Siete diferencias
Las de Gabriel Nesci y y Gabriel Medina son dos películas argentinas en cartel que han recibido mayoría de críticas positivas. Con esta columna sumaremos una crítica positiva hacia una sola de ellas.
1. Las dos películas se relacionan con los géneros y la narrativa del cine americano. Mientras Días de vinilo lo hace desde la mímesis y el querer ser, La araña vampiro lo hace desde la comprensión de una tradición. Días de vinilo imita, no procesa, pero intenta esconderlo detrás de la supuesta autoconciencia genérica de los personajes de Gastón Pauls e Inés Efrón. La araña vampiro entiende que toda trama cabal es mucho más una red que una serie de líneas, y que en la herencia americana se debe ir más allá de lo que se cuenta para elevarse hacia el plano simbólico.
2. En las dos películas hay efectos especiales. La araña vampiro los necesita, aunque no abusa de ellos. En la utilización de esos efectos hay una perfección llamativa para el cine argentino: la herida y la picadura se ven reales, no se duda sobre esas imágenes; así, el efecto genera imágenes verdaderas. A los pocos minutos de empezar, Días de vinilo usa un efecto: los vinilos que caen desde una ventana son digitales (¡!), y el efecto se nota: así, sin necesidad, Días de vinilo genera una imagen no solo fea sino además falsa. Las imágenes falsas, se sabe, tiñen de falsedad al resto.
3. De todos modos, Días de vinilo no necesita extraer falsedad de una horrible imagen digital. Le sobran elementos que no se sienten verdaderos, ni verosímiles, ni lógicos: hay un guionista que escribe un guión a máquina, sí, ahorita mismo (en Ruby Sparks el protagonista también escribe a máquina, pero no pasa lo que les relato a continuación): por supuesto, el personaje guionista tiene una única copia. Por supuesto, la pierde. La recupera. Pero, por supuesto, la vuelve a perder. Y por supuesto, ¿saben qué?, en algún momento las hojas del guión vuelan. También, ahorita mismo, vemos que llega a una radio un simple de una canción, con tapa impresa y todo. Pero, digamos, esos son detalles, como esa banda de rock del personaje de Emilia Attias, unos tipos muy pesados para finalmente hacer pop melódico. Días de vinilo es una película de personajes, y falla en eso también: así, por ejemplo, vemos que el personaje de Spregelburd y su prometida no se quieren para nada, que no son compatibles, etc. Decimos: ah, qué obvio, me lo están subrayando una y otra vez. Bueno, según vemos al final, lo que importa no es la descripción de los personajes sino lo que está escrito para ellos. Y no importa si parecen vivir y sentir para otro lado. Subordínese, personaje, que esta película termina como termina. En La araña vampiro los personajes parecen estar vivos, desarrollarse, dudar y actuar en consecuencia con lo que nos muestra la película: el relato cuenta el cambio. Sin volantazos, sin alardes, sin torpezas. La araña vampiro sabe que el final de una película debería poder acordarse con lógica del principio.
4. En Días de vinilo se nos cuenta un poco del pasado de los personajes. Ya sabemos: el barrio, los amigos, larrrgentina, los muchachos. Las mujeres, por supuesto, no cultivan estas cosas: o son “buenas minas” o son “peligrosas malvadas seductoras frías”. Los varoncitos, por supuesto, tienen nostalgia de vaya a saber uno qué (no parece haber grandes momentos en ese pasado compartido). En fin, el peor flashback está sobre el final. Es un flashback de “diez años atrás”. Interesante: ninguno de los actores parece diez años más joven en esas imágenes; se destaca el caso de Inés Efrón, actriz de 27 años –y que aparenta menos– que en ese flashback aparece igualita al presente del relato. En La araña vampiro el pasado está integrado en los personajes: sabemos que la relación entre padre e hijo no es la mejor, que el hijo tiene problemas, sabemos que no es intrépido, etc. Medina cuenta lo que tiene que contar: su película es segura, narrativamente hablando. Los balbuceos del relato de Días de vinilo tal vez pertenezcan –desconozco ese mundo– a una telecomedia de producción local.
5. Las referencias musicales de Días de vinilo intentan pasar por sofisticadas: ah, Pink Floyd y Elvis Costello. La musicalización tiene detalles como usar una canción también presente en Alta fidelidad (“Let’s Get It On”) como para declarar inspiración mal llevada. Y el grupo de covers de Los Beatles hace playback y se nota; pero la película no narra el playback, narra que cantan. La musicalización de La araña vampiro, como pasaba con la anterior película de Medina, Los paranoicos, es un trabajo pensado: las canciones no se acumulan, cuando entran son enormemente significativas. El final de La araña vampiro, con una canción potente, es un modelo de eficacia: con gran economía se logra sentido, emociones, cambios.
6. En La araña vampiro a las emociones se llega, en Días de vinilo se nos dice que estamos ante una película “de amores”, “de sentimientos”. Y, claro, la inteligencia debe separarse de eso: así, la crítica de arte interpretada por Peleritti, dado que es inteligente, es cerebral y fría.
7. Días de vinilo no es ni sobre vinilos, ni sobre música. No parece ir más allá de un intento de hacer “a la argentina” una comedia romántica con muchos personajes y muchas referencias y muchas acciones. Es un relato sin espesor alguno. Sí, podría haber sido una linda película superficial, pero para eso hace falta por lo menos lógica y amor por los personajes. Las burbujas no aparecen sin nada de aire. La araña vampiro es –como Los paranoicos– un relato sobre la maduración, sobre animarse a tomar decisiones, sobre el despertar de un aspecto de un personaje: así, tanto Los paranoicos como La araña vampiro comienzan con el protagonista abriendo los ojos.