Partiendo de una interesante idea que confronta a un joven personaje urbano, algo perturbado, con un extenso e inquietante ámbito natural, La araña vampiro lleva adelante una trama con toques de aventura, suspenso y hasta terror. En su segunda película, Gabriel Medina, director de Los paranoicos, cambia totalmente su temática, contexto, búsqueda expresiva y estética, y en lo único que se acerca a la impronta de su primer film es en su
caracterización de personajes. El cineasta se vuelve a apoyar no sólo en su inventiva y sólidas herramientas técnicas, sino en la peculiaridad de los roles, y aquí tanto el protagonista como los sujetos que lo rodean tienen extraviadas características. Llevado por su padre a una alejada cabaña en un paraje montañoso para pasar unos días, este principiante en excursiones agrestes es atacado por una araña, que, según afirman los lugareños, tiene una
picadura incurable. Esto será el punto de partida de una travesía –o una carrera contra la muerte- junto a un descarriado guía, en pos de un presunto antídoto natural. La mezcla de géneros mencionada no resulta obvia ni evidente, y va envolviendo lentamente al espectador hasta hacerlo partícipe del drama.
Con un desenlace más misterioso que feliz, La araña vampiro cuenta con una convincente labor de Martín Piroyansky junto a un intenso y extremo Jorge Sesán.