Todo por 6 numeritos
La boleta cuenta con algunas virtudes infrecuentes en el cine argentino: es ágil, no se toma en serio a sí misma y entretiene. Transcurre en un solo día, con una estructura de cadena en la que un problema lleva a otro, y éste a otro, y así sucesivamente hasta el desenlace. Mientras tanto, van apareciendo personajes secundarios creíbles, algunos queribles, casi todos sólidamente construidos.
Pablo (buen trabajo de Damián De Santo) está harto de su jefe, de su falta de dinero, de su ex mujer, de la agresividad de la gente, de la vida. Una ensoñación le revela los seis números que saldrán esa noche en el sorteo del Loto. Todo podría solucionarse como por arte de magia, pero jugar la boleta y, sobre todo, conservarla, resultará una carrera de obstáculos.
La opera prima de Andrés Paternostro -un experimentado camarógrafo, director de fotografía y realizador de publicidades, cortos y videos- tiene algún parentesco con el cine de Guy Ritchie y también con De caravana, aquella sorprendente película cordobesa de 2010, por el ritmo y las maravillosas criaturas que la pueblan. Sobre todo tres: Nino (Roly Serrano), un delincuente de poca monta, el todopoderoso Merlín (Claudio Rissi), un Scarface de clase C, y Rocky (Marcelo Mazzarello), un boxeador frustrado. Gracias al acertado casting, ellos son los sostenes de una trama que sucede casi totalmente dentro de una villa, un mundo retratado con cariño.
Es una comedia policial que cumple con mantener la cuota de suspenso necesario sin ser solemne ni perder nunca el humor. La cuestión se deshilacha un poco hacia el final, con la aparición de algún heroísmo innecesario y la excesiva pretensión de que todas las historias cierren, pero esto no quita que La boleta sea una grata sorpresa del cine nacional.