Risas y balas en la villa
Con espíritu discepoliano, pero corriendo el eje de la crítica hacia el humor, “La boleta” presenta a un personaje perseguido por la mala suerte, interpretado por Damián De Santo, un empedernido perdedor que podría protagonizar el verso “ni el tiro del final te va a salir”. Así, cuando intenta matarse, no pasa de un intento fallido con un golpe en la cabeza que lo adormece. En esa ensoñación le aparecen seis números que anota, interpretándolos como una salida mágico-mística a su situación y decide jugarlos en una boleta. Pero conservar ese papelito potencialmente salvador se convertirá en una alucinada carrera de obstáculos, cuando lo asaltan unos jovencitos villeros y deberá cruzar el umbral hacia un submundo imprevisible.
En el transcurso de una noche hasta el otro día, la historia se desarrolla con agilidad en una estructura encadenada, donde un problema lleva a otro; mientras tanto, van apareciendo personajes secundarios atractivos, algunos queribles, casi todos sólidamente construidos.
La película tiene puntos de contacto con las desaforadas comedias de Alex de la Iglesia y sobre todo con la cercana película cordobesa “De caravana”. Con mucho humor y acción ininterrumpida, se burla hasta de sí misma, escapando de la media convencional. Propone personajes esquemáticos, al borde de lo grotesco, al que trasciende por humor o por pura humanidad.
Una lotería estética
Luego de un breve inicio por los cánones del realismo costumbrista, el film abre otros cauces y cambia de registro en una suerte de lotería estética donde cada nueva toma puede ser una sorpresa.
“La boleta” es una ópera prima que surge después de una larga experiencia como camarógrafo, director de fotografía y realizador de publicidades, cortos y videos de Andrés Paternostro, hijo de Néstor Paternostro, realizador del memorable filme sesentista “Mosaico”, protagonizado por Perla Caron.
Paternostro hijo escribió un guión básico en cuanto al argumento, pero se ocupó muy bien del desarrollo y progresión de los personajes. Se nota esa acertada elección de los intérpretes, en actuaciones que llevan adelante la historia. La película tiene un registro variable que transita un grotesco de ritmo televisivo. La fotografía acompaña con oscilaciones entre tonos oscuros y colores recargados, los planos son sencillos en una estética que parece no importar tanto como el ritmo, las actuaciones y una verosimilitud propia que se asimila entre mafiosos de poca monta con camisas de seda chillona, travestis, prostis, ladrones menores y algunos de buen corazón que hacen lo que pueden.
Aunque las virtudes de esta comedia con toques de policial y aventura se vean desdibujadas por algunos pasajes desprolijos, construidos con demasiado apuro, esto no le impide ser efectiva. Grotesca, desenfadada y dinámica, ofrece siempre una trama interesante y un buen elenco de comediantes que le otorgan al filme una sostenida diversión. Un buen exponente de un género bien nativo: el sainete grotesco, donde se destacan Claudio Rissi y Roly Serrano, como los dos mafiosos de poca monta que dejan su impronta. Párrafo aparte para un excelente Marcelo Mazzarello que roza el eje emotivo y da lugar a la moraleja de la película.
Con sus vaivenes formales y su precisión actoral, “La boleta” alcanza un logro infrecuente en el cine nacional: mantiene a los espectadores entusiasmados.