El azar quiso que José Luis García, y no su hermano como estaba previsto, viajara a Corea del Norte en julio de 1989, a un encuentro de delegaciones socialistas de todo el mundo. Im Su-kyong, una joven militante surcoreana, se presentó de incógnita y revolucionó ese evento, convirtiéndose rápidamente en un símbolo de pacifismo que pugnaba por la reunificación de Corea. Fascinado por aquella experiencia, García registró con una cámara Super VHS todos los acontecimientos que marcaron ese Festival Internacional, y veinte años más tarde recuperó aquel material, hoy un invaluable archivo, para seguir a la enigmática estudiante, de quien aún se habla con respeto pero a la que se le ha perdido el rastro.
Si hay un aspecto que verdaderamente sorprende es el profesionalismo y la capacidad con que el director capturó cada imagen, como si dos décadas atrás supiera exactamente que iba a hacer La Chica del Sur. A esto debe sumarse el muy buen trabajo en materia de edición, con el que se convierte a la vida de la mujer y al improbable vínculo que forma con el realizador en un apasionante relato enmarcado en la historia reciente.
El director no escapa a la política oriental y lleva su documental por ese terreno, ofreciendo un panorama sobre aquel aspecto en el que se pone de manifiesto el choque de culturas, algo que se profundiza desde la sola presentación de "la Flor de la Reunificación". En este punto se produce la impresión de que García pierde por momentos el rumbo, ocupándose tanto del fascinante seguimiento de la esquiva mujer mientras que aún busca indagar en el conflicto entre naciones. Si bien estas dos esferas están interrelacionadas y se percibe que el director quiere avanzar en ambos temas, algo que queda ejemplificado con la pregunta que formula en la esperada entrevista, es evidente que la primera aparta a la segunda con el correr del metraje a tal punto que se tiende a considerar la disputa entre países como una instancia superada. Más allá de esto se trata de un trabajo de aquellos en los que se rastrea el corazón del autor en cada fragmento, una producción comprometida y personal que sin dudas se perfila como una gran favorita dentro del Bafici.