El paisaje de lo humano
La guarida del lobo (2019) es un thriller dirigido y escrito por Alex Tossenberger, filmado en escenarios naturales de la provincia de Tierra del Fuego, en la Patagonia argentina. El film está protagonizado por Gastón Pauls, José Luis Gioia y Víctor Laplace.
La historia comienza cuando Toco, un viejo habitante de la región, encuentra a Vicente, un forastero que yace tendido inconsciente al costado de su vehículo. Toco lo alberga en su casa donde le ofrece abrigo y comida. Una vez repuesto de su caída, Vicente le pide que lo lleve hasta su coche. Tras el viaje que ambos realizan en trineo, el viajante lo contrata para que le enseñe a manejar este particular medio de transporte. Posteriormente aparece un comprador (Laplace) dispuesto a pagar una fortuna por las tierras de Toco, sin embargo, este se niega a vender sus cuantiosas hectáreas, dejando al descubierto las verdaderas intenciones que atraviesan a cada uno de los personajes.
El film propone varios recorridos, no obstante, esta vez queremos centrarnos en cómo el largometraje articula un paisaje del comportamiento humano. Los seres humanos nos diferenciamos del resto de los seres vivos porque tenemos conciencia de la propia muerte y del dolor que genera la pérdida de un ser querido. Nos comunicamos, al igual que lo hacen las otras especies, pero tenemos la capacidad de crear y de metaforizar en/por el lenguaje. En esta película, los perros siberianos cumplen un papel fundamental, ya que muestran cómo, a partir del vínculo que estos mantienen con su dueño, pudieron desarrollar una vía de comunicación única que les permite cuidarse mutuamente y advertirle de los peligros.
Además de la relación hombre-animal, la película plantea una serie de contrastes que, en primera instancia, podemos observarlos en la oposición que se plantea entre la calidez del hogar de Toco y el frio del paisaje blanco que lo rodea. O bien, en las diferencias que surgen entre la vida campestre del rescatista y la vida urbana de Vicente. En ambos casos, las fronteras se desdibujan a medida que transcurre la cinta como sucede, por ejemplo, cuando Vicente ingresa al mundo bucólico de su compañero a través de las lecciones de trineo mientras que el personaje de Gioia descubre la inmensidad del desierto en que habita luego de la muerte de su esposa. Esto último lo impulsa a pedirle a Vicente que abandone la ciudad para instalarse en estas tierras.
En cuanto a las locaciones, el paisaje edifica un magnífico recinto blanco. En este sentido, los planos generales ofrecen al espectador una maravillosa vista del sur argentino mostrando cómo la tierra y las montañas nevadas, las tomas de sus lagos y ríos, sumado el sonido de los árboles y de las aves que nadan en el viento, crean una atmosfera de suspenso propia del género del thriller que, por otro lado, se ve intensificada por un sueño premonitorio.
Ese paisaje, por momentos, abrumador y desolador adquiere un valor simbólico, sobre todo, hacia el final cuando los acontecimientos se precipitan, planteando un desenlace imprevisto que, como lo venimos observando, contrasta con el tono calmo y tranquilo del comienzo.
Por lo tanto, la bondad, la mentira, la codicia, entre otros defectos y virtudes, son los elementos que conciertan este paisaje de lo humano. Asimismo, podemos afirmar que La guarida del lobo es, en realidad, el hombre mismo. Un hombre que, camuflado como estilan algunos animales, ataca a sus presas con la misma precisión con que lo hacen los lobos cuando salen a cazar.