Que el cine rumano está viviendo la etapa posterior a lo que podríamos llamar una nueva ola, con realizadores talentosísimos como Cristian Mungiu, Cristi Puiu, Maria Dinulescu, Cristian Nemescu y el propio Corneliu Porumboiu, el director de Policía, adjetivo, que le da una nueva horneada a un género que parecía un tanto abandonado como es el del policial.
En La Gomera el protagonista, o deberíamos decir coprotagonista, Cristi, es un policía rumano que viaja precisamente a La Gomera, en España. Allí aprenderá un lenguaje de silbidos, con los que podrá comunicarse con gente que está fuera de la ley, y así no serán descubiertos sus mensajes.
Porque Cristi es, aunque nos caiga muy simpático, un policía corrupto.
Un agente que atiende los dos lados del mostrador, y que es vigilado por orden de su superiora con cámaras ocultas en su casa. Y que ha conocido a Gilda, que con ese nombre remite a otro clásico del cine, y que se vista o no de rojo, lo volverá loco. Y con razón.
Es, también, una historia de amor, que nace casi por necesidad. Así que el espectador puede ver un lado u otro de la historia. Pero el que elija los dos, saldrá claramente beneficiado.
Gilda lo que quiere es que Cristi lo ayude a liberar a Zsolt, su novio, preso, y con varios millones de euros (30) por repartir.
La comicidad ya era un rasgo de Porumboiu, tanto en el filme mencionado como en Bucarest 12:08. Y tiene que ver, de nuevo, como en Policía, adjetivo, con lo lingüístico, con la manera de expresarnos. Con querer comunicarse, sea para hacerlo con precisión o para burlar posibles traiciones.
Tenemos los elementos básicos del policial hollywoodense: un montón de plata y la femme fatale que podrá o no hacer perder la cabeza al (anti)héroe.
Con el humor, Porumboiu descomprime y también explica situaciones, aunque nada es demasiado complejo. Hay un hotel en el que sólo se escucha ópera en la recepción -y tiene su porqué-. La película está dividida como en episodios, con el nombre del personaje que, hipotéticamente, será el narrador o el centro del mismo.
Vlad Ivanov, visto en 4 meses, 3 semanas, 2 días, y Catrinel Marlon, que de atleta y modelo pasó a ser actriz, parecen cumplir cada uno de los requerimientos que el director de El tesoro les habrá solicitado. Tanto la iluminación, como el montaje y la música suman la concreción de la muy buen película que es La Gomera, en la que la lealtad es más que una roca fundacional en las relaciones de los personajes.