Viñetas de un simpático proyecto
Las inquietudes que profesan los miembros del Círculo Social, Artístico, Deportivo y Cultural Estrella del Oriente son muy loables. Reunidos en una mesa de café (un café de los de antes, no cualquier cosa), ellos elucubran con feliz entusiasmo (salvo uno) un proyecto que permita crear un concepto artístico simultáneamente útil a la sociedad, a los museos europeos, y a los pobres del mundo, que esta vez se pondrán de pie en un viaje transatlántico.
Entre algunas de las muchas apoyaturas teóricas que elucubran los miembros del Estrella del Oriente, podemos anotar el mito mediterráneo de la ballena portadora de profetas, carpinteros y muñecos de madera, el principio de las dosis homeopáticas oportunamente expuesto por el coctor Samuel Hahnemann, el concepto extendido de la obra de arte, proclamado por Marcel Duchamp (que, dicho sea de paso, allá por 1918 vivió en un conventillo de calle Alsina al 1700, según consta en placa todavía libre de ladrones), y la provocadora exposición "La familia obrera", de Oscar Bony en el Di Tella, temporada 1968.
Dicha obra consistía simplemente en una tarima sobre la cual pasaban el rato un señor con su señora e hijo, mientras el público pasaba frente a ellos y se agachaba a leer la siguiente nota explicativa: "Luis Ricardo Rodríguez, matricero de profesión, percibe el doble de lo que gana en su oficio por permanecer en exhibición con su mujer y su hijo durante la muestra".
Pues bien, los miembros del Estrella planean crear un enorme barco con forma de ballena (hasta piden el asesoramiento de un ingeniero naval), lanzarlo a los mares, recorrer los puertos, cargarlo de pobres, y descargarlos en Europa, convertidos en piezas artísticas móviles, o vivientes, o como quiera llamárseles, según sea el museo o la fundación que los acoja. No se trata de simples inmigrantes. Esto es arte. Y chantada nacional. Por ahora, y mientras espera el aporte de diversos organismos como la Fundación Marcelino Botin (que existe de veras y debe tener una santa paciencia), el proyecto ha fecundado en una linda exposición, con la maqueta y los planos del barco-ballena, que se exhibió en el C.C. Recoleta durante el Bafici, y es una lástima que no se exhiba junto al estreno de la película.
La misma se apoya en la simpatía del artista plástico Daniel Santoro y otros artistas y pensadores nacionales, el entusiasmo y los conocimientos que demuestran haciéndose los serios, la gracia de algunas escenas (la mejor, la del especialista de un museo neoyorquino que se toma la broma en serio), y la experiencia previa de otra película con Santoro a la cabeza, "Pulqui, un instante en la patria de la felicidad", que era más linda, quizá porque tenía menos charlas de café.
Igual se aprecia. Hay hallazgos inesperados, como el fragmento de unos nativos de Nueva Guinea cantando como suizos, y otros menos felices. No predispone bien escuchar con pantalla en negro todo el cuento de Kafka "Ante la ley" cuando ya se lo escuchó en la voz de Orson Welles frente a las ilustraciones de Alexeieff en "El proceso", pero la ficha cae cuando más adelante alguien comenta sobre los norafricanos que impiden el paso a Europa de los subsaharianos, como fieros porteros de la ley que impiden cruzar la puerta del paraíso. Así las cosas.