Distinguida en la muestra Bafici 2011, La carrera del animal denota algunas buenas ideas e indudables virtudes formales y expresivas. Aspectos positivos que se desdibujan ante un exceso de pretensiones y un manto de solemnidad que abarca la corta extensión del film.
A través de una trama entrecortada y poco clara, la pieza da a entender cómo dos hermanos, en un pueblo grande, indefinido en el tiempo y el espacio, se debaten frente al futuro de una empresa familiar cuyo ceo es un hombre esquivo, misterioso y manipulador, que a la vez es su padre. La carrera del animal, dudosa metáfora que se vincula a la estética que trasunta el film, ofrece una tónica narrativa que atrae y a la vez desconcierta. Cada escena, en su aspecto formal y argumental, parece iniciar una nueva película, lo cual resulta llamativo pero a la vez desarticula la continuidad de la trama. Las tomas quedan aisladas y no son sostenidas por ciertas situaciones y diálogos ampulosos, semejantes a los de una obra de teatro independiente. De todos modos intérpretes como Lautaro Vilo, Valeria Lois y Elisa Carricajo resultan convincentes. En su trabajo iniciático Nicolás Grosso acierta en las locaciones elegidas, que crean un ambiente afín a films fantásticos de los años 60, que se realzan por la muy buena fotografía en blanco y negro de
Gustavo Biazzi. Además es excelente la música de Pommez Internacional.