Sabrina Blanco debuta en la dirección con una película cargada de hallazgos. Un tema interesante como la búsqueda de identidad que una adolescente emprende en un contexto áspero, ambientada en un escenario singular como Isla Maciel, un barrio popular que sobrevive a la vera del Riachuelo y sobre todo una protagonista entrañable como Nicole Rivadero, una chica de ese barrio que la directora conoció en profundidad haciendo trabajo social. Su trabajo fue premiado en la última edición del Festival de Mar del Plata gracias a un papel que interpretó muy bien con apenas trece años y sin ninguna experiencia actoral.
La botera pone todos esos elementos en juego y los explota con inteligencia y sensibilidad para construir un relato concreto, agudo y visceral que logra conmover sin apelar a simplificaciones ni efectismos.
En términos temáticos y de puesta en escena, el film remite al cine crudo y sombrío de los hermanos Dardenne, pero el notorio ángel de su protagonista lo dota de una personalidad propia y de una potencia inusitada. También refleja con lucidez titubeos, angustias y pequeñas victorias de la intimidad femenina en un entorno difícil y determinante al que se acerca sin prejuicios, con una voluntad explícita de análisis y aprendizaje.