EL ABRAZO QUE NOS MANTIENE A FLOTE
Con su nuevo largometraje Fernando Spiner muestra ser un director que no se queda con lo conocido y sale en busca de nuevas propuestas. La boya se torna un documental experimental, pero con el objetivo de poder transmitir las sensaciones de una actividad típica geselliana.
Aunque la película trabaja con un tema propio de los conocidos de la ciudad de Villa Gesell y haya movilizado a parte de su población, logra traspasar esa barrera. Spiner se propone contar la experiencia del juego que consiste en alcanzar la boya en el mar. Para esto se utilizan diferentes formas de narrar.
El eje principal está en poeta, Aníbal Zaldivar. Él no sólo fue uno de los que dedicó y sigue dejando parte de su vida en ese ritual, sino que también se propone junto con sus alumnos y compañeros poder darle palabras, a través de la poesía, al mar. Con este personaje, el director propone una visión distinta a la típica vuelta al pueblo que se desarrolla en la ficción. Es Fernando el que se va de Gesell de joven, pero cuando vuelve no sólo él ha crecido: sus amigos también han avanzado profesionalmente. Gesell es para Fernando un lugar desafiante.
Del mar no solo se escuchan poesías. Este es un gran protagonista. Se utilizan drones para grabarlo desde arriba. También hay cámaras que lo visualizan por dentro y es trabajado de forma muy precisa desde los sonidos. La música que recorre el film logra enfatizar las sensaciones que transmiten.
El film es un trabajo documental y a la vez un relato de familia y amigos (como dos cosas distintas pero que van de la mano). La boya marcó la niñez de Aníbal y de Fernando, pero también de muchos otros que aparecen hablando en el film. Es una actividad sin más pero, al ser un ritual, representa parte de la vida de un pueblo. Varios artistas de Gessel se suman a través de entrevistas, a dar su opinión sobre el mar. En cuanto a la historia familiar, se trabaja la conexión entre la historia de la boya y el padre de Fernando. Aquí la película suma la averiguación de cómo empieza el ritual, y la intimidad y los lazos son trabajados desde un objeto que flota en el agua y representa un punto de encuentro, explorando los pequeños momentos, esas sensaciones de las que están compuestas las relaciones humanas.
Necesariamente, las sensaciones se mezclan con lo que se puede decir de la actividad. Vemos la inmensidad del mar, pero, a su vez, abrazamos junto a los protagonistas la quietud de la boya, que entre tanto movimiento para llegar a ese punto los mantiene en paz por un rato. Y por eso también se apela a la poesía para tratar de contar las experiencias con el mar, porque es tanto lo que guarda consigo ese objeto que no se pueden agotar las instancias para describirlo.
La boya es un film para disfrutar de la tranquilidad, del sonido del agua. Invita a permanecer viendo el mar y apreciarlo desde todos los sentidos. Es una película para empezar viendo el paisaje y terminar buceando dentro de cada uno. Nos muestra cómo el cine también puede hacer poesía y cómo esas sensaciones tan especiales y particulares pueden contarse a otra persona.