El director alemán Werner Herzog consiguió concretar un sueño que acunaba desde su infancia cuando logró ingresar a la cueva francesa Chauvet-Pont-d’Arc, donde se esconden tesoros de arte rupestre de 32 mil años de antigüedad. Tras un acuerdo con el Ministerio de Cultura de Francia el director —que aborda el documental con el mismo entusiasmo con el que hace ficciones filmadas—, plasmó una obra con imágenes que sólo podrán apreciarse en el cine, ya que, por las medidas conservacionistas que lo resguardan, en el lugar no se admiten las visitas del público. En un recorrido por escenas de la historia milenaria del hombre en la Tierra, Herzog ofrece una prueba invaluable sobre los orígenes del arte pictórico. El recurso de filmar en 3D se justifica porque produce la sensación real de encontrarse en un ámbito donde el tiempo parece detenido. El director admitió que cuando en su infancia descubrió en la tapa de un libro el dibujo de un caballo del Paleolítico, esa imagen lo persiguió y, finalmente, lo llevó a recorrer los vericuetos de la caverna junto a otros tres hombres provisto de una cámara 3D, con la que registró la magia encerrada en las profundidades de la piedra que conserva la memoria artística del hombre. Una película para ver y admirar, con los toques creativos que el director le aporta para sacarla del contexto de un frío filme documental y dotarla del calor de la mirada humana.