El director de QTH (2017), estrena La guarida del lobo, filmada íntegramente en Ushuaia.
El film inicia en la inmensidad de un valle nevado, donde apreciamos por varios minutos un paisaje crudo y solitario hasta que vemos deslizarse sobre la nieve un trineo tirado por perros conducido por Toco (José Luis Gioia). Un viejo montañés que descubre, caído sobre el camino, a Vicente (Gastón Pauls). Toco decide rescatarlo y llevarlo a su casa. Cuando Vicente recupera su conciencia, y se da cuenta de que se lastimó el tobillo, el anfitrión invita al desconocido a quedarse con él hasta que pueda recuperarse y seguir viaje. Vicente, quien comienza a sentir interés por la destreza de Toco con los trineos, le ofrece dinero para que le enseñe a conducirlo y el viejo acepta. Durante la convivencia en la cabaña, aparece un tercer hombre (Víctor Laplace). Éste está interesado en comprar la propiedad de Toco pero el conflicto aparece porque no quiere venderla y Vicente, quien ya se siente parte del lugar, se involucra en apoyar a Toco y sus tierras.
Si bien la película avanza mientras se construye la relación entre Toco y Vicente, incluso haciendo uso del humor en los diálogos para contrastar las distancias cotidianas entre ambos, lamentablemente lo que dicen termina siendo, en varias ocasiones, tan de libreto que distancia. Es decir, no logran los actores, o mejor dicho el director, traspasar la pantalla del vínculo que ambos van forjando y esa ausencia, de no estar habitando la escena, se nota. Generando que el tono actoral también pierda su fuerza. Tal es el caso del personaje de Toco, quien por momentos se desfasa con los gestos dándonos más de lo que el plano de cine puede admitir. Una verdadera lástima, ya que Gioia ha construido un excelente personaje, pero al salirse muchas veces de tono dejamos de ver a Toco para darle paso al actor. Lo mismo sucede con Víctor Laplace, quien no ha logrado dar en el blanco con su interpretación.
El uso de la música, en las escenas dramáticas entre ellos, nos aleja de la emoción que intentan evocar Pauls y Gioia mientras ansían sostener un dialogo fraternal que termina siendo superfluo.
Podemos apreciar que el director maneja el rodaje de exteriores exquisitamente, y nos invita a recorrer el paisaje con imágenes maravillosas sobre Ushuaia y sus animales, aunque peca de reiterativo en los planos de los perros lobos, dado que al volver a utilizarlos en el momento de mayor tensión de la historia, estos pierden la fuerza que se merecen. Pues ya hemos visto suficiente durante el transcurso de la película hasta el momento.
El final nos ofrece un sinfín de situaciones violentas que jamás vemos venir. Una cosa es ir plantando indicios para que luego nos muestre todas las cartas y así cerrar la trama y otra es llenarnos de soluciones rápidas para dejarnos boquiabiertos, pero porque nada se asemeja, en absoluto, a esa elección de desenlace del film.
Una película que no logra sostenerse con las actuaciones y donde la trama elige atajos fáciles para terminar en un desenlace que nos pierde como espectadores.