Cambiar como se puede
La vida del adolescente es siempre una dificultad, venga del lugar del venga. Por el cambio de vida, de expectativas, por las nuevas búsquedas y por lidiar con una revolución en el cuerpo que genera nuevas responsabilidades y desafíos que los jóvenes se mueren por tener pero aún continúan en un camino de aprendizaje.
Eso es “La Botera”, la ópera prima de Sabrina Blanco, un retrato fiel de todo lo que significa esa etapa. Eso y un poco más, porque Tati (Nicole Rivadero) es una joven de 13 años que habita en una humilde vivienda en la Isla Maciel. Ella no sólo atraviesa las dificultades propias de la edad: malas notas en la escuela, bullying de sus compañeras, despertar sexual y conflictos con su padre. Sino también el deseo de trabajar como conductora de bote en el trayecto de la Isla Maciel hacia la Boca, y ahí establecerá una relación con Maxi (Alan Gómez) que le enseñará el oficio y también el ida y vuelta entre el deseo sexual.
Se trata de un filme del estilo coming of age muy realista y honesto en el contexto en el cual se desarrolla, filmado en muchas ocasiones en cámara en mano y con una fotografía gris que pega muy bien con los eventos que le tocan vivir a Tati. Sobre todo en la relación dentro de su casa, con un padre (Sergio Prina) con el cual vivirá en conflicto permanente ya sea por los cuestionamientos que le hace ella a él, al haber vendido el bote y reclamando por su ética laboral, como los que como padre debe contener (como puede) a una hija que lo desafía.
Lo destacable de La Botera es que no trata todas estas dificultades como golpe bajo, como culto a la marginalidad o un drama eterno e inhumano. Muy por el contrario, muestra todas las dificultades que implica vivir siendo una adolescente en un barrio humilde con una cara humana en todos sus aspectos. El ejemplo más claro es al convivir con un padre alcohólico con una vida desordenada, éste no es retratado como un personaje completamente despreciable sino que se lo muestra como alguien que intenta educar a su hija como le sale. Así es con todas situaciones o las relaciones humanas que van transcurriendo a lo largo de la película.
Tanto en la dirección como en la performance de su actriz protagónica hacen fluir todo este universo con una naturalidad notable. La botera es un film crudo sin ser duro, es tierno sin dar ternura. Es un ejemplo vívido de cómo son las vidas de las jóvenes y como son los jóvenes sin apelar a ningún estereotipo social. Por eso es celebrable.
Por Germán Morales