Tati es una jovencita de 13 años que crece en un ambiente hostil y es el punto de partida de la opera prima de Sabrina Blanco, que pone su foco de atención en esa etapa de transición plagada de dificultades.
El escenario es la isla Maciel, donde Tati -Nicole Rivadero- hace lo que puede: convive en una casilla con un padre ausente que trabaja como remisero, llega tarde a clases, sufre el maltrato por parte de un grupo de compañeras y ayuda en un merendero del barrio.
La botera expone un mundo marginal que está a la vuelta de la esquina y donde, a pesar de todas las dificultades que se presentan, se convierte en el escenario para que ella pueda mantener una ilusión o un deseo: ejercer el oficio sólo realizados por hombres, aprender a remar en el agua podrida que traslada a los esporádicos viajeros a cruzar el Riachuelo.
En medio de este camino repleto de espinas, Tati se relaciona con un chico y atraviesa su despertar sexual entre la exploración y el rechazo en esta historia que con mínimos elementos logra plasmar una realidad impiadosa.
La aparente inercia emocional del personaje central sirve como un escudo de protección ante las complicaciones de su entorno. Ella es valiente cuando debe serlo -enfrenta a unos ladrones de bicicletas- y descubre a la encargada del merendero junto a su padre.
Tati es sinónimo de lucha y perseverancia mientras intenta encontrar su lugar en el mundo bajo la mirada austera, precisa y emocionante que propone el relato, que no esconde en ningún momento su costado integracionista -las mismas chicas que la rechazan la dejan participar luego de una coreografía-. Cuando de remar se trata...