Los distribuidores locales de esta gran película rumana eligieron un título que informa mucho más que el original ("Pororoca", una onomatopeya del tupí-guaraní que equivale a "gran estruendo") para anticipar aquello que en los primeros minutos de la historia es difícil de imaginar. A partir de la misteriosa desaparición de una niña en un concurrido parque de Bucarest, una familia que lucía sólida empieza a desmoronarse. Tanto Tudor (Bogdan Dumitrache, cuyo gran trabajo fue premiado en el Festival de San Sebastián del año pasado) como Cristina (Iulia Lumânare) sufren el doloroso e inesperado incidente, pero es él quien tenía a cargo a sus dos hijos la tarde fatídica en la que se perdió la pequeña María: dejó de vigilarlos durante unos instantes que se volvieron fatales por concentrarse en una conversación por celular. Por ende, la culpa trabajará mucho más sobre su personalidad, que lógicamente empieza a desdibujarse con el paso de los días y la falta de noticias tranquilizadoras.
Popescu elige contar este drama con un estilo seco y contundente, pero también toma algunas decisiones de puesta en escena que lucen virtuosas. Se toma el tiempo necesario (casi dos horas y media) para construir la alteración completa de un padre desesperado que, a medida que corre el tiempo, empieza a enloquecer por la ineficacia de la burocrática policía rumana y cae presa de su instinto.