El grotesco es un género del cual, en Argentina se ha hecho cátedra desde los comienzos de nuestro cine. Con el tiempo, esta idea de exagerar al máximo las situaciones para mostrar una realidad cotidiana de trasfondo, se fue abandonando no sólo en nuestro país sino alrededor del mundo, pasando a ser casi un subgénero denostado.
Andrés Paternostro, en su ópera prima como director, rescata ese estilo, pero aggiornándolo al hoy en día; y ese es el resultado de La Boleta, una combinación de elementos tradicionales con ideas actuales.
Los seres en desgracia siempre le cayeron bien al lente cinematográfico, son personajes queribles porque es imposible no apiadarse y sentir algo de empatía. Así es Pablo (Damián De Santo, lejos de las publicidades de queso crema) un hombre al que el destino le puso todas las mochilas posibles, los que lo rodean cumplen la función de ofuscarlo; tiene problemas de toda índole, en el trabajo, con su pareja, y económicos... y la verdad es que parece un buen hombre. Abrumado, decide terminar con su vida, pero en el medio se desmaya y tiene lo que, para él, es una señal divina, seis números que saldrán en la lotería esta noche. Convencido de que Dios le tendió una mano y que esos números serán su salvación, compra un billete de lotería... pero otra vez, la suerte vuelve a serle esquiva, uno pibes chorros lo asaltan y se llevan los números.
Convencido de que es una prueba de superación, Pablo va en búsqueda del billete y para eso se adentra en una villa miseria en la que deberá sortear todo tipo de infortunios y peripecias con los más variopintos personajes.
Paternostro, que también oficia como guionista, maneja todo el asunto con dos vertientes, la de los infortunios de Pablo en su rutina diaria, manejada con simpleza y bastante gracia; y el pleno disparate una vez que entramos a la villa. En este punto, la gracia no decae, hasta podríamos decir que aumenta, pero esta entrega total al grotesco en donde cada personaje del lugar juega un rol específico, tiene a su vez, un costado de reafirmar ciertas ideas generales que la gente externa tiene sobre estos lugares. La villa está ocupada por mafiosos de poca monta con trajes, sombreros y camisas de seda chillona; hay prostitutas; hay ladrones menores; oportunistas; y claro, alguno de buen corazón que hace lo que puede. Si el espectador toma todo el asunto con la liviandad que merece puede asegurársele un momento divertido.
Con una fotografía que oscila entre tonos oscuros y colores fuertes y recargados, Paternostro maneja los planos con sencillez y sin dejar que eso tome la prioridad del asunto. Lo mismo sucede con otros rubros como la banda sonora, acorde a este tipo de films.
En cuanto a las actuaciones, De Santo cumple un sólido trabajo como este hombre común que no baja los brazos aunque cueste. Lo acompañan secundarios importantes como el de Claudio Rissi, Roly Serrano y Marcelo Mazzarelo más entregados a los parámetros del grotesco.
Sobre el final, la historia pega un volantazo, que no es digno de estas líneas adelantar, y redime buena parte de los asuntos que hasta ese momento nos hacían algo de ruido; promediando de este modo, una comedia entretenida, con cierto dejo a un cine tradicional de estas tierras, y lograda, sobre todo, con el esfuerzo de sus interpretes.