Film deliberadamente confuso, ambiguo y sin ningún atractivo
Breve, apenas 73 minutos, pero deliberadamente confusa, ambigua y trabajosa, lo suficiente como para que el Bafici 2011 le diera el premio de mejor película nacional, quizá lo mejor de «La carrera del animal» sea el momento en que empieza a correr.
Esto es así. Un joven sin mayores actividades ni vanidades se ve asediado por exigencias que no quiere asumir. El padre empresario abandonó familia y empresa, el hermano mayor
y otras personas dicen tener mensajes paternos designando a este joven como encargado del negocio, e incluso le proporcionan ciertas pautas de acción. Tanto el hermano como las referidas personas parecen sospechosas de algo. El infeliz deberá tomar distancia y decidir por sí mismo. La carga y algunas relaciones podrán corregirse durante la marcha.
Según parece, la empresa es una fábrica de algo (nunca sabremos de qué, ni veremos una máquina, aunque sea una mísera cortadora de fiambre), el balance general es crítico, parte del personal quiere iniciar una autogestión, otra parte mantiene su fidelidad al dueño fantasma refugiado en algún hotel de provincia, ciertas mujeres que pasan por la pantalla también pasan por la cama del protagonista sin despertar el menor entusiasmo de éste, ni de ellas, ni mucho menos del público, y los nombres de los hermanos están cambiados: el que se llama Cándido es bastante vivo y decidido, y el que se llama Valentín es un cándido inseguro de expresión contrariada.
La fotografía monocroma, la ambientación apagada en un tiempo levemente inactual, la actuación monocorde, los diálogos ocasionalmente presuntuosos e inconvincentes, la falta de algo concreto que decir, dejan suponer que el autor de esta película es alumno de Rafael Filipelli. En algunas partes, también pareciera que quiere acercarse a la famosa «Invasión», de Hugo Santiago. Esta también era una obra rara, ambigua, medio abstracta. Pero la actitud de lucha de sus personajes en defensa de la ciudad invadida por fuerzas desconocidas, y las muertes heroicas que ello acarreaba, le daban cierto aliento épico que hacía atractivo el relato. Acá no hay atractivo alguno, salvo el de una chica que aparece fugazmente al comienzo, provocando al personaje desde una ventana.