Sueños compartidos
Un racimo de buenos secundarios, un policial alocado y por momentos al borde del grotesco, ritmo constante y cambios de registro autoconsciente son los elementos predominantes en La boleta, del director Andrés Paternostro, que cuenta con los protagónicos de Damián de Santo, Claudio Rissi y Marcelo Mazarello acompañados de un nutrido elenco donde destaca la figura de Roly Serrano y una simpática aparición de Ricardo Bauleo.
A las claras se ven transparentadas las intenciones en cuanto a lo formal y al estilo buscado por Paternostro y equipo, que se concentran principalmente en la historia del perdedor Pablo, mote que le calza perfecto al rol de De Santo y a su parte complementaria de la mano de Marcelo Mazarello.
Soñadores en un mundo o mejor dicho en un país donde cada vez es más difícil sobrevivir y que se ven involucrados en una pesadilla en el corazón de una villa, cuyo dueño apodado Merlín (Claudio Rissi) procura mantener controlada pero al estar rodeado de ineptos su tarea se vuelve más que cuesta arriba. Entre esos indeseables se encuentra un ladrón de bajo perfil (Roly Serrano), quien busca la salvación económica con un secuestro express que por supuesto no sale como se pretende y agrega mayores complicaciones a una catarata de contratiempos que se desatan a gran velocidad y que la trama acumula sin problemas sosteniendo un verosímil que nunca exhibe costuras desde el guión sin escatimar insultos y frases altisonantes.
En ciertos segmentos el relato busca atajos en el orden creativo como por ejemplo el apunte surrealista o algunas metáforas que funcionan mientras el eje de la comedia no se altera. Si tuviera que buscarse algún referente local en cuanto al estilo de La boleta, la primera candidata no es otra que la película argentina El boquete (2006), de Mariano Mucci, donde también se jugaba la carta del grotesco pero en el caso de una familia disfuncional.
Para esta ocasión, la disfuncionalidad se da en torno a lo operativo vinculado a la delincuencia y sujeto a la improvisación tan auténticamente argentina cuando el plan b no existe ni siquiera en la cabeza del más lúcido de los villanos, encarnado sin escapar al estereotipo por Claudio Rissi y muy emparentado con el personaje que el mismo actor construyó en 76 89 03 (2000) de Flavio Nardini y Cristian Bernard.
Un intento de comedia grotesca bien logrado y disfrutable para el público que apueste al cine argentino para identificarse con esas pequeñas historias que se encuentran a la vuelta de la esquina.