Los co-directores y guionistas Eric Toledano y Olivier Nakache (responsables de “Intouchables”, 2011) sacan otro truco de la galera con esta implacable brisa de humor de ensamble francés. La fiesta de la vida (C’est la vie, 2017; alejándose de su título anodino y excesivamente esperanzador en Latinoamérica) es la historia de un evento de boda en unas circunstancias felizmente cómicas pues nada sale como estaba planeado. La película tuvo un paso importante por el festival de San Sebastián y recibió la nominación a mejor película en los premios Goya y César.
Liderando esta comedia está Max Angeli (un notable Jean Pierre Bacri) quien tiene a cargo una compañía de catering especializada en bodas. Visto a distancia Max parece no ser el indicado para este tipo de trabajo y todo confabula para que pierda la cabeza, por citar algo: malos electricistas, un cantante temperamental, un novio ególatra y una comida en mal estado que intoxica a los invitados convirtiendo el evento en un desfile cuasi-caricaturesco.
Una vez más Toledano y Nakache demuestran su habilidad para introducir al gran público en una comedia clásica y sofisticada a la vez, con destino multi-generacional y con aires new-age. Además viendo La fiesta de la vida es difícil imaginar un reparto –multicultural como ya es costumbre en la filmografía de los directores- que la haya pasado mal dada la particularidad y heterogeneidad de los actores, tenemos al novio (Benjamin Lavernhe), Guy un histriónico fotógrafo (Jean Paul Rouve), la manager Adele (Eye Haidara) y Julien, un pedante que no puede superar a su ex (el physique-du-rol para la comedia, Vincent Macaigne). El choque de egos tiene la frutilla del postre con James, el cantante que anima la boda reemplazando a último momento al DJ Fab, nada podía salir bien…
La fiesta de la vida es fresca, mantiene el listón alto de los directores y hace uno de los mejores usos de Can’t take my eyes off you en el cine, no es un dato menor.