Yo me quiero casar ¿Y usted?
Esta ópera prima de la guionista y directora Rama Burshtein tiene varias particularidades. Además de la obvia -ser el debut en el largometraje de una mujer en un país como Israel-, hay que indicar que la realizadora forma parte de la comunidad jasídica y que su film está inspirado en un conflicto real ocurrido entre los sectores judíos más ortodoxos.
La protagonista y dueña del punto de vista de la narración es Shira (Hadas Yaron, consagrada como mejor actriz en la Mostra de Venecia de 2012), una joven de 18 años que vive con su familia (el papá es un influyente rabino). Cuando su hermana mayor muere al dar a luz, el marido, Yochay (Yiftach Klein), recibe la propuesta de afincarse en Bélgica, donde lo espera una nueva esposa (los matrimonios son arreglados por los progenitores, pero la película deja en claro que la última palabra, el aval definitivo es siempre de los implicados). Ante la perspectiva concreta de que el bebé se vaya de Tel Aviv, los padres de Shira empiezan a presionarla para que sea ella quien se case con el viudo, quien no ve con malos ojos la posibilidad.
No pocos cuestionaron a la directora por no tomar partido, por no criticar, cuestionar o incluso denunciar los procederes de una colectividad que, desde la perspectiva occidental y la corrección política, es claramente conservadora y machista. Pero justamente lo que hace de La esposa prometida un film valioso es que está contado “desde adentro”, con conocimiento de causa, casi como si fuera un registro etnográfico. Todo ese retrato de encuentros en la sinagoga, reuniones familiares, cantos religiosos y celebraciones milenarias está tan bien reconstruido (los actores elegidos no pertenecen a esa comunidad) que uno puede entender y hasta sentir cómo es la dinámica interna y hasta las contradicciones que enfrentan cada uno de ellos.
La película tiene algunos desniveles narrativos, escenas que no alcanzan la misma intensidad que otras, pero estamos ante una propuesta distinta de una cinematografía que, salvo excepciones como La infiel (un éxito impensado), casi no llega a la cartelera comercial. Así, con un destino inevitable de discusión acalorada (especialmente dentro de la comunidad judía local), se trata de un estreno para celebrar.