En los primeros minutos de este film se muestra una familia compuesta por: padre, madre, hijo e hija; los vemos llenos de felicidad y comparten distintos momentos siempre en armonía. Tudor (Bogdan Dumitrache) cuando regresa con los niños de diferentes actividades juega y se ríen, pero un día va al parque con su hija María de cinco años, ella juega, mientras él se encuentra sentado en un banco, habla por teléfono y observa a su hija. En ese momento la cámara muestra las actitudes de los personajes que se encuentran en el lugar, por un lado está el que vende helado y otro globo, una discusión entre una mujer y un hombre con su perro le aporta un toque de humor.
Todo parece apacible, la tensión se siente cuando este padre no ve a su pequeña hija, la busca por cada rincón en ese parque sin encontrarla y toda la historia gira en torno a esta desaparición, los momentos más dramáticos van apareciendo ante la ausencia, un hombre y una pareja que se derrumba.
Tiene momentos impactantes, desde un agente de policía (Constantin Dogioiu) sosegado, una madre desconsolada y abatida (Iulia Lumânare, muy conmovedora) y en una actuación de Bogdan Dumitrache excelente, entre el amor, la tranquilidad y el desborde a la locura.
Durante un largo tiempo se hace densa en cuanto a su narración (cerca a las dos horas y media), con muchos planos, silencios, le sobran algunos minutos pero arrasa con un final contundente, fuerte e impactante.