Comedia bien estructurada apoyada por un elenco eficiente y compacto
“La boleta” es la historia de un hombre al que parece pasarle de todo casi por decreto. Es de esos tipos destinados a estar orinados por los dinosaurios toda la vida, pero a quienes un golpe de suerte los puede sacar de ese lugar, correrlos del eje, como lo sufrieron varios en la historia del cine desde Martin Short en “Pura suerte” (1991) hasta Gastón Pauls en “La suerte está echada” (2005).
A Pablo (Damián De Santo) lo echan del trabajo, está divorciado de una mujer que lo detesta, le niega ver a los hijos, no le dan cambio en el colectivo, lo empujan, lo maltratan. Le pasa de todo. Matarse puede ser la solución, ¡chau! y a otra cosa. Pero ni eso le sale bien. Se golpea la cabeza contra piso y ni los pajaritos aparecen. Lo que sí aparecen son números que él “anota” en el piso. No es porque sea argentino, pero si aparecen números: ¡Hay que jugarle! Pero no tiene un centavo y nadie le presta ni para la casa de quiniela. Lo que sucede con la jugada de Loto, un robo y una villa, es lo que se desarrollará en adelante.
“La boleta” tiene, ante todo, una clara referencia a “Snatch: cerdos y diamantes” (2000), no sólo por la impronta de la película en general, sino por reunir a un súper elenco con physiques du rol hechos para este tipo de producciones. Esta referencia deberá ser utilizada por el espectador sólo para entender los códigos y las convenciones a manejar mientras la vemos.
Por lo demás, esta cinta (¡que término antiguo!) de humor (mucho) y acción, no pretende SER aquella de Guy Ritchie ya mencionada, por el contrario, decide escaparse de la media a la que estamos acostumbrados, proponiendo personajes esquemáticos de cuyos esquemas se burla. Así, el villerito, el mafioso o las putas son parodias de sí mismos, o al menos de lo que yace en el inconsciente colectivo a la hora de imaginarlos.
Andrés Paternostro debe haber visto lo suficiente del género como para saber lo que quiere sin dejar de reconocer que sus objetivos se debieron cumplir con el presupuesto que había. Si éste es el país de “lo-atamo-con-alambre”, el director se las arregla para ofrecer solidez narrativa a partir de los elementos de los que dispone.
Otro acierto clarísimo es el de tener a Damián De Santo en un registro, y a todos los otros personajes bien al borde de lo grotesco, muy cerca de los de “Esperando la carroza” (1985), pero con más histeria, acción y mucha puteada como en cualquiera de las de Tarantino o Robert Rodríguez. Vea “Machete Kills” (2013) si no me cree. Claro, si el realizador tuviese esos presupuestos todo sería distinto (o no) pero muchas veces la falta de plata agudiza el ingenio.
Decíamos sobre la diferencia de registros. Claudio Rissi está impagable, su personaje arranca carcajadas al igual que el de Roly Serrano, como los dos mafiosos de poca monta que dejan su marca éste año en el cine argentino. También el resto del elenco, y si para muestra sobra un botón, fíjense en la escena en la que Chucho Fernández hace parar a todos para volverlos a someter. Si ese código es aceptado, la película va a funcionar fenómeno.
Párrafo aparte para Marcelo Mazzarello, el eventual partenaire de Pablo, acaso el más cercano a ese tipo de registro actoral. En él aparece tenuemente un eje emotivo que de haber sido mejor explotado estaríamos hablando de otra cosa. Paternostro escribió un guión básico en cuanto al argumento, pero se ocupó muy bien del desarrollo y progresión de los personajes. Los delineó. Se notan en el trazo grueso de la idea y luego el fino cuando dispuso de los actores que los iban a interpretar. “La boleta” se apoya en las actuaciones que llevan adelante la historia.
Si el espectador se dispone a divertirse y a entrar en la propuesta todo va a andar bien, porque se trata de reírse de la suerte. Para bien o para mal, es una pochoclera hecha en casa que tiene con qué justificar el combo.