ESCENAS DE LA VIDA CAMPESTRE
El segundo largometraje de Andrew Sala trata acerca de Nacho, un adolescente que huye de un hogar violento y se refugia en la finca ganadera del padre, donde comienza a aprender a ejercer como patrón. Su primera prueba será investigar la causa de las recientes muertes de animales que están ocurriendo sin una explicación clara. La película se sostiene en la potencia narrativa de este misterio y lo cocina a fuego lento, mientras que al mismo tiempo cuenta un pequeño coming of age protagonizado por este chico reservado y sensible en un mundo rural dominado por varones y organizado por las leyes duras del capitalismo.
La trama avanza haciendo predominar la monotonía, no en un sentido peyorativo sino entendida como cierta uniformidad del tono. Sala apunta a un verosímil realista pero se corre de tono y verosímil en ciertas escenas muy contadas logrando un efecto atractivo para el espectador. Maneja, en este sentido, una economía precisa en la que la duración final de la película juega un rol esencial: lo narrado termina por adecuarse correctamente a la hora y media de extensión de modo tal que la película no se siente nunca aletargada a pesar del ritmo lento que ejercita.
Con un desenlace que evita giros pomposos o grandilocuentes, La barbarie termina por confirmar una vocación realista a la hora de construir el perfil psicológico de sus personajes pero no por ello renuncia a cierta estilización y a dejar huecos interpretativos para que el público complete; porciones de mundo que quedan librados a la imaginación.
Cabe, sin embargo, hacer una salvedad. Como cualquier espectador atento podrá advertir, tanto desde el título como desde ciertas decisiones visuales hay un trabajo manifiesto de referencia a uno de los ideologemas más importantes que han surgido para pensar ese costado “otro” de la nacionalidad argentina que es el campo: la oposición sarmientina de civilización y barbarie. Si afirmamos que existe alguna intención de contribución crítica o debate ideológico en relación a este tema, La barbarie no tiene demasiado que agregar a lo ya dicho. Estéticamente queda pegada a la tradición de nuestro país (tanto en cine como en literatura) de encarar la representación de lo rural desde el realismo social, y también a la tendencia de utilizar para ello elementos genéricos del thriller italiano o estadounidense. Sin embargo no por eso la película de Sala pierde valor, dado que articula un relato interesante que fluye hacia buen destino.