El llamado de la naturaleza
Cuarta película de Alex Tossenberger, segunda de un quinteto filmado en Tierra del Fuego. A esta altura, podríamos decir que los tópicos recurrentes en su cine son el encuadre de la naturaleza y su protección, y el mensaje social por sobre la vorágine mundana.
Desde su ópera prima Gigante de Valdés se le reconoce una vertiente de cine social que no se mete tanto con lo político como con las causas humanas. El hombre urbano tratando de hallar su eje, el accionar humano dañando el equilibrio natural, la conexión entre las personas más allá de los intereses.
Tossenberger parece querer conjugar cierto cine de consumo popular con un abordaje que deje enseñanzas sobre la alienación del hombre dentro de la rutina en las ciudades, volviendo a reencontrarse en la desconexión con la naturaleza.
Después de una variada experimentación temática en la que siempre mantuvo su eje en los personajes que necesitan rencontrarse, parece haber descubierto su mejor forma con La guarida del lobo, su propuesta más correcta hasta la fecha.
Dos personajes y un contexto
La premisa es más bien básica. Vicente (Gastón Pauls) tiene un accidente en medio del bosque de los valles de montaña en Ushuaia. Inmediatamente es rescatado por Toco (José Luís Gioia), un hombre que maneja un trineo tirado por perros y vive alejado en una cabaña en medio del bosque.
Toco se encarga de cuidar de Vicente, entre ambos se marcan las diferencias. Toco es un hombre en permanente contacto con la naturaleza, prácticamente prescinde de la tecnología, mantiene un contacto mínimo con la sociedad y creó un lazo muy fuerte con los perros a los que bautizó con nombres de personas.
Vicente es un ser urbano. No puede despegarse de su celular, tiene todas las costumbres y los modos de alguien que vive con el ritmo acelerado. Acepta muy a regañadientes los consejos que le da Toco, aunque algo lo ata ahí.
Para tratar de hacer más llevadera su estadía, y ante una negativa de aceptar dinero por los cuidados, Vicente “contrata” a Toco para que le enseñe a manejar el trineo. Así, de a poco, se teje un vínculo entre ambos cercano a la amistad, que también guarda muchos secretos.
La guarida del lobo es una película de personajes, y el ambiente es otro personaje más. Toco le enseña a Vicente a reconectarse, a encontrarse con su interior; y a su vez, Vicente será la compañía que Toco necesita más allá de los perros.
No hay dudas que otra sería la película de ubicarse en otra locación. Tossenberger explota mejor que nunca las posibilidades del lugar para transmitir lo que pretende.
A pesar de la nieve, de lo gélido, de lo solitario, La guarida del lobotransmite calidez y cercanía.
Su historia sencilla hace que el interés nunca se pierda, y el vínculo entre ambos, el fuerte de la propuesta, está perfectamente construido.
Tardíamente se introducirá otra arista mediante un personaje interpretado por Víctor Laplace, que pretende comprar los terrenos propiedad de Toco. Llevará la acción hacia un cause de género bien resuelto –aunque algo abrupto– en su sencillez de fórmula.
Color humano
La guarida del lobo apuesta a los sentimientos más básicos. A estos hombres que en la soledad del lugar recobran lo que perdieron. Toco es un personaje de fuertes principios pero demasiado encerrado en su forma de ser huraña. Vicente tampoco parece saber lo que es tener un vínculo si no hay un teléfono o un interés de por medio. Es evidente que se necesitan.
Crear esa simbiosis es el gran hallazgo de La guarida del lobo. Tossenbeger demuestra tener un sólido manejo de cámara para captar la belleza de la naturaleza y la ternura de los perros, pero además aparece como un correcto director de actores que puede sostener una historia con pocos personajes y una relación de amistad en la soledad.
También es necesario el aporte de los actores. Pauls posee el carisma necesario para este tipo de personajes que ya le vimos hacer, por ejemplo, en Una estrella y dos cafés o Corazón de fuego. Su composición es sólida y logra buena química con su compañero.
Quien sorprende es José Luís Gioia en un personaje dramático, si bien despega algo de su humor ácido. Toco es entrañable y el actor cuenta con todo lo necesario para lograrlo. Probablemente sea el corazón de la película junto a los elementos naturales.
Víctor Laplace recae en alguna sobreactuación típica en su trayectoria, aunque en este caso puede serle útil al personaje. Su participación es más bien chica y funcional.
Algún detalle llegando al final respecto a un personaje no muy bien presentado, y cierta esquematización general en las características, restan un mínimo en una película que convence desde su sencillez.
Alex Tossenberger parece haber encontrado el tono justo de su fórmula en La guarida del lobo. El tono medio entre la exposición de los escenarios naturales y la calidez de las relaciones humanas, logran una propuesta que conquista cuando más se aleja de las cánones establecidos.