Fuga y misterio
El filme de Nicolás Grosso ganó el BAFICI 2011.
La idea de la fuga es un recurso y una figura central en La carrera del animal , opera prima de Nicolás Grosso que ganó como mejor filme en la competencia argentina de BAFICI 2011. Una fuga –escape, accidente, misterio- es lo que dispara los acontecimientos: el dueño de una fábrica ha desaparecido dejando a un montón de trabajadores en un estado de incertidumbre laboral absoluta y a sus hijos (en especial a uno de ellos, encarnado por Julián Tello) sin saber qué hacer y recibiendo las consecuencias de ese acto que no ha causado.
Fuga es, también, la que emprende ese hijo, que no sabe, no quiere, no puede hacerse cargo de la situación y circula de la fábrica a las charlas con amigos, de una mujer a su hermano (algo más decidido o completamente loco), de un viaje al campo a una noche solitaria, siempre tratando de encontrar alguna tangente que le permita evadir la situación de tener que hacerse cargo.
Y fuga es, también, el esquema, la puesta, de esta película de Grosso, que narra en forma de abismo continuo y permanente una historia cuyos ejes se desvanecen para dar pie a otros, donde las anécdotas se concatenan sin un clásico efecto causa-consecuencia y en la que la circulación de los personajes y de la cámara deja entrever esa indefinición que los acecha.
Como buena parte de un Nuevo Cine Argentino originado en la Universidad del Cine en los últimos años, La carrera del animal apuesta por un relato extrañado, en blanco y negro y con una luz tenue, plagada de sombras (excelente fotografía de Gustavo Biazzi). Hay una línea casi invisible que une a este filme con otros como Castro, Como estar muerto/Cómo estar muerto o Un mundo misterioso , relatos que ponen en escena a personajes perdidos a lo largo de un período de tiempo determinado.
La carrera...sobrevuela cuestiones sociales, pero nada más alejado en ella que hacer un filme de denuncia o del llamado “social”. Grosso utiliza ese disparador para movilizar a nuestro personaje a una serie de encuentros en donde deberá interactuar con curiosos personajes, de trabajadores de la empresa a personal jerárquico, su hermano y amigos, a los cuales escuchará hasta, finalmente, alzar su voz y tomar algún tipo de decisión personal. Tan elusiva, claro, como todas las otras.
Visualmente subyugante aunque, por momentos, narrativamente inexpugnable, bordeando conscientemente el absurdo, La carrera del animal es un bello y enigmático rompecabezas intelectual, una película que absorbe de las vanguardias de los ’60 (se ha dicho hasta el hartazgo las influencias evidentes de la Nouvelle Vague más “rivettiana” y de nuestra Invasión , de Hugo Santiago) y entrega algo que, si bien no es del todo nuevo ni original, genera la intriga suficiente como para querer saber más.