Un estado aniquilando a su pueblo
Con referencias a sucesos como el de la cárcel de Guantánamo el filme se sostiene en su solidez narrativa, que le permite avanzar rápidamente pero dando cuenta de los hechos con precisión y coherencia, y en su elenco.
Voy a establecer un par de comparaciones bastante arbitrarias entre La epidemia y dos filmes que se estrenaron en la Argentina durante el 2010.
La primera es con la película italiana Vincere, que mostraba con precisión cómo el poder político –aliado con el económico, militar, religioso, etcétera- era capaz de ocultar lo aparentemente inocultable, hasta fabricar una ficción que iba transmutando en una nueva realidad, creída por toda una sociedad alienada. Pero también exponía los límites de esa construcción, que terminaba cediendo, a pesar de causar en el medio la locura y la muerte en pos de sostener se relato ficticio.
La segunda es con El día del juicio final (cuyo título original es Unthinkable), ese pequeño, bastante desparejo, pero aún así interesante filme con Samuel L. Jackson, Carrie Anne Moss y Michael Sheen, donde se exponían las limitaciones del discurso políticamente correcto frente a situaciones límites, donde el daño hacia unos pocos individuos puede salvar a millones. Y por ende cómo el Estado, como entidad de poder pleno, termina recurriendo siempre primero a la violencia, a la mano dura en toda su expresión, en pos de conseguir sus objetivos, justificando sus nefastas acciones a partir de una meta supuestamente justa, reproduciendo el maquiavélico razonamiento “el fin justifica los medios”.
La epidemia toma varios elementos ya presentes en las dos anteriores obras y retrata a un Estado que, con el fin de contener una epidemia en un pueblo, dispara primero y pregunta después, miente y oculta. Y lo peor, es que esto al final no le sirve para nada. Si Unthinkable analizaba las dificultades para sostener su pensamiento por parte de la izquierda norteamericana, La epidemia ejemplifica lo insostenible de los procedimientos avalados por la derecha. Y si Vincere contaba la historia de una mentira convertida en realidad, The crazies deja bien en claro cómo el ocultamiento en un momento se derrumba por su propio peso.
Con referencias –un tanto obvias, hay que decirlo- a sucesos como el de la cárcel de Guantánamo o los campos de concentración, el filme de Breck Eisner (que mejora sustancialmente luego de la irrelevante Sahara) se sostiene en su solidez narrativa, que le permite avanzar rápidamente pero dando cuenta de los hechos con precisión y coherencia, y en un elenco de actores de mediano rango pero muy cumplidores, como los son Timothy Olyphant, Radha Mitchell y Danielle Panabaker.
Con momentos de extrema tensión y violencia, donde la movilidad de la cámara contribuye a construir un espacio palpable e incluso temible, esta remake del filme de George Romero de 1973 falla al abusar de la música incidental para generar sustos, cuando es evidente que lo que mejor le sale es generar suspenso. Pero aún así, no deja de ser una reactualización interesante de la obra de Romero, un cineasta cuyas ideas siguen conservando una llamativa vitalidad.