calzas y capas. Y ahí es donde está el mayor desafío, hablarle a dos públicos diferentes al mismo tiempo. A quienes exigen que los detalles estén a la perfección con precisión de viñeta y quienes sólo pretenden ver una buena película. Superman, Batman y la Mujer Maravilla pueden enfrentarse contra los monstruos más peligrosos de todo el multiverso, pero nada es más difícil que un público de cine intoxicado por el hype. Por suerte, la Santísima Trinidad de DC Comics, estaba preparada. Tanto como Batman tiene listo un plan de contingencia para cada uno de sus aliados y enemigos, el equipo de “El Amanecer de la Justicia” se anticipó a todos los frentes. Esta segunda película del recién establecido Universo Cinematográfico DC está construída sobre una sólida base, donde la trinidad no son los personajes mencionados, sino un buen argumento, muy buenas actuaciones y un respeto y homenaje continuo por todo el canon de los 82 años de la editorial californiana. Desde la primera escena, antes de llegar al minuto siquiera, los guiños al universo de los personajes comienzan a aparecer, para luego convertirse en homenajes continuos, escondidos tal vez para el ojo de quien no los conoce, pero funcionales a ambas clases de espectadores. Esta atención a los detalles, comienza un efecto dominó que construye escena tras escena, una historia firme, un contexto verosímil a los personajes y una narrativa visual que complementa cada decisión en pantalla. Todas estás situaciones, cargadas de emoción, son transportadas hacia el espectador por un elenco comprometido con la causa, quienes dejan todo en escena, desde el menor de los roles. Desde Jeremy Irons y su impecable pero escaso Alfred, hasta Jesse Eisenberg y su cleptómano de escenas, Lex Luthor, cada integrante de esta oscura historia, cumple un rol que aporta hacía un objetivo superior. Y lo mejor de todo esto es que ningún detalle está apurado. Todo es una construcción muy ordenada, que en sus dos horas y media escala rítmicamente, sin pisar el freno ni morder la banquina en ningún momento. Quedará en el ojo del observador juzgar si el producto final es de su agrado, pero es imposible negar que todo en “El Amanecer de la Justicia” tiene su instante y su lugar y en ningún momento se pisan la capa con el afán de hacer un paso en falso, sólo para impresionar a la audiencia, quienes ya están impresionados por la notable mejoría de Henry Cavill, la impronta en escena de Gal Gadot y la llegada del Batman definitivo: Ben Affleck. Que no quepa duda, este film es una película de Batman, pero aún así, permite que todos y cada uno de los personajes tengan tiempo de explayarse, en lugar de tener que alquilar 5 minutos de pantalla para decir alguna frase célebre, recibir el aplauso y luego sumergirse en algún agujero argumental. Los ínfimos alivios cómicos proporcionados por el Perry White de Laurence Fishburne, están para claramente aliviar un poco la tensión generada por una situación que de a poco se vuelve insostenible para todos los involucrados. Ya sean los debates morales de Superman, la dudosa opinión unilateral de Batman o la psicopatía de Lex Luthor, todo es un plan para llevarnos minuto a minuto, cada vez más hacia el borde de la butaca. Por suerte, con el sadismo de alguien que se sabe en control de la situación, el film entrega varios momentos para festejar. Los incontables cameos obligados cumplen su evidente función, las citas, referencias y homenajes a las historietas pueden mantener a los más fanáticos ocupados durante días, pero lo mejor son los giros argumentales, para los cuales sería bueno que junto a los lentes 3D, el cine entregará cinturones de seguridad. En una actualidad donde está confirmado por los estudios que si no se muestra toda la película en el trailer, la gente no va a verla, es un verdadero placer y una gran sorpresa cuando “El Amanecer de la Justicia” nos lleva de paseo por un montón de situaciones que realmente no esperábamos, mientras que las que ya habían anunciado están muy bien tratadas. Las presentaciones de los personajes que constituirán la Liga de la Justicia son variadas y están utilizadas en función del argumento y no sólo como un divertimento post-créditos, lo que es aún otro aporte a la construcción de la historia, robando algunos aplausos, algunas risas y mucho aliento. Por más que poco puede objetarse, hay aún algunas asperezas para limar. Algunos personajes que regresan de Man of Steel siguen siendo igual de intrascendentes para todo lo que está pasando y por más que haya mejorado su performance, Henry Cavill demuestra ser el ser más poderoso de la Tierra, pero no deja ver nada de la inocencia del pibe de Villa Chica. Sin embargo, tal vez lo más tosco de la película, es lo notorio de las escenas que tuvieron que ser reservadas a la versión de Blu Ray, para mantener una calificación más familiar. Cabe destacar que si pensaban llevar a niños o niñas que recién comienzan la primaria o aún menores, deben replantearselo por completo. Acá no está la sonrisa de Chris Evans o el humor de Robert Downey Jr. Esta película de DC convierte su mayor debilidad en una de sus más grandes fortalezas: es oscura como pocas y bien que funciona, al punto que, irónicamente, todos aquellos que aplauden a Deadpool por ser una película de superhéroes para adultos, van a tener que cruzar de vereda para recibir otra dosis de esta nueva tendencia. Batman V Superman: El Amanecer de la Justicia, es una película a la altura de los parametros del género, de los exigencias del público y de las expectativas de los inversionistas. La base del nuevo Universo Cinematográfico DC es sólida, aunque aún es temprano para saber cuán inquebrantable. Por lo pronto, quienes busquen una gran historia que los lleve de los pelos en lugar de la mano, les presente personajes por quienes es imposible no sentir algo - ya sea para bien o para mal - y que, finalmente, los deje confundidos de estar capacitados para levantarse de las butacas aún cuando los créditos ya terminaron y el cine prendió las luces, entonces esta es su película de superhéroes.
Finalmente el Mercenario Bocazas llegó a la pantalla grnde. ¿Estará a la altura del Hype? Finalmente, luego de una de las mejores campañas de marketing vistas en los ultimos tiempos y un gran apoyo de la comunidad de fanaticos, Deadpool llego a la pantalla grande. El intento de Fox de posicionar sus franquicias marvelitas a la altura de las de Disney esta siendo desmedido y en cuanto a hype al menos, logra el cometido tanto con los avances de esta pelicula, como con los de los Hombres X. Sin embargo, citando mal adrede a Andres Calamaro, no se puede vivir del Hype. La mayor anticipacion de esta pelicula eran las posibilidades inabarcables. Los super poderes, el super presupuesto y la posibilidad de romper la cuarta pared constantemente, permiten - en concepto - que Deadpool rompa el molde establecido actualmente para lo que tiene que ser una pelicula de super heroes. Sin embargo, sea la inexperiencia del director siendo este su primer film, o el desmedido intento de complacer al fanatico con fan service continuo, el resultado final es un producto que se queda a medias. Esto es dificil de digerir, pero facil de explicar. En si, podriamos decir que la adaptacion es perfecta. Tal vez la mejor adaptacion de una historieta a la pantalla grande, ya que ni por un segundo se puede cuestionar que Ryan Reynolds es Deadpool, al punto que de ahora en mas cada vez que lean una historieta, pensaran en el personaje dibujado como Ryan Reynolds. Sin embargo y como las peliculas de comics suelen descubrir de la peor manera, por mas bien que esten trasladados los elementos, las cosas que funcionan en un medio no necesariamente funcionan en otro. El humor de la historieta esta intacto, pero sin embargo, al ser un actor dando las lineas y no nuestra propia voz interna, todo el tiempo parece errarle al timing. Uno llega al cine esperando ver a Hannibal King - Ryan Reynolds en Blade: Trinity - y termina encontrandose a un actor diciendo sus lineas de memoria, luego de dedicarle muchos ensayos. Cada chiste que aparece en pantalla es exacto a sus contrapartes impresas, pensado para funcionar de manera impresa y lo ensayado de todo, le quita mucha frescura. El segundo golpe bajo del mercenario es su necesidad de explicar cada uno de los chistes. No solo nos avisara que esta rompiendo la cuarta pared cada vez que lo hace, sino que cuando no es un plano detalle el que revela algun Easter Egg, es el propio actor señalando con su dedo. No hay que dedicarle mucho tiempo al asunto para darnos cuenta que la intencion detras de esto es hacer atravesar a los nuevos espectadores por un curso intensivo del personaje, en lo que solo puede ser descrito como una pelicula de origenes, pero el resultado final termina siendo un producto pre digerido. Los chistes estan, pero estan todos mal contados. Aca volvemos a esa sensacion de quedarse a medias. A medida que la pelicula avanza, no podemos evitar pensar constantemente que solo restaria que dividieran la pantalla en viñetas para ser la adaptacion mas fiel de la historia, pero todo el resto invita a aburrirse. La chispa que T.J. Miller ofrece en Silicon Valley esta extinguida en un personaje que tendra como mucho 3 minutos de pantalla y la amenaza del villano es dificil de ser tomada en serio cuando quien lo interpreta - Ed Skrein - es conocido por haber sido echado de Game of Thrones por su pobre desempeño. Y la verdad, se nota. Finalmente, la ofensa mayor termina siendo la interaccion con el resto del universo Fox - al que da por canonico - cuando el Coloso que conocemos de la saga X-Men, parece haber sufrido un duro golpe en la cabeza y lejos de ser ese valiente e introspectivo personaje, dando a pensar en situaciones de pareja dispareja entretenidas, resulta estar a un par de orejas largas y paletas separadas de ser Goofy. Es evidente que el director, Tim Miller, viene de un entorno de efectos especial porque tecnicamente la pelicula es un espectaculo de efectos especiales impecables y coreografias que son la envidia de pelis como Age of Ultron, pero todo el ingenio del principiante llega hasta ahi. La pelicula es lenta, y ese es un clima donde la comedia no florece. Deadpool es claramente una construccion a futuro. Todos los errores que comete, los hace intentando establecer una nueva franquicia de manera forzada. La calidad cinematografica, la fidelidad a la adaptacion y la posibilidad de ahondar aun mas en los rasgos mas graciosos del personaje - como sus voces internas que ni siquiera aparecen - nos da fe en una posible segunda parte de mejor calidad. La pelicula vino, vio y probablemente venza, pero si dejamos de lado la suma de sus partes y hablamos del resultado final, es una comedia con chistes de hace diez años, maquillada con una muy buena campaña promocional. Para hablar en terminos de Deadpool, podriamos decir que todo se reduce a una realidad deforme oculta bajo una muy buena mascara de marketing, pero no mucho mas.
Finalmente llegó ese día que muchos siquiera sabían que estaba por llegar y Kryptonita, la novela del autor argentino Leonardo Oyola, se hizo película. Bajo el mando y la imaginación de alguien diestro con la fantasía y evidentemente conocedor de DC Comics, esta historia elegida como una de las mejores publicaciones literarias de 2011, narra un “elseworld” o mundo paralelo, donde los integrantes de la Liga de la Justicia son en realidad criminales que, parapetandose en la guardia de un hospital de Isidro Casanova, toman de rehén a un médico en el peor momento de su carrera, para que salve la vida de su moribundo líder: Nafta Super. Sin perder nunca de vista la cultura local, Oyola supo adoptar a los dioses norteamericanos modernos para un relato sin desperdicios. El traspaso a la pantalla grande no era tanto una obviedad, sino más un deseo del nicho nerd local. Siempre esperamos nuestra propia película de super héroes y sabiendo que El Eternauta nunca llegará, esta era definitivamente la mejor alternativa. La que no era un premio consuelo. La que queríamos ver. Nicanor Loreti, en un merecido paralelismo con Dos Caras, dirigió ambas entregas de Socios por Accidente, argumentando que las mismas eran un gran ejercicio para el plan que tenía para con Kryptonita. Y como suele pasar, algunos planes fallan. Sin embargo los errores no son por ineficacia o falta de talento. Muchos de los actores se destacan, muchas ideas visuales están realmente bien aplicadas y, sinceramente, el trabajo de decidir que quedaba fuera de la adaptación y que no, se realizó con una precisión quirúrgica. Lamentablemente parecería que en algún momento el entusiasmo de un proyecto que despertó tanto interés en el público, hizo que se pasaran por alto varios inconvenientes que no arruinan, pero definitivamente no ayudan a la película. Principalmente, la misma está enfocada como si fuera una obra de teatro. Cada vez que nos presentan una nueva situación, vemos un plano general con todos los actores en medio y a medida que avanza la historia, no vemos otro enfoque ni ángulo de cámara, siempre estamos omnipresentes ante los largos monólogos de cada personaje, en el cual el empeño por ser fiel al traspaso del libro, impidió el buen tino de elaborar mejor los diálogos, para que no siempre sea una persona la que habla y la otra sólo arroja monosílabos para dar tiempo al orador de turno a tomar aire y tragar saliva. En un segundo lugar, son los mismos actores quien no terminaron de llenar los enormes zapatos propuestos. Mientras que Pablo Rago y por sobre todos, Diego Cremonesi, se llevan el colectivo de los aplausos, Diego Velázquez y Nicolas Vázquez opacan el trabajo de todos. No necesariamente por ser malos actores, sino porque resulta imposible creerles. O peor aún, se les cree que sean super héroes, pero no que sean gente de calle y eso termina echando por tierra a sus personajes. Sin embargo, la tercer columna inestable de esta película es uno de los mayores problemas del cine nacional, el cual en la gran mayoría de sus películas, no logra definir diálogos que parezcan ser llevados a cabo por personas reales. Tan pintoresco y alabado como bastardeado es nuestro idioma, nuestro tono, nuestro lunfardo y sin embargo, en ninguna película se escriben diálogos que sean verosímiles a personas reales. En la novela, el lenguaje del medio es distinto pero en la pantalla, en la carne y audio, todos los díalogos parecen de dibujo animado doblado de los ochenta y mientras que la temática no cae tan lejos de esta exageración, aún hace daño al producto final. Los pifies de Kryptonita duelen más por las ganas del público de que no existan, que por lo que realmente afectan al largometraje. Fuera de los aspectos criticados, las elecciones de colores y musicalización son soberbias, como inspiradas en juegos como Hotline Miami o cortos como Kung Fury, pero con identidad propia. Las escenas en cromas fijos ayudan al juego planteado de si realmente estos seres tiene poderes o simplemente es nuestra imaginación al escuchar sus relatos y los cameos, aunque algo duros en sus apenas segundos en pantalla, ayudan a la mística fantasiosa Pop de todo el relato. Kryptonita es una gran historia, pero en ningún momento esto aseguraba que también sería una gran película. Como ya lo hizo en Socios por Accidente, Loreti maneja bastante mal los ritmos de las situaciones y las transiciones temporales, confundiendo a veces al espectador y desinteresandolo de la película. De todos modos, si existen los premios consuelos en los análisis cinematográficos, se nota que todo el mundo, tanto los buenos y los malos, detrás y delante de cámara, realizaron un aplaudible esfuerzo por hacer de la historia una realidad. Con intenciones no hacemos nada, pero con experimentos y ejercicios como estos, el cine de nicho sigue cobrando protagonismo.
Operación Ultra es una película de autor. Generalmente, este término se reserva para creaciones de cineastas de la talla de Francis Ford Coppola o Woody Allen, o piezas más independientes como Boyhood de Richard Linklater o Dallas Buyers Club de Jean Marc Vallée. Sin embargo, esta comedia de espías también queda catalogada dentro de esta distinción, particularmente por ser un producto de la imaginación de Max Landis. Hijo de John Landis - director de piezas emblemáticas de la cultura pop como Thriller de Michael Jackson, The Blues Brothers, Animal House y hasta An American Werewolf in London -, este guionista de apenas 30 años supo posicionarse como una de las mentes más frescas del cine comercial actual, lo que no es necesariamente una buena entrada en el currículum cuando todos los dinosaurios de la industria están llenando sus arcas a base de secuelas, precuelas y remakes. Aún así, Max Landis consiguió en contadas oportunidades llevar sus historias al cine. En 2012 Chronicle entretuvo a algunos cuantos y la originalmente titulada American Ultra seguramente haga lo mismo. ¿Porqué tan sólo a algunos? Por que al denominar esta película como cine de autor, nos referimos a que está construida a base de los caprichos creativos de Landis y si no son partidarios de su trabajo, tranquilamente no podrán ver más allá de una comedia de acción del montón, a la altura de las circunstancias. En pocas palabras - y mientras menos sepan más podrán sorprenderse - Operación Ultra cuenta la anecdótica noche de un jóven sin prospecto de futuro ni mucho menos (Jesse Eisenberg) quien vive con su igual de abandonada a la suerte novia (Kristen Stewart) en uno de estos pintorescos pueblos norteamericanos donde uno puede morir y vivir en paz sin que absolutamente nada aporte algo de color a sus vidas. El punto de quiebre temprano llega cuando nuestro protagonista resulta ser un agente durmiente de una agencia gubernamental, quien luego de ser activado no consigue lograr que su vida de marihuano desinteresados gobernado por sus ataques de ansiedad cooperen con las docenas de agentes que lo quieren asesinar. De ahí en más, todo es una pendiente de comedia de situación, utilizando esta inclinación hacia abajo no como algo despectivo, sino como lo divertido y vertiginoso que puede resultar una tobogan. Sin embargo, este es el punto donde la audiencia se dividirá en dos. El motivo por el que se recalcó tanto la trayectoria del guionista detrás de la película, es porque sus historias son acerca de a quienes les pasa algo y no el algo que pasa. Operación Ultra no cuenta el enfrentamiento de dos bandos, ni las motivaciones de ambas partes, sino que es un relato en tono cómico de lo que experimentan los involucrados. Las escenas de acción, muy bien coreografiadas por Nima Nourizadeh - director de esta obra y la bien recordado Proyecto X -, no brillan por su calidad de pelea, sino por el factor humano de quienes se cruzan y así sucesivamente, contando personajes y no sus historias. Operación Ultra es una película que sucede durante los noventa y seis minutos que dura y en ningún otro momento. No hay lugar para historias de orígenes o posibles secuelas. Este caldo de personajes bien mezclados es una buena narración con el ritmo de ser relatada por un buen cuenta cuentos. A efectos de esta descripción, todo termina sonando positivo, pero es fácil comprender porqué muchos no se adecuarán a este formato. Finalmente esta película más que aceptable que definitivamente justifica la entrada al cine, tal vez sea más disfrutada si a modo de aperitivo se consultan entrevistas a su creador o historietas escritas por el mismo, para entender cómo funciona su cabeza en relación a sus relatos y personajes. Inclusive si consultan su canal de Youtube llamado Uptomyknees, no sólo se harán más amigos de sus métodos, sino que terminarán notando como tanto Jesse Eisenberg en su rol de héroe y Topher Grace en el de villano, incorporaron a sus personajes gestos y expresiones de quien escribió sus papeles. Operación Ultra se destaca por la frescura de creadores jóvenes con ganas de aportar sustancia a la pantalla grande y un elenco que se destaca por demostrar que se divierten con sus papeles, pero tal vez la fuerza irresistible de esta obra choque demasiado fuerte contra el público inamovible, demasiado acostumbrado al pochoclo prefabricado. Una película más, si sólo quieren ver una película más, pero un buen producto del cine para aquellos que quieran ser entretenidos.
The Martian, El Marciano o - lamentablemente - “Misión Rescate”, es una historia de supervivencia y optimismo. Entusiasta de la nueva oleada de ciencia ficción moderna que busca representar increíbles epopeyas apoyándose en hechos de la ciencia, Andy Weir (su autor), sólo tenía el antojo de escribir un relato tan entretenido como verosímil. Tras subirlo a su blog, algunos lectores lo pidieron en formato descargable, luego otros recomendaron cobrarlo uno o dos dólares y finalmente se terminó convirtiendo en un suceso editorial en veintiocho países y engendró una película donde ni más ni menos que Ridley Scott dirige a un grupo selecto de los mejores actores de la pantalla grande a través de dos generaciones. Oportunamente esta historia de éxito se traslada de una manera curiosa a la propia ficción. Luego que una misión a Marte se viera afectada por una tormenta imprevista, el grupo de astronautas de turno se ve obligado a abandonar el planeta rojo, perdiendo a uno de sus tripulantes en el proceso, o al menos eso es lo que creen durante la tormenta. Presentando el conflicto de manera tan escueta como lo estoy haciendo en este análisis, de ahí en más tanto el libro como la película pasan a ofrecernos un deleite de horas de ciencia bajada a tierra a través de un filtro humorístico ingeniado por Matt Damon, un Paenza de sonrisa hollywoodense que no pasará a la historia por este papel, pero sin duda alguna da una pequeña clínica de actuación. Porque si hay algo que debo recomendar es que aquellos que estén interesados en la premisa, hagan el inusualmente inverso ejercicio de primero ver la película y luego recurrir al material original. Por más caprichoso que pueda parecer el orden sugerido, la realidad es que por más que sean la misma obra, la película y el libro se complementan de una manera poco común, invitándonos a consumir ambos formatos con la misma satisfactoria recompensa. Los puristas literarios estarán contentos de saber que la adaptación es incomparablemente fiel y que inclusive se permite construir por encima de algunos conceptos presentados en el libro, amigando al espectador con la premisa. Basando en ciencia dura todos los pormenores de estar atrapado en Marte, la película triunfa en presentarnos todos aquellos objetos que al estar basados en equipamiento real de la Nasa, no funcionan cuando se los libra a la simple imaginación. Asesorado por la agencia espacial, cada paso dado por Matt Damon en la gravedad reducida del cuarto planeta a partir del Sol, cuenta con la firmeza de estar construyendo el documental de algo que aún jamás sucedió. Pero no está sólo en Matt Damon la clave de toda la película, ya que el casting en general no podría haber sido mejor. El desafortunado astronauta es descrito como un payaso que sirve más como lubricante social en las misiones de largos años, que como botánico necesitado, siendo el eje interpersonal de su misión y un alivio para el espectador que sea él quien quedó varado. Cualquier otra persona hubiera recurrido a la salida fácil donde el astronauta Mark Watney elige apelar a su propio buen humor, como a su vez cada actor de soporte cumple una función estrategica a la historia en la piel de su personaje, como si de especificas piezas de ajedrez se tratara. Y este es otro motivo clave donde la película triunfa por sobre el libro. Interesante como puede llegar a ser el funcionamiento de una misión espacial, la versión escrita carece de cualquier tipo de emociones. Watney tiene que lograr cultivar comida en marte para no morir de hambre. Explica cómo a través de botánica avanzada puede conseguirse. Acto seguido, cuenta con más de 500 plantas de papas. Fin. En cada momento que el libro cae en lo gélido de la ciencia, la película lo recalienta con la impronta de los actores. Cuando el personaje es herido en el libro se cura, en la película lo sufre. Cuando en el libro el personaje logra una comunicación interplanetaria sin ningún tipo de antena, pasa a su próxima tarea, pero en la película se emociona. Ridley Scott, director no ajeno a las emociones humanas, consigue aportar el factor emotivo a la ecuación científica, dotando de un color que esta nueva tendencia a la hyper-comprobabilidad de datos no podría conseguir por sí misma. Cuando salgan del cine emocionados por ver un pantallazo al futuro e interesados por algo que jamás les había llamado la atención, pueden recurrir al libro. Gracias a una economía de recursos y una traducción de lenguajes bien aplicadas, el largometraje no tiene tiempo ni manera de describir las herramientas necesarias para crear agua a partir de la cocción de moléculas de oxígeno e hidrógeno, mientras que el libro lo hace de una forma locuaz e interesante. Es una suerte de simbiosis donde volviendo a compararse con la misma obra, la película es la personalidad apasionada y divertida del personaje, mientras que el libro es todo su conocimiento acerca de ciencia. Sabiendo que Hollywood funciona a base de finales felices, es difícil intentar adelantarse a una historia que se rige por los parametros de un género en pleno florecimiento. Aún así, a lo largo de las dos horas y media que dura el espectáculo, encontraremos un guión casi de manual que catapulta el ingenio del autor, la perspicacia de los actores y el ojo del director, como pocas veces se puede observar en la ciencia ficción. Este año, Misión Rescate es a la verosimilitud científica lo que Mad Max es a la fantasía rabiosa y ese es tan sólo uno de los motivos por los que no deben perderse esta historia en pantalla grande.
Luego de 11 entregas y un universo completamente establecido, las expectativas que uno tiene a la hora de ver una película de Marvel se conforman de puros sentimientos encontrados. Inevitablemente, cada nueva instancia tiene que ser mejor que, diferente a y estar a la altura de, siempre aportando algo nuevo a la mesa. Por decirlo de alguna manera, cada entrada en las fases de Marvel son un escalón a su plan mayor y, al mismo tiempo, su peor competencia. Es dentro de este esquema autoimpuesto y con el fin de cerrar la llamada “Fase 2” del plan Marvelita, que Ant-Man dice presente en el universo cinematográfico. Uno podría dirigirse al cine sin mayor preocupación que el tamaño del balde de pochoclos a elegir, pero Ant-Man cuenta con un contexto interesante a tener en cuenta. Todo comienza cuando tanto la editorial neoyorquina como el mismísimo Stan Lee quisieron hacer esta película desde los años ochenta la cual hubiera sido la primera película basada en una historieta de Marvel, en lugar de la cuestionable “Howard The Duck”. Rechazada por tener una premisa demasiado similar a la recién estrenada “Querida, Encogí a los Niños”, la idea rebotó entre estudios, directores y productores, hasta que en 2003 Edgar Wright - director de Scott Pilgrim, la Trilogía Cornetto y fanático confeso del personaje creado por Lee y Kirby en el ‘62 - asumió el control de la producción, liderando lo que sería la primer película del Universo Cinematográfico Marvel, inclusive antes de Iron-Man en 2008. Lamentablemente para Wright, Disney se hizo con los derechos de la editorial y ahí fue cuando los conflictos aumentaron hasta que en 2014, el director se bajó finalmente del proyecto. A la hora de sentarse en la butaca preseleccionada entonces, uno podría llegar a temer estar ante la presencia de un Frankenstein, pero dejará a muchos tranquilos saber que el guión es básicamente el original que Wright y el propio protagonista, Paul Rudd, supieron concebir, al punto que hasta pareciera que el cineasta hubiera dejado notas de como dirigir según su visión personal ciertas escenas. Pero ademàs de esto, Ant-Man toma una de las herramientas más cuestionables de las pelis de Marvel y las usa a su favor, ya que esta no es una película de super héroes, ni un film de acción, sino que es lisa y llanamente una comedia de ciencia ficción, ese género aventurero que supo hacer escuela con Volver al Futuro, Ciencia Loca o Cazafantasmas y que luego simplemente, desapareció. Poniendo casi todo en las espaldas de Paul Rudd, pero con un buen complemento por parte de un frágil Michael Douglas, esta clásica historia de plan maestro para efectuar el robo del siglo está plagada de chistes bienintencionados, colocados con precisión quirúrgica en guión y efectuados con la maestría y experiencia que el cast puede pregonar. Si vieron los avances de la película, no hay nada que se pueda agregar en este texto a modo de preámbulo, ya que inclusive el mismo cumple con el pecado de incluir los mejores momentos de la batalla final. Sin embargo, sí se notan varios cambios de líneas, locaciones y vestuarios en la película final, lo que ayuda a entender porque por momentos el argumento toma curiosos saltos. Estos no son desprolijos de ninguna manera, ya que la película está dirigida con suma atención a los detalles, pero en ciertas circunstancias es demasiado evidente donde se efectuaron las reescrituras. No veremos errores de continuidad o vacíos argumentales, sino que simplemente algunas cosas “pasan” o los personajes de repente actúan de determinada manera, denotando que no hay un trasfondo sobre esas acciones, sino tinta fresca sobre Liquid Paper seco encima del guión original. Si hay un detalle para señalar con el dedo y decir “esto está mal” es la existencia de Corey Stoll, como el villano de turno: Darren Cross. El científico que terminará interpretando a Yellowjacket no es más que un clon de Jeff Bridges en la piel de Obadiah Stane en Iron-Man, pero sin motivación. El antagonista de está película parece existir sólo por el hecho de que las películas precisan de un antagonista, ya que su ambición y frustración desmedida al borde del ataque psicótico no tiene ningún tipo de fundamento. Cross es un villano porque nació siendo villano y por más que quieran argumentar que lo que tiene es un ataque de celos por Hank Pym, esto no logra sostenerse ya que en realidad Cross es más exitoso en ese universo de lo que Pym jamás fue. Inclusive, intentando justificar su rabiosa maldad, en un momento se plantea que la fórmula para encogerse le afectó la psiquis, luego de pasar la mitad de la película haciendo hincapié en que jamás probó la testeó consigo mismo. Es ahí donde los borrones sobre el guión se hacen más notorios, sumado al hecho de que contactar a Hydra parece tan fácil como seguir su cuenta de Twitter, lo que no ayuda a la causa del film. Pero todo héroe al fin y al cabo precisa de un villano y Stoll cumple su cometido como excusa para que Rudd entre en acción. A nivel técnico, Ant-Man se destaca por no regalarse al croma y en cambio, realizar las escenas de encogimiento sobre sets reales filmados con lentes macro, donde luego se insertó al personaje. Hay una extraña disociación al nunca poder ver que realmente es Paul Rudd quien está realizando las maravillas acrobáticas y los actos heroicos, pero definitivamente lograron que esta película se separe de todas las demás del género microscópico a nivel efectos, no sin dejar algunos dejos setentosos en los mismos ya sea por capricho o referencia. Intentando resumir, el mayor problema de Ant-Man es no poder decir nada al respecto de la misma en absoluto. Ni bueno, ni malo. La película es por demás correcta, justifica el precio de la entrada y entretiene. Entre sus buenos atributos se destaca cuán apartada está del resto del universo Marvel, permitiendo respirar un poco de tanto caos Avenger, sin forzar un argumento que las hile. Los chistes son graciosos, la aventura es entretenida y se distancia lo suficiente de la mitología del personaje como para que nadie sienta que se está perdiendo detalles implícitos para los fanáticos. Por el lado negativo, vale repetir que Ant-Man es básicamente Iron-Man de 2008 y esto cobra sentido cuando recordamos que iba a ser la primera película de este plan a 15 años. En su momento, hubiera revolucionado el género pero hoy no es nada que no hayamos visto 11 películas atrás. El film cumple, entretiene y se justifica, pero no aporta absolutamente nada a sus películas hermanas, ni al género en particular. Un buen filler entre proyectos y lo suficientemente efectiva como para interesarse en la anunciada segunda parte, pero substancialmente, nada más.
Hace apenas unos días se estrenó The Amazing Spider-Man 2, una nueva entrega de la segunda trilogía - previo reinicio - de uno de los héroes más emblemáticos del mundo de los comics. La popularidad de Spider-Man es innegable ya que mientras Batman, por ejemplo, se destaca por ser un héroe mortal, Spidy resalta por ser un héroe humano, lo que sugiere una insondable diferencia. Sin embargo, no es el arácnido de la gente el que vemos en esta oportunidad. La película, nuevamente dirigida por Marc Webb, nos sitúa un par de años después de los acontecimientos de la primera, viendo la eterna subtrama del personaje, que narra el desequilibrado esfuerzo de nuestro protagonista por ser Spider-Man y Peter Parker al mismo tiempo. Se nos presenta muy lentamente a los personajes que jugaran roles importantes en la historia, se nos presentan los primeros conflictos y, como si fuera un terreno con declive, luego se deja que las cosas avancen por si solas siguiendo un evidente rumbo hacía una anunciada conclusión. La película tiene dos grandes problemas innegables y un compendio de desprolijidades que, mientras definitivamente se encuentran ahí, podemos llegar a discutir cuan relevantes son en términos de afectar al film. En primera instancia - y como ya es moneda frecuente - todas las escenas que significan algo fueron mostradas por completo en el trailer, logrando que la excesiva duración de 142 minutos se sienta forzada en varios momentos, tornando insoportables todos aquellos donde Andrew Garfield no está en pantalla, ya que sin él o Emma Stone, el tedio no se sostiene. El resto de los personajes son caricaturescos y no en un sentido de historieta, recordándonos actuaciones como las de Kevin Spacey como Lex Luthor o Jim Carrey como El acertijo y entregando la peor actuación hasta el momento de Dane DeHaan, quien había demostrado madera de villano en Chronicle, pero acá deja mucho que desear. A su favor, eso se puede llegar a deber a la violenta edición que hubo que realizar para que la película se mantuviera PG-13, pero en todo caso, es un detalle que deberían haber pensado de antemano. El segundo problema es que, por más que el director al día de hoy lo niegue, toda la película es un preámbulo para el próximo a estrenarse universo extendido de Spider-Man. Teniendo en vistas la película de los Seis Siniestros y Venom - que a priori suenan muy interesantes visto y considerando que serían films protagonizados por villanos - esta entrega no hace más que allanar el terreno para las mismas, quitándole toda relevancia al aquí y ahora. Es decir, los sucesos de la película tienen consecuencias, pero ninguna en esta misma película. Si se me permite la referencia fácil, es como si se tejiera una tela de araña, pero todos los cabos estuvieran sueltos. Por un lado, no sabemos cómo terminará cada intersección a futuro y por otro lado, al no estar atados estos cabos, la película no se sostiene por sí sola. Lo único auto conclusivo de la película es una historia acerca de los padres de Peter que mientras revela un punto importante de lo que es la historia de Spider-Man, se podría haber relatado de una manera mucho más rápida. Por el lado de las desprolijidades, que siempre son subjetivas, los diseños de personajes son medio pelo - a excepción del a armadura de Rhino - y la musicalización deja bastante que desear, incluyendo canciones con letra en medio de conversaciones, obstaculizando los diálogos que se supone que nos están poniendo en situación. Si a esto le sumamos varios errores de continuidad, termina resultando trabajoso sumergirse en la película y dejarse llevar por la fantasía. De todos modos, no todo es un desperdicio. Las escenas de acción están realmente bien filmadas - por más que la gran mayoría sean generadas por computadora - y la película lleva muy bien ese "ambiente de Nueva York" que siempre tuvieron los comics, que lo ponen a uno en contexto aunque jamás haya pisado la ciudad. Lamentablemente, quitando esto y a los protagonistas, no mucho más se puede decir de este largometraje que hubiera sido mucho más tolerable como una mini serie introductoria de las películas por venir, que en el formato que nos es presentado. The Amazing Spider-Man 2 no nos deja otra alternativa que calificarla como una decepción sólo mejorable por una tercer entrega que cumpla con lo que la segunda promete y una candidatura a rotar incansablemente por los canales de aire el próximo verano. Lo Mejor: Andrew Garfield nació para ser Peter Parker. Lo Peor: Quiere condensar el desarrollo de una saga completa de comics, en una sola película.