El rumano Corneliu Porumboiu es un director notable. Conocido por Bucarest 12:08, Policía, adjetivo o la reciente El tesoro, sorprende con La Gomera, filmada en parte en las Islas Canarias, una película completamente diferente. Más ambiciosa, con mayor producción y de género. La Gomera, o Los silbadores, como se llamó en otras latitudes, es la intrincada historia de un policía rumano, el no demasiado carismático Cristi, que es además informante de una mafia pesada. Jugando a dos bandas, en riesgo absoluto, Cristi llega a la pequeña isla de las Canarias para tomar contacto con los mafiosos y aprender a hablar en silbidos, una antigua lengua del lugar, como código seguro de comunicación secreta. Y el asunto, llevándose los dedos a la boca aparatosamente para silbar "mamá", es un poco ridículo.
Entre unos y otros (¿buenos y malos?), Porumboiu despliega un puñado de personajes curiosos e inaprensibles. Una policía dura que se conmueve viendo a John Wayne, una femme fatale políglota, tan inescrutable como espectacular, matones expertos en el idioma del silbido, madres angustiadas por sus hijos, hombres de negocios oscuros. En el medio, treinta millones de euros, que se mencionan, se ofertan, se negocian como herramienta de cambio,estrategia o intento de salvar el pellejo.
La Gomera guiña a los clásicos de un género que claramente quiere reescribir. En ese empeño, Porumboiu se anota varios hallazgos visuales, para una película que por momentos parece más placentera como contemplación de su belleza que como entretenimiento. Excéntrica, caprichosa y algo absurda, recuerda por momentos al cine del finlandés Aki Kaurismaki pero sin la ternura, sin esa mirada humana que parece abrazar a sus curiosos personajes. Con más frialdad, y sin intención aparente de conmover, el rumano logra, sin embargo, una película fascinante. A su extraña manera.