No. No es que el cine esté redefiniendo los géneros. Están todos en su lugar y gozan de buena salud. A lo mejor a nosotros como comunicadores nos pasa que terminamos hilando mucho más fino en nuestras interpretaciones de acuerdo a lo que se ve. Como si quisiéramos, estando en el bosque, acercarnos al árbol que termina por taparlo.
Decir que “La araña vampiro” es un thriller, es un error gramatical. Emparentarla con el género fantástico o de terror (salvo que hablemos en términos simbólicos) lleva a la confusión.
Estamos ante un drama del cual obtenemos imágenes que cuentan por sí solas, y a veces hasta logran aislarse como hecho artístico tomando distancia de un relato que deja más preguntas que respuestas al término de la proyección.
Por otro lado, es cierto que “La araña vampiro” instala una circunstancia que vive un personaje y logra despertar interés por lo que (le) sucede. Jerónimo (Martín Piroyanski) llega con su padre a un lugar de bosques y sierras en estado prácticamente natural. El celular parece ser la única tecnología que funciona, aunque más no sea para dejar algunas pistas de las razones por las que están allí.
El espectador deberá saber que no hay ninguna intención explícita de que esto se sepa, con lo cual hay mucho para suponer luego, lo que nos queda vivir el presente entonces.
A Jerónimo lo pica una araña de esas que dan asquito pisar con una alpargata. La picadura es letal y el antídoto es una nueva picadura de otra araña, porque la primera queda embarrada por un pisotón en el suelo de la cabaña en donde se instalan.
Así conoceremos al único personaje que tiene introducción, desarrollo y desenlace. Se trata de Ruiz (Jorge Sesán), quién llevará al atribulado protagonista hacia lo más recóndito del paisaje en busca de la desesperada solución.
Ácida la situación si se piensa que, para salvar su vida, el protagonista debe no sólo enfrentar un peligro desagradable del cual cualquiera huiría; sino también hacerlo con alguien cuyo desequilibrio mental, por causa de su propia abstinencia, representa un latente estado de incertidumbre.
Mientras tanto, el realizador Gabriel Medina juega sus cartas transitando por una línea muy fina entre lo aceptable y lo inverosímil, a juzgar por las acciones de cada uno de los personajes.
Si en estas líneas intentara decodificar lo visto, sumado a otras posibilidades de interpretación, quitaría de raíz la intención de Medina., más bien prefiero ceñirme a mi propia experiencia de vivir el cine como un lugar al que uno asiste para que le cuenten una historia.
Hoy estamos ante una cinematografía que, como arte universal, sigue siendo el resultado del esfuerzo de muchas personas. La que se produce en nuestro país está pasando por un momento singular, quizás el más diverso y polémico en términos de búsqueda de identidad.
En el universo de la producción "independiente" puede que estemos más cerca del ser humano como habitante de la tierra que el de un país. Hay poco mate, truco y fútbol en nuestro cine.
En otras palabras, y para intentar una explicación "con manzanas", nada de "argentino" hay en “La araña vampiro”, con la excepción de la gente que la hizo y el acento con que se habla. Lo mismo sucede con “Abrir puertas y ventanas” (2011), “Nosotras sin mamá” (2011) y otras producciones que vimos últimamente. Con esto no se intenta señalar aspecto negativo alguno, porque del otro lado están las películas con más intención de compromiso coyuntural como “El dedo” (2011), “Industria Argentina” (2012) o “La cola” (2012), por mencionar algunos ejemplos, bien o mal realizados, bajo esa premisa.
¿Dónde está la identificación si los personajes del cine independiente pueden plantarse en cualquier geografía? ¿Cuanto hay de "intención festivalera" a la hora de hacer cine acá o en cualquier parte del mundo? ¿Cual es la diferencia sustancial entre la araña de esta película y el espectro de la reencarnación que aparece en “El hombre que podía recordar sus vidas pasadas” (2011)? ¡Es más...! ¿Qué separa la cabaña de Boonmee (en la obra mencionada) de la que vemos en la espesura de nuestra geografía cuando Jerónimo se asoma (por caso un plano brillante)?
Ambas confrontan al hombre con la naturaleza, la creencia en la reencarnación y el trascender más allá de lo material... Aún con barreras culturales, después de todo debe despojarse de algo para poder seguir adelante en lo que le toca vivir, no resultando conviene revelar qué.
Una forma de ver las cosas que se transforma, literalmente, en otra.
Todo muy lindo. Entre colegas hablamos de cine todo el tiempo con la misma pasión con la que se discute de fútbol.
Como nunca se parecen: Los grandes estudios / clubes grandes, vs productoras independientes / equipos chicos. ¿A qué juegan?...
¿Y el espectador... en ambos casos?