Primo Levi, conocido escritor italiano, sobreviviente del Holocausto, escribió “lo que pasó puede volver a suceder”. Y es cierto, en el transcurrir de los años vamos encontrando en la humanidad semillas con pensamientos retrógrados que no hacen más que lastimarnos y llevarnos de la civilización a la mismísima barbarie. Esta es una de las bases sobre las que se apoya La bruja de Hitler, un film de Virna Molina y Ernesto Ardito que llega a los cines el jueves 8 de junio.
La llegada de funcionarios nazis a la Patagonia luego de la Segunda Guerra Mundial es uno de esos temas cuya tela tiene largos metros para cortar. Tópico en el que conviven lo siniestro, el misterio y el silencio, vuelve a la pantalla grande local en La bruja de Hitler, el nuevo film dirigido a cuatro manos por Ernesto Ardito y Virna Molina que indaga en la ominosa dinámica de una familia alemana radicada en Bariloche. El año es 1961; el lugar; la casa de los Krauss, enclavada en medio de la geografía boscosa y montañosa de las afueras de la ciudad de los estudiantes. Hasta allí llega una familia de fugitivos nazis buscando un refugio que pueda servir como primer paso para intentar vivir una vida normal. Claro que la idea de “normalidad” para quienes trabajaron a favor de un régimen convencido de su supremacía es muy distinta a la que impone la razón, por lo que allí se desatará una convivencia regido por lo perverso y lo pesadillesco. Fábula basada en documentos reales, según avisa una placa al comienzo del film, La bruja de Hitler sigue las relaciones que establecen los hijos de ambas familias, convirtiéndose así en reflejos brutales, cruentos y descarnados de las experiencias de sus progenitores. Se trata, entonces, de un film mucho más cerca del cine de terror y suspenso que de uno apegado a un registro realista. El juego de texturas y el aura fantasmal generados por los fragmentos en Súper 8, así como también el particular uso de registros sonoros, refuerzan esa idea. El problema es que La bruja de Hitler empieza a disponer sus elementos en un tablero que funciona como metáfora del presente, acorralando la interpretación de lo que sucede contra las cuerdas de lo unívoco. El resultado es un film envolvente y perturbador desde sus formas, pero con algunas acciones obvias y subrayadas.
A La bruja de Hitler, la flamante producción de Virna Molina y Ernesto Ardito, no le interesa definirse. Su fuerza reside en la resistencia a lo digerible, a lo lineal, a lo cómodo. Por lo tanto, aunque su historia esté ambientada en un determinado tiempo y espacio, sus directores, guionistas y montajistas buscan que ese relato sea maleable, la punta de lanza de otros sucesos, episodios y puntos de vista que dialoguen con la actual coyuntura. Nada está dicho en el film: cada secuencia, con esos planos generales y esas figuras tan pequeñas habitándolos, remiten a una apertura, una flexibilidad tanto histórica como formal. Así, La bruja de Hitler se vuelve expansiva e inclasificable, una obra provocadora que fusiona el terror, el drama histórico y el thriller psicológico con perturbadores ribetes oníricos. La yuxtaposición de imágenes colabora a ese clima inquietante que se genera cuando, en 1961, una familia de prófugos nazis arriba a la Patagonia argentina para refugiarse con individuos con los que conviven perpetuando su propia idea de normalidad, sus conductas revestidas por la perversión. Asimismo, hay cruza del placer con el dolor, dos tópicos que se entrelazan en un largometraje cuyos personajes representan lo más abyecto del nazismo. La cita de Primo Levi sirve como marco para la narrativa: “Si comprender es imposible, saber es necesario, porque lo que pasó puede volver a suceder, las conciencias pueden volver a ser seducidas y obnubiladas: la nuestra también”, puede leerse en una placa que está profundamente ligada a esa colisión de mundos y sus consecuencias, aportando una mirada universal sobre la (in)tolerancia que, desde su intensa impronta visual, cuestiona e interpela.
Es una impresionante ficción de suspenso y terror de Virna Molina y Ernesto Ardito que ellos presentan como una fábula inspirada en hechos reales. Que los jerarcas nazis se instalaron en nuestro sur y en muchos casos gozaron de una vida de impunidad no es un secreto. Por eso la historia que se cuenta de a principios de los años 60, con la llegada al país de una familia de prófugos nazis resulta fidedigna pero también es la excusa para reflexionar sobre el huevo de la serpiente. Sobre las posibilidades de un regreso a esa tragedia humana. Para interrogarnos como pueden repetirse la intolerancia masiva al diferente, el deseo de aniquilación, de solución final del otro. Cuánto de esa nefasta ideología persiste y se descubre en nuestros días. Interrogantes en una realización impecable donde los miembros de esa familia funcionan como el espejo de lo que ocurrió. Y como de manera repiten conductas: Perversiones, amistades secretas, delaciones, barbarie intrafamiliar. Filmada en alemán y castellano, con grandes talentos en fotografía, diseño de arte, sonido, la belleza y su contracara se enlazan para el desasosiego. El suspenso amenazante en un film inquietante siempre.
Poderosa producción en la que trabajan sobre cómo en el sur argentino convivieron jerarcas nazis con políticos y la sociedad civil. Molina y Ardito exploran en el pasado en una historia que cruza géneros y busca su propia identidad.
La síntesis argumental nos cuenta que todo transcurre en 1961, en la remota Patagonia Argentina una familia de fugitivos nazis llega a la casa de los Krauss buscando refugio, con el fin de transitar con total impunidad una vida normal. ¿Cómo es la normalidad del silencio, de la obediencia y de la violencia para los jóvenes de estas dos familias que son cómplices y víctimas de abusos y crímenes impunes? ¿Cuál es el coste de un amor prohibido? Hay 2 variables de acercamiento al texto, la principal es la instalación del discurso a partir del punto de vista de lo narrado, los jóvenes. La otra en tanto construcción del relato, en donde se pone en prioridad las formas en que esta realizado. Es desde aquí en que el descuido en los detalles podría deteriorar a la producción en general. Empezando por los rostros, tomados muchas veces en primeros planos,