Más que una casa, un hogar
Este documental de motivación personal, le otorga a su relizadora, el regalo de encontrar algunas respuestas dejando atrás el silencio. Es muy interesante y motivador cómo logra avanzar y descubrir su propia historia, en lo que simula ser la construcción de un árbol genealógico, por lo que no es casualidad que un pariente de una nueva generación, recorra el mismo camino.
La casa de Wannsee (2019) es una película escrita y dirigida por Poli Martínez Kaplún, cuyo disparador fue la decisión de su hijo de celebrar su Bar Mitzvah, a pesar que su familia nunca se definió como judía; sin embargo, este acontecimiento conduce a Poli a preguntarse ¿porqué? descubriendo así que la identidad judía atravesó profundamente su vida familiar, en especial a Otto, su bisabuelo, quien fue perseguido por el nazismo. Ochenta años más tarde, después de varias migraciones y exilios de la familia en Egipto, Argentina, Venezuela y Suiza, Poli decide volver a Alemania para conocer la casa de su abuela en la calle Wannsee, a pocos metros donde se decretó la Solución Final para todos los judíos de Europa.
Luego de su ópera prima Lea y Mira dejan su huella (2016) la directora y guionista Poli Martínez Kaplún presenta su nueva película documental, sobre la identidad y la resiliencia, logrando transformar un trabajo meramente íntimo y familiar, en un documental que involucra al espectador casi sin que lo notemos, ya que sentimos la historia como nuestra, realmente logra traspasar la pantalla. Si bien la motivación es la inquietud de uno de sus hijos con respecto al judaísmo, en mi opinión creo que esas cajas cerradas que atravesaron océanos, kilómetros y tiempo, estuvieron intactas hasta tomar contacto con Poli como si la estuviesen esperando. Ese acercamiento entre ella y el contenido de las mismas, se constituyen en material de archivo, despertando esa curiosidad de descubrirse a sí misma y funcionando como motor para ir más allá en la investigación sobre sus raíces, ya que le otorgaron el empujón final para animarse a atender el llamado del pasado, a cumplir una misión tal vez de cerrar un círculo y así avanzar.
Kaplún utiliza de manera extraordinaria todos los recursos, es un ejemplo de tomar bien cada decisión en cuanto a dirección y guion; buena elección que la voz en off sea la de ella y sus intervenciones funcionen, raro de ver en un documental, en donde el intento queda en otorgar todo el protagonismo al realizador, quitándole importancia a la historia, o que nos aburra por su monotonía y hasta molestando por el tono monocorde de lectura.
Las tomas aéreas tienen una connotación poética, las fotos del pasado fusionándolas con las del presente responden a las similitudes que existen entre las diferentes generaciones de su familia, así y mismo los rollos de películas pertenecientes a una tradición familiar de registrar imágenes con lo que la directora se verá identificada; mostrar las diferencias de opiniones entre sus parientes nos hace sentir como en el living de cualquier hogar con momentos incómodos aunque genuinos, que nos invita a opinar y reflexionar con ellos, otro acierto de la directora puesto que la muestra humana.
Después de dudar de la existencia de Dios, creencia de un familiar por permitir el holocausto... un bello árbol que fue testigo del pasado, se encuentra aún allí como guardián de esa casa, que no es sólo una casa, fue y sigue siendo el hogar de la familia, y claramente, desde el cielo, los antepasados de la directora que supo seguir ese impulso hasta álmico de conocer su procedencia, son los agradecidos por la paz que traspasa la pantalla.