Documental religioso-coreográfico, la nueva película de Solá continúa con sus exploraciones en lejanos territorios. En este caso, en el corazón de una familia a través de tres ceremonia religiosas llamadas Zikr, suerte de danzas rituales casi mántricas que hacen los musulmanes sufís. Hay bailes de hombres por un lado y de mujeres por el otro, y en cada una la cámara de Solá husmea y se mete sin molestar, incomodar ni interrumpir (o al menos eso se trasluce) en estos rituales que van volviéndose cada vez más y más fervorosos y devotos. Un hombre llamado Abubakar es, en cierto modo, el centro, el guía, dentro de este mundo, de estas danzas en las que los pesares y sufrimientos que a lo largo de la historia ha padecido el pueblo chcheno parecen en cierto modo exorcizarse hasta producirse una especie de limpieza espiritual, de restitución de los orígenes y de transpirado reencuentro del hombre con su historia, su religión y su tierra.