Resulta imposible no pensar en Amigos Intocables antes de disponerse a ver La Fiesta de la Vida, la nueva película de los directores y guionistas Olivier Nakache y Eric Toledano, que en su momento con aquella memorable cinta lograron hacernos pasar un buen rato y sacarnos más de una sonrisa. Quizás la comparativa no favorezca a la nueva realización de esta dupla de franceses (en el medio hicieron Samba), pero es un poco lo que le viene a uno a la mente ante esta propuesta, naturalmente enmarcada en el género de comedia.
En esta ocasión los sucesos están vinculados a la realización de la fiesta de boda de una pareja joven de recién casados, la cual pretende hacer una ceremonia ostentosa, y a lo grande, pero por otra parte busca la reducción de algunos costos. El personaje más singular sin dudas es Max, llevado a cabo categóricamente por Jean-Pierre Bacri, un hombre que hace años se encarga de organizar fiestas y es naturalmente el responsable de lograr que en la celebración mencionada salga todo de manera correcta. Sin embargo, una vez llegado al castillo en donde se ha de realizar, el caos parece emerger. Parte de lo planeado se desmorona irremediablemente y muchos de los encargados de que las cosas vayan por el rumbo indicado, parecen no tener su mejor día, mientras que otros, por diversidad de motivos, no estarán presentes, lo que lleva a la elección de reemplazos en lo inmediato, aumentado el de por si caótico estado en el que están involucrados. Un desfile de personajes, algunos conocidos, otros salidos del improvisto, desbordarán a Max, que como si todo esto fuera poco, tendrá que tolerar al extenuante novio, que desde su llegada irrumpirá con multiplicidad de quejas.
A lo largo del film se hace notar un poco el humor que viene siendo característico de la comedia moderna francesa, así como algunos toques de la dupla Nakache-Toledano. Si bien tiene sus momentos de humor bien delineado, situaciones muy ocurrentes, y algún que otro pasaje de tonalidad hilarante, otros chistes recaen más en lugares comunes, ciertos convencionalismos, o no tienen la chispa o fuerza suficiente. Durante la primera mitad, la película impone una rítmica notablemente acelerada, logrando sostener al máximo la concentración del espectador, brindándole progresivamente dosis humorísticas. Pero con el avanzar del metraje, ese ritmo cuasi frenético que impone la cinta desde el minuto cero, tenderá a caer, resultando un poco extendida, haciendo notar que su duración debió ser al menos un poco más corta.
Sin poder posicionarse entre las grandes comedias francesas de los últimos tiempos, resultando un poco del montón, La Fiesta de la Vida es una película que vale la pena ver, que tiene sus momentos, y hasta muestra algún tipo de cuestionamiento a determinadas malas costumbres o hábitos, que persisten con el paso del tiempo, así como críticas a formas modernas de vida.