La danza de la realidad
Martín Solá vuelve a trabajar en la línea del documental antropológico de observación indagando sobre la experiencia de vivir en territorios ocupados por otra nación. Si en su última película, Hamdan (2014) reconstruía a través del retrato de Hamdan Alí Mahmoud Sefan el conflicto israelí-palestino, en La familia chechena (2015) toma como protagonista a Abubakar y su familia para apuntar al conflicto entre rusos y chechenos.
Solá parte de ese punto de acción para ahondar en otras zonas menos exploradas por el cine como la adaptación a una vida dentro de una zona en constante guerra. Y como esa adaptación consiste en entregarse a la devoción por lo religioso a través de la danza.
Con muy pocos diálogos, aunque intensos y definitorios como el que mantiene Abubakar con su madre, el ojo se posará sobre la práctica de “zikr” baile colectivo sufista, que Solá encuadra a través de una cámara fija y en plano detalle. Tres danzas diferentes, que se irán intensificando en fuerza y sonido, serán definitorias para entablar una serie de relaciones que el cineasta logra captar a través de una sensibilidad no muy frecuente. Cada vez la cámara si irá acercando más cerrando el plano para finalmente fundir a un negro cada vez más largo. En esas tres danzas que parecen iguales pero son muy distintas, Solá, desde la concepción visual, abordará temas como la religiosidad y la política pero también sobre el rol de las mujeres dentro de una sociedad machista.
La familia chechena pareciera ser en un principio una película sobre las tradiciones y la entrega, pero la visión de Solá es mucho más profunda y va más allá de lo previsible, construyendo un film donde a través de la simple observación de una familia se puede llegar entender un conflicto político que pareciera no tener fin.