Un rompecabezas de sutil engranaje
La ópera prima de Nicolás Grosso, ganadora del Bafici, parte del cierre de una fábrica para construir su relato.
Ganadora del premio principal de la competencia argentina del Bafici 2011, La carrera del animal, ópera prima de Nicolás Grosso, egresado de la FUC, jamás traiciona sus propósitos estéticos ni su formulación cinematográfica. Más aun, la película, a través de su puesta en escena austera, rigor fotográfico y funcional desde el blanco y negro, textos expresados cuando sólo resultan necesarios y una sobresaliente utilización del espacio off, desemboca en otros títulos nacionales de los últimos años de características similares. Como todo cine moderno que se precie de tal, la información no sólo es transmitida por el director, sino que parte de las respuestas definitivas (o algo parecido), terminan perteneciéndole al espectador.
El pretexto argumental es el cierre de una fábrica, pero el conflicto no se narra desde la óptica de los perjudicados, sino desde la mirada de los hijos del dueño del establecimiento, quien nunca aparece en imágenes. Sin embargo, la construcción de relato que propone Grosso no debería intimidar a nadie: La carrera del animal tiene su propio ritmo interno, sus personajes misteriosos, sus diálogos conformados por un visible distanciamiento que remite a Brecht, pero también a los films de Hugo Santiago (responsable de la seminal Invasión, 1969), un nombre al que refiere el debutante director en más de una oportunidad. Como si se tratara de un rompecabezas que crece de manera pausada pero intrigante debido a pequeñas situaciones y extraños personajes que cobran interés con el transcurrir de los minutos, La carrera del animal muestra un paisaje desolador, gris, nada enfático, lejano del costumbrismo explicativo. En ese punto, también la película de Grosso rememora a aquellas calles empedradas de la mítica Invasión de Santiago, que contara con argumento original de Borges y Bioy Casares.